La noche de este sábado el serial taurino de la feria potosina llegó a su fin, y ante una excelente entrada comparecieron en la plaza "El Paseo-Fermín Rivera" Eulalio López "Zotoluco", Antonio Barrera y Arturo Saldivar. Al final de la noche, el hidrocálido se impuso a sus compañeros.

Procedente de tierras europeas, donde hizo una breve temporada, pero mantuvo su nivel, el joven Arturo Saldivar ha dejado claro que está en vías de ser una autentica figura del toreo, al salir su primer toros saludó al público potosino con cuatro largas y un ajustado quite. Lamentablemente, durante el segundo tercio, el potable ejemplar de Begoña se fractura una mano y por ello fue cambiado.

Al saltar a la arena el primer reserva, Saldivar nuevamente saludó con vistosas largas que fueron sucedidas verónicas de pintura y un ajustado quite por chicuelinas. Durante su faena el de Aguascalientes dimensionó series que se caracterizaron por el aguante y el poder de un matador que tiene claras las ideas. Poco a poco fue ahormando las embestidas del toro y por ello arrancó muletazos de valía. Más tarde se puso pesado con el acero; no obstante, el público le tributó una sonora ovación en reconocimiento a su actitud.

Con el que cerró plaza, Saldivar salió determinado a obtener el triunfo, nuevamente ofició de manera correcta con el percal, ello al aprovechar las embestidas de un astado que por momentos también se paró. Después de buscar los terrenos ideales que encontró frente a la puerta de cuadrillas, Saldívar le dio las tablas al de Begoña para literalmente arrancar pases que fueron coreados por un público que inmediatamente captó el empaque y la determinación del torero.

Al final de su faena y cuando ya tenía a la gente a su favor, instrumentó vistosas dosantinas con las que abrochó una actuación llena de valentía y torerismo. Sepultó el acero en lo alto y recibió, además de las dos orejas, el reconocimiento de la afición potosina.

Con el que abrió plaza Zotoluco estuvo muy voluntarioso ante un toro de vistoso e infrecuente pelo salinero que presentó serias complicaciones. El de Azcapotzalco dibujó momentos de interés, porque sobó al toro con paciencia para sacerle muletazos de mérito, y al terminar su labor recibió una calurosa ovación.

El cuarto de la tarde fue uno de esos toros que perfectamente reflejan la esencia del ganado bravo mexicano, sello de esta casa ganadera, y por ello el experimentado diestro estructuró una faena por ambos pitones en las que cuajó innumerables series de magnífico acabado. Por un momento la faena llegó a dimensiones mayores y el público expresó el grito consagratorio de "¡torero, torero"!

Cuando la faena estaba hecha, cuando los naturales, los derechazos y los remates habían complementado la calidad de la materia prima, vinieron los fallos con el acero y con ello se esfumó la posibilidad del corte de los máximos trofeos. Después de reconocer la calidad del astado, la gente tributó una fuerte ovación al torero, que tuvo que conformasre con eso tras cuajar una gran faena.

Antonio Barrera pechó con el lote menos propicio el encierro. Su primer enemigo fue un verdadero crucigrama, pues ofrecía embestidas descompuestas y estuvo siempre al pendiente de los muslos del torero. El de Sevilla no se desesperó y dejó patente en algunos muletazos su valor y sello personal.

Con el quinto de la tarde las cosas fueron por el mismo camino, un toro complicado y un torero con ganas de agradar. Después de porfiar por ambos pitones, el español desistió y finiquitó al astado tras una faena breve.