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Espectro Taurino: Viejos maestros

Sábado, 11 Ene 2014    México, D.F.    Jorge Raúl Nacif | Opinión   
El espacio de cada sábado
Charlar de toros con un viejo maestro, como lo es Pedro Gutiérrez Moya "Niño de la Capea", simplemente fue una delicia. Y no solamente por disfrutar con las anécdotas de vida, sino sobre todo por lo enriquecedor que resulta escuchar los conceptos de un personaje de este calibre.

Sin duda que, como comunicador taurino, encuentros de este tipo son oportunidades únicas para continuar profundizando en una materia de la que nunca se deja de aprender, pues la tauromaquia engloba todo un universo de situaciones que jamás llegan a conocerse por completo y cada corrida, cada toro, cada tercio… te enseña algo nuevo.

Los profesionales de la comunicación deberíamos acercarnos a estos viejos maestros y abrevar de la fuente de sus conocimientos y vivencias. Más aún, los jóvenes toreros tendrían que estar cerca de ellos para empaparse y, así, irse formando un concepto dentro del ruedo y fuera de él.

"Hoy se torea mejor que nunca… pero veo una Fiesta huérfana de torería", le escuché decir en una entrevista al maestro Rafael de Paula. Y es que un diestro no debe limitarse o conformarse con saber lidiar un toro de capote y muleta, tener técnica y estética depurada, cortar orejas y salir en hombros. Un diestro debe andar en torero dentro y fuera del redondel, dejando huella y aroma para que sus triunfos permanezcan, o incluso crear polémica… aunque no tenga la espuerta abarrotada de trofeos.

Y es aquí donde los viejos maestros pueden aportar esa dosis de equilibrio a través de los cánones que ellos mismos vivieron y vieron desarrollar, compartiendo y colaborando para que las nuevas generaciones no solamente sepan torear… sino sepan de toros y vivan en torero.

Como dijo Juncal (en aquella maravillosa serie televisiva) a su hijo, joven matador de toros: "Hay que hablar de toros… no que ahora sólo habláis de gachís". Y parte de ese crecimiento taurino puede ser aportado por los maestros que se mencionan, quienes me parece en su mayoría están dispuestos a compartir todo el bagaje que guardan en su memoria.

Ojalá las nuevas generaciones de toreros no tengan  prejuicios y despierten el deseo de acercarse a los viejos maestros del toreo…. y no a uno, ni a dos, sino que sea un proceso permanente pues, como externábamos al inicio del texto, el aprendizaje jamás tiene un final definitivo y hay que juntarse con los que saben. Para aprender.

Confrontar ideas, asimilar conceptos y comprender el espíritu de las vivencias, complementa la forma muy personal de entender la Fiesta y que todos los toreros tienen, pero además enriquece la expresión particular de cada uno y permite una exposición artística más profunda y dejar poso… pues finalmente un torero comparte en el ruedo todo lo que pasa por su mente y por su corazón.

En apenas unos minutos, un maestro como El Capea nos hizo reflexionar sobre una serie de conceptos y darle entidad a otros tantos.  La peligrosidad y falta de compañerismo, por ejemplo, que un matador dibuje lances al viento cuando ocupa su posición en el ruedo durante el tercio de banderillas del toro de su alternante, o sobre las diversos recursos para destensarse antes de dar el primer capotazo y recibir a un ejemplar.

Cuánto más personajes de esta categoría podrían aportar en aquellos que hoy en día se juegan la vida en aras del arte. Y aunque esta no es la única forma de aprender de toros o desarrollar lo que se sabe, sí es una que resulta fundamental ya que las fuentes vivas recrean lo que en carne propia experimentaron. No descuidemos a esos viejos maestros… pues sus aportaciones son oro molido en beneficio de nuestra afición... y de nuestra Fiesta.


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