El novillero Antonio Lomelín se convirtió en el triunfador de la corrida celebrada este sábado en el marco de la Feria Regional de Sombrerete, y lo hizo al cortar una oreja con el novillo que cerró plaza, dejando muy buenas sensaciones entre la afición que se dio cita en gran número.
Pablo Hermoso de Mendoza, que regresó después de ocho años de ausencia al Pueblo Mágico, tuvo dos tesoneras actuaciones que desafortunadamente no pudo coronar con el rejón de muerte por lo que perdió los trofeos, por su parte, el zacatecano César Montes derrochó voluntad en dos faenas variadas que tampoco rubricó con el acero.
Dispuesto a cumplir a cabalidad, Hermoso abrió plaza en el coso sombretense con la lidia de un ejemplar que tuvo fuerza y recorrido y que comenzó a templar y llevar con docilidad, y así, dando ejemplo de su maestría al estribo, lo llevó bordado, toreando de costado, lució al clavar las banderillas, y con el rejón de muerte estuvo errático por lo que se retiró con ovación.
Con su segundo, Hermoso tuvo un toro de poca fuerza y que pronto buscó la querencia natural, ahí, en terrenos comprometidos y haciendo gala de la experiencia y maestría que le han dado los años, prácticamente hizo todo.
Toreó con sobrada decisión al clavar las banderillas cortas y a dos manos, además realizó además cuatro giros que de inmediato tuvieron repercusión ante el público que tuvo que esperar opcho años para disfrutar nuevamente de la maestría a caballo de Hermoso de Mendoza. El rejón de muerte nuevamente lo privó de cortar las orejas por lo que se retiró entre palmas.
Se pueden tener pocas corridas a cuestas pero torear con mucho pundonor como lo hizo el zacatecano César Montes que con su primero saludó por verónicas para después cubrir con gallardía el segundo tercio. Brindó la muerte del de Golondrinas al diputado local Benjamín Medrano.
El toro, que tanto con el capote como en banderillas mostró docilidad y fuerza, terminó por apagarse rápidamente ante la muleta de Montes que buscó en todo momento sacar los pases por ambos pitones, lo mejor lo extrajo con la diestra al dibujarse con una serie de buena manufactura. El toro vino a menos y con la espada se vio poco habilidoso, se retiró entre palmas.
Con su segundo, Montes nuevamente se abrió con la capa para dibujar lances a la verónica, con las banderillas dejó dos pares en buena colocación, y en la faena de muleta nuevamente tuvo un toro complicado que se quedó sin gas, estuvo esforzado y acertó hasta el cuarto viaje para ser ovacionado.
El novillero Antonio Lomelín con su primero desmayó los brazos con el percal para después ejecutar de manera vistosa un quite; en su quehacer muleteril le tocó un toro que de medias embestidas que salía con la cabeza arriba y al que el novillero aguantó con los pitones rozándole la taleguilla, quieto y buscando la cuadratura del círculo se quedó para extraer aunque muletazos aislados todos de calidad. Fue certero con la espada y aunque hubo ligera petición no le concedieron trofeo alguno.
Con el que cerró plaza, el novillero tuvo decisión desde que se abrió de capa con asoleradas verónicas que después aderezó con un quite por gaoneras, con el mismo tenor de juego de los toros inició su faena entendiendo lo que el novillo podía ofrecerle, no obstante, ligó pases de calidad que firmó con esa técnica que ha ido depurado con el tiempo.
Lomelín siempre estuvo ahí a pesar del peligro latente lo que el publicó reconoció con mucha fuerza. Dejó más de media ración de acero suficiente para pasaportar al toro y llevarse tras petición general la única oreja del festejo.