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Especial: A propósito de El Soldado... y Garza

Viernes, 31 Ago 2012    Aguascalientes, Ags.    Xavier González Fisher | Foto: Archivo   
El Soldado, un gurrero con sentimiento a flor de piel
El pasado sábado se cumplieron 100 años del nacimiento de Luis Castro "El Soldado", y el miércoles 29 del mismo mes, se llega al 78 aniversario de una hazaña en la que los personajes centrales son dos de los más grandes toreros que ha dado este país: el propio Soldado, capitalino, uno de los más puros ejecutantes del toreo a la verónica que hemos conocido y el otro, originario de Monterrey, destacado intérprete del pase natural, Lorenzo Garza, llamado por sus desencuentros con las masas "El Ave de las Tempestades".

El Soldado y Garza se encontraron cinco veces en Madrid. Tres veces como novilleros –en la plaza de la Carretera de Aragón– y dos, ya con alternativa, en la plaza de Las Ventas. Un sumario de sus encuentros en la primera plaza del mundo es como sigue:

29 de julio de 1934. Novillos de Gamero Cívico, antes Torre Abad, para Cecilio Barral, Lorenzo Garza y Luis Castro "El Soldado".

Es este quizá, el más conocido y por ello, el encuentro de estos dos toreros mexicanos en la Villa y Corte, que se ha convertido en una especie de lugar común. Cecilio Barral, un torero al que Cossío califica de "enterado y con buenas maneras", que entró en sustitución de última hora por el originalmente anunciado Juanito Jiménez, se fue al hule tras de matar al primero de la tarde y los dos mexicanos se quedaron con el resto del encierro en un inesperado mano a mano.

La versión de Eduardo Palacio, que hizo la crónica del festejo en la edición del diario ABC de Madrid correspondiente al martes 31 de julio de 1934, destaca lo siguiente:

"Gestación de un mano a mano… La corrida era de Torre Abad, bien puesta, brava y de bonita presentación, aunque desigual en tamaño, por culpa del bicho lidiado en tercer lugar, de bastantes menos arrobas y mogón del derecho por añadidura. La res que rompió plaza y la jugada en quinto lugar eran gazaponas; mas ninguna de las seis, ofreció grandes dificultades para la lidia. El primitivo cartel de la fiesta tenía al frente de la terna de espadas a Juanito Jiménez, pero se negó, mal aconsejado, a torear la corrida en cuestión, previos los requisitos legales, claro es, y se le substituyó con Cecilio Barral, diestro modesto, desentrenado, veterano ya en la profesión, pero, que, puso un destello de amor propio en la actuación brevísima que tuvo…"

Acerca de El Soldado, ante el segundo de la corrida, afirma lo siguiente: "Cuadró éste, y aquél paseó la vista por la plaza, y después como la cosa más natural del mundo, arrojó la muleta a sus espaldas, sacó parsimoniosamente su pañuelo de bolsillo; y con él en la izquierda, arrancó a herir guapamente y, dejó media estocada lagartijera, que tumbó patas arriba al astado, Lo que vino después se lo imaginara el lector. Una verdadera apoteosis: las dos orejas, el rabo, dos vueltas, al ruedo, salidas a los medios, aclamaciones, Un verdadero delirio. Aficionado antiguo, había, el célebre Vidriero de Ministriles, entre otros, que no podía ocultar su emoción al pensar que lo que acababa de ver le quitaba de encima cincuenta o más años...”

Respecto de Garza ante el cuarto de la tarde:

"...en cuanto cuadró éste tiró la muleta, y sin nada en la mano izquierda, entró a herir, con mil toneladas de valor en el corazón y su infantil sonrisa en los labios, señalando un gran pinchazo. Se agachó, tomó de nuevo la franela, dio cinco o seis pases más y se volcó sobre el morrillo en un magno volapié. Hizo explosión el legítimo entusiasmó del público, se le concedieron al espada las orejas, se paseó en hombros por el ruedo, y el muchacho se zafó de los que le llevaban, se dirigió: al burladero, donde su compañero descansaba, le obligó a salir de él, y juntos dieron la vuelta al anillo y salieron a los medios. Ya estaba gestado el mano a mano..."

Aquí una observación, el lugar común en la narración popular de esta tarde, es que Garza mató al cuarto sin la muleta en la mano izquierda, cuando de las crónicas, tanto la de Eduardo Palacio, del ABC, como la de José Tulla, en El Siglo Futuro, y C.A. en La Época, coinciden en que cuando se tiró a matar a cuerpo limpio pinchó al toro y, después, se tiró a matar de manera ortodoxa e hizo la suerte del volapié con todas las de la ley. Es entonces que así mató al toro y es también que es un detalle omitido por la conseja popular y que aquí, con la consulta de las fuentes disponibles y apropiadas, merecía la pena aclarar.

8 de agosto de 1934. Novillos de Juan Sánchez de Terrones para Miguel Cirujeda, Lorenzo Garza y El Soldado.

En esta oportunidad la buena novillada salmantina de Terrones permitió a nuestros paisanos reiterar que lo logrado dos domingos antes, no fue obra de la casualidad, aunque el saldo en apéndices no fuera igual para todos, pues en esta ocasión es solamente Lorenzo Garza quien se llevó las orejas, aunque el ambiente continúa favorable a ambos. De la relación de José Tulla en el diario El Siglo Futuro de Madrid, del 10 de agosto de ese año destaco lo siguiente:

"…Pocas horas estuvo abierto el despacho de localidades. A las cuatro de la tarde del miércoles todo el papel lo tenían los 'reventas' y algunos afortunados aficionados. La corrida de ayer salió tan cara como las de Beneficencia, Y esto ocurre cuando la empresa tiene 'género' que vale y se saben componer los programas... Lorenzo Garza repitió lo ejecutado en su última actuación; toreó como nos tiene acostumbrados con el capote y la muleta, y con el acero en su primero dejó media superior, por lo que escuchó ovación, orejas y vueltas al anillo y salida a los medios. En el cuarto la faena de muleta fue sublime, inmejorable, y, en cambio, no le fue concedido más que un apéndice, para mí ésta fue mejor faena que la del primero, para otros, no sé… Con el capote hizo quites variados en todos los toros, y en el quinto, al querer ayudar a su paisano El Soldado, haciendo entrar al tercio al novillo, El Soldado le recriminó, y el público gritó de lo firme a Luis, pero éste al terminar con el novillo se reconcilió con Garza y ambos se abrazaron, dando la vuelta al ruedo acompañados también por Cirujeda. Garza brindó su primer toro a don Carlos Gómez de Velasco, gerente de la empresa..."

Como vemos, el celo profesional del torero de Mixcoac, Luis Castro Sandoval salió pronto a relucir al ver que su paisano y alternante se le había ido por delante. Pero tras el instante de reflexión, comprendió que el auxilio en la lidia solo tuvo por objeto el facilitar las cosas y nunca el taparle, motivo por el cual, compartió con él y el turolense Cirujeda una triunfal vuelta al ruedo.

Eduardo Palacio, en el ABC de Madrid, de la misma fecha proclama:

"...Pero, pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, lo cierto y positivo es que el mano a mano Garza–El Soldado es ya, más que un ansia de la afición, una necesidad imperiosa de la propia fiesta. Llegará pues, el mano a mano, cuando sea, donde sea y el éxito económico de la Empresa está en absoluto descontado..."

El tercer capítulo de esta saga será precisamente el que este escritor había pronosticado desde su primera crónica sobre el particular.

23 de agosto de 1934. Cinco Novillos de Coquilla y uno de Santos para Lorenzo Garza y Luis Castro "El Soldado", mano a mano.

Esta era la segunda oportunidad en la que se daba en la Plaza de la Carretera de Aragón un cartel "todo mexicano" respecto de los toreros, pues antes de esta ocasión, el 17 de abril de 1932, se ofreció una corrida en la que Armillita, Heriberto García y David Liceaga alternaron para lidiar una corrida de don Alipio Pérez Tabernero Sanchón y correspondía en esta oportunidad a los dos novilleros del momento el repetir el hito y señalarlo en el caso del escalafón inferior.

El mano a mano de "El Ave de las Tempestades" y El Soldado era la respuesta a los reclamos de la afición madrileña, y su trascendencia, al margen de los trofeos, nos la describe de la siguiente manera.

Eduardo Palacio del ABC de Madrid, en su crónica del 24 de agosto:

"...Y de improviso, sin esperarlo nadie, sin sospecharlo siquiera el que presume de más agudo, saltan una tarde al ruedo Garza, El Soldado y otro torero indígena y la pareja de mejicanos forma un lío espantoso en la fiesta de toros, la pone patas arriba y los comentarios, la pasión, el entusiasmo, la contradicción, salen de la plaza, llegan a los cafés, a los talleres, a las oficinas y solo se detienen ante los cabarets, santuario cada uno de tal o cual figura, cuyos amigos forman una barrera inexpugnable hecha con estas siete palabras: 'Dicen que están descarados con los becerros'. No se permite otro comentario; la frase asemeja una consigna… Más todo es en vano. Repiten la hazaña los dos mejicanos, haciendo ricos a los revendedores y entonces empiezan a bambolearse los tinglados, y por todas las rendijas penetra la luz, huyendo despavoridos los ratoncillos. Se hace preciso rendirse a la evidencia; se teme a la comparación; ya no puede hurtarse el éxito a la pareja mejicana Garza–El Soldado. Se espera con ansia el mano a mano de ellos, entre comentarios de se da, no se da, no quiere este, no quiere aquél, piden mucho dinero, la Empresa no transige y toda la escala del ratimagueo defensivo...

...La novillada fue terciada, bien puesta y poco desigual en cuanto a bravura. El primero fue un gran toro, suave y noble; el segundo se vencía del lado derecho; el tercero era grande y bien puesto de cuerna; el cuarto mansote, de muy mal estilo y reparado de la vista; el quinto, muy chiquito, cumplió bien en varas y el sexto, de mucho respeto, gordo y hondo, resultó tan manso, que no hubo posibilidad de librarle del fuego. Todos tenían poder y derribaron con estrépito... ¿Qué es doloroso que hayan sido dos mejicanos los que han actuado de fuerte revulsivo en la fiesta de toros? Puede ser cierto. Pero no lo es menos que ello constituye una realidad, que de sobra nos puede compensar de tal dolor. Dígalo si no el hervor de entusiasmo que reinó en la muchedumbre que llenó ayer la plaza…"

Lorenzo Garza solamente mató dos de los tres novillos que le tocaron en suerte y cortó dos orejas, pues el tercero de la tarde, durante la faena de muleta, le volteó de mala manera, provocándole una conmoción, misma que provocó su ingreso a la enfermería y no permitió su salida de ella. El Soldado se alzó como el gran triunfador de la tarde, pues obtuvo las dos orejas y el rabo del fogueado sexto y fue retirado en volandas de la plaza.

Para el año de 1935, la fiesta en Madrid se había trasladado a una nueva casa, la plaza de toros de Las Ventas. Como todos los escenarios taurinos nuevos, la plaza de toros que todavía hoy es el principal escenario táurico del mundo era objeto de múltiples críticas, tanto por su ubicación, como por la oportunidad de su puesta en funcionamiento, dado que la tradición y la historia registrada en la de la Carretera de Aragón hacían creer que la nueva era hasta cierto punto superflua.

Los personajes de esta historia ya no eran en este momento dos novilleros deseosos de gloria. Lorenzo Garza había recibido la alternativa el 29 de septiembre de 1934 en Aranjuez, de manos de Juan Belmonte –había renunciado a una que el 6 de agosto de 1932 le diera, en Santander, Pepe Bienvenida–, en tanto que El Soldado se había hecho matador de toros el 24 de marzo de 1935 en Castellón, de manos de Rafael El Gallo y había renunciado a una alternativa que Cagancho le había otorgado en El Toreo de México el 5 de marzo de 1933.

26 de mayo de 1935. Cuatro toros de Gallardo y dos de Ramón Ortega (5o. y 6o.) para Manuel Jiménez "Chicuelo", Lorenzo Garza y Luis Castro "El Soldado".

Solo Garza cortó la oreja del quinto esa tarde, que fue infumable por la combinación de los problemas que causaron los toros y el piso del ruedo. La relación de Gregorio Corrochano en el ABC de Madrid del 28 de mayo siguiente resalta en lo siguiente:

“...He de averiguar a qué término municipal pertenecen los terrenos donde está enclavada la nueva plaza de toros, porque tengo la esperanza de que no sea término de Madrid. Y me refugio en la esperanza, porque si lo que está ocurriendo en esa plaza ocurre fuera de Madrid, aun no siendo muy recomendable, tendría menos trascendencia; ahora si se demuestra que esa plaza es la plaza de Madrid, está la fiesta perdida... El hecho es que desde que nos hemos trasladado a las Ventas del Espíritu Santo, o nos hemos salido de Madrid o hemos perdido ya la noción de lo que eran las corridas en Madrid. La plaza vieja –¡vieja admirable!– nos ve ir y nos ve venir y no se derrumba, como si esperara que una tarde, cansados, volvamos a ella, a ver si encontramos los toros de Madrid... El domingo vino una de esas corridas que antes no venían a Madrid, y que vienen ya sabemos por qué, y fue, como era de esperar, una corrida impresentable: toros que no tenían fuerza, ni la precisa para sostenerse en pie... toros que había que lidiarlos con gran cuidado, por delante y con las manos altas, para sostenerles, evitar que se cayeran y no hacerles daño. Es decir, todo lo contrario de lo que debe ser el toreo cuando hay toros, que es castigo y dominio y riesgo. Los toros de Gallardo venían ya castigados desde Algeciras... Dos toros fueron retirados, el quinto, que parecía tener más fuerza que los otros, porque salió correteando abanto y el sexto porque no se podía tener, ahora que los sobreros de Ramón Ortega eran más chicos, sobre todo el último, verdaderamente abecerrado... Nota curiosa. Como el piso de la plaza está en muy malas condiciones, y constantemente tienen que tapar hoyos los areneros, me hicieron observar que con los toros en la plaza, estaban los areneros tranquilamente trabajando. Ni para los areneros había toros. Y sin toros no puede haber ni corrida, ni reseña…"

30 de junio de 1935. 5 toros de Clairac y uno de Bernardo Escudero (6o.) para Marcial Lalanda, Lorenzo Garza y El Soldado.

Con este festejo se dio por terminada la temporada madrileña de ese año y fue uno de esos que solamente quedan para la bitácora, pues ningún hecho memorable se produjo en el mismo. El juicio que de este festejo hace Gregorio Corrochano en el diario madrileño ABC del 2 de julio siguiente es agrio, sin acabar de digerir la manera de hacer en el ruedo de Lorenzo y de Luis y cuestionando duramente la actuación de Marcial. De su crónica extraigo lo siguiente:

"...Marcial era el único que podía poner en la tarde la nota de torero. No la puso y la corrida fue una calamidad. Para mí estuvo desacertado incluso en hacer señas al presidente para que cambiara el tercio de varas. No porque el toro necesitara más, sino porque nos estamos lamentando siempre que no se pican los toros, y es preferible un error por exceso que por defecto; no vayan a contribuir los propios toreros a lo que luego lamentan... Con Marcial falló toda la corrida, pues Garza y El Soldado demostraron una vez más todo lo que desconocen del toreo..."

Este fue el epílogo de una historia que dos de los más grandes toreros que ha dado este país iniciaron en Madrid. De allí salieron a labrarse una gran carrera que les puso en un lugar privilegiado en la Historia del Toreo y es por eso que hoy recuerdo el día en que Luis Castro "El Soldado", junto con Lorenzo Garza fue uno de los amos de Madrid.


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