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Lomelín evoca a su padre con la espada (video)

Domingo, 08 Jul 2012    México, D.F.    Juan Antonio de Labra | Foto: Nacif           
En el arranque de la Temporada Chica de la Plaza México
El debutante Antonio Lomelín, hijo del aguerrido acapulqueño del mismo nombre, cortó la primera oreja de la Temporada Chica en la Plaza México, aunque no sin cierta polémica, tras realizar una faena entonada que remató de una ejemplar estocada.

Y fue así, con el fácil manejo de la espada, como hizo honor a la memoria de su padre, que en este coso regó su sangre y también se cubrió de gloria muchas tardes de su trepidante carrera. Pero no se parecen, casi en nada. Y quizá eso sea bueno, porque este joven Antonio debe seguir con su camino, a su manera, y sin apoyarse en aquel grato recuerdo de uno de los toreros más valientes y recios que ha tenido México.

De la novillada de Los Cues se esperaba mucho más, si consideramos su buena procedencia, aunque bien dicen que una ganadería es algo muy personal y desde que murió don Javier Garfias, uno de los mejores criadores mexicanos de la historia, lamentablemente, ninguno de sus hijos recogió su legado genético como tal vez él hubiese deseado.

Así que estos novillos ya proceden de empadres que no hizo el viejo socarrón del eterno puro, sino sus hijos –o nietos, también–, de tal suerte que algo se notó que no andaba bien, sobre todo aquella incierta acometida a los capotes y a los picadores, donde ciertamente los ejemplares de Los Cues fueron deslucidos y, varios de ellos, mansearon en más de alguna ocasión.

Y Lomelín sorteó en primer lugar a un novillo casi ilidiable, corrido en tercer lugar, que a las primeras de cambio se paró y no hubo manera de hacerlo embestir, así que el joven espada no pudo mostrarse.

Consciente de que debía pisar el acelerador un poco más fuerte, en el sexto comenzó con un péndulo, que le salió muy limpio, y en seguida le plantó cara a un novillo cárdeno de incómodas embestidas, pues acudía rebrincando y con la cara demasiado suelta. No obstante, el torero Coahuilense, criado en Pachuca, hizo lo suyo y le robó muletazos meritorios ante la mirada escéptica de un sector del público que nunca terminó de darle crédito.

Algunos adornos tuvieron sello, como un par de desdenes y los pases de pecho, en los que enseñó un concepto del toreo clásico y ortodoxo que difiere mucho de los procedimientos de su valiente progenitor, que a veces se arrebataba en exceso con aquel temperamendo indómito que lo caracterizaba.

A la hora de entrar a matar lo hizo con la mirada fija en el morillo y colocó una magnífica estocada, meritoria evocación de su padre, que aprendió la suerte de matar gracia a la sabia enseñanza del maestro Pepe Alameda,  y la ejecutaba con gran pureza. Cuando le concedieron la oreja, las protestas no se hicieron esperar, y vamos a ver de qué está hecho este Antonio la tarde de su repeticón. No hay que apurarlo y darle tiempo, pues tiene cositas.

Efrén Rosales fue fiel a su estilo y salió a dejarse la piel en el ruedo, en una actuación muy típica del novillero que quiere sobresalir pronto en la profesión. Sin embargo, su falta de experiencia lo traicionó en algunos pasajes y hasta sufrió una fuerte paliza de la que sacó un corte debajo de la ceja izquierda.

Sus mejores pasajes los consiguió con el segundo de la tarde, un novillo capacho que era agradecido cuando se le hacían bien las cosas. Y fue por el pitón derecho por el que Efrén le dio muletazos sabrosos, largos, despatarrado y calentando el cotarro.

Las bernadinas finales fueron de un gran aguante y lo malo fue que se atracó tanto de toro que mató de una estocada muy contraria que generó inconformidad en el público.

En el quinto no supo estructurar mejor una faena intermitente, ante un novillo de pelo colorado que resultó violento. Su verdor quedó en evidencia y sólo pudo hacer patente su voluntad de triunfo.

Santiago Fausto pasó de puntillas por La México, tras cumplir con una actuación desangelada, sin la fuerza anímica que representaba –en un principio– su reaparición en este coso tras mucho tiempo de ausencia. Y aunque tuvo a favor el lote más potable del encierro, compuesto por un manso de libro que terminó tomando la muleta con docilidad, y otro novillo, el cuarto, que tuvo un buen pitón izquierdo, se le notó sin la ambición para imponerse y sacar la casta.

Sólo consiguió algunos redondos de buena factura con el primero, al que metió en la muleta a base de acosarlo. Para colmo de males, su manejo de los aceros fue deficiente y se salvó de que le echaran vivo a los corrales al segundo ejemplar de su lote. Ojalá que esta desafortunada tarde le sirva para hacer un examen de conciencia y venirse arriba, pues cualidades tiene –ya demostradas con anterioridad en este mismo escenario– para desenvolverse en tan difícil profesión.

Ficha
México, D.F.- Plaza México. Primera novillada de la Temporada Chica. Unas 4 mil 500 personas en tarde con intermitentes ráfagas de viento, y unas cuantas gotas de lluvia, además de muy soleada al principio. Novillos de Los Cues, correctos de presentación, pero de hechuras desiguales, descastados en su conjunto, de los que sobresalió el 4o. por su nobleza. Pesos: 375, 400, 380, 377, 370, 360 y 368 kilos. Santiago Fausto (azul celeste y oro): Silencio tras aviso y pitos tras dos avisos. Efrén Rosales (verde esmeralda y oro): Ovación tras aviso y palmas. Antonio Lomelín (azul rey y oro): División y oreja con protestas. Sobresalió en varas José Sánchez "El Miura" y con las banderillas Gabriel Luna, que saludó. Sergio González bregó con temple y precisión y colocó banderillas con mucha eficacia. Rosales sufrió un corte debajo de la ceja izquierda.

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