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Faena de torero macho de Castella en Madrid

Jueves, 17 May 2012    Madrid, España    Juan Antonio de Labra | Foto: Juan Pelegrín | las-ventas.com         
Le cortó una oreja al toro que lo hirió

La expectación que había en la plaza en el primer lleno de San Isidro era desbordante, sobre todo porque el cartel estaba muy equilibrado y contaba con la presencia de figuras de relieve; tres toreros con sello propio, triunfadores de ediciones pasadas de la feria venteña.

Y sin llegar a romper la corrida del toro, con triunfos clamorosos, tampoco se puede afirmar que el público salió decepcionado. Para nada, pues a lo largo del festejo se vivieron diversos pasajes de gran interés, artísticos y también de peligro.

En este sentido, Sebastián Castella protagonizó la gesta de la tarde, pues no se inmuto con la cornada que le infirió el primer toro de la corrida, cuando intentaba pasarlo de muleta en el inicio del trasteo, y así permaneció, sangrando un poco de la entrepierna, con una férrea determinación de triunfo.

Y después de aquel golpe seco de un toro boyancón, que se movía sin ninguna clase, el francés le plantó cara con gallardía y se lo zumbó por los dos pitones, sin importarle que, a veces, la muleta estuviese flameando con los embates del viento.

El público madrileño se entregó a Sebastián cuando cuajó una excelente serie por el pitón derecho. Reunido y firme, se enroscó una y otra vez por la faja las violentas embestidas del toro de El Ventorillo en una faena emocionante.

A la hora de perfilarse para entrar a matar, un silencio tremendo recorrió la plaza, y ese público bullicioso y distante de Las Ventas, que se distrae fácilmente o protesta a las primeras de cambio, se quedó calladito para ver una estocada rotunda que le permitió a Castella cortar una oreja con fuerza.

El francés dio la vuelta al ruedo con parsimonia, luciendo el trofeo que pagó con sangre, y cuando todo mundo pensó que se marcharía a la enfermería, decidió quedarse para continuar la lidia, un detalle de hombría que le honra.

Sin embargo, con la puerta grande entreabierta, ya no pudo dar cauce a ese sentimiento tan recio, pues el cuarto fue un toro deslucido que duró muy poco, y aunque Sebastián trató de buscarle las vueltas, ya no hubo forma de redondear el triunfo. No obstante, su actitud quedará como uno de los acontecimientos significativos del ciclo.

Todo mundo deseaba que José Mari Manzanares se encontrara a gusto con un toro, y fue el noble segundo, anunciado con el hierro de Toros de Cortés, el que permitió al alicantino sacar a relucir su peculiar manera de ser y de estar en el ruedo, en una faena que tuvo sus momentos más ligados al comienzo.

Metido en la pala del pitón, girando armoniosamente sobre los talones, el hijo del maestro corrió la mano a placer en redondos de mucha estética que fueron jaleados fuertemente por la gente. Otros detalles como cambios de manos y diversos adornos, dieron cohesión a una faena atractiva que remató de un volapié en el que se quedó en la cara hasta conseguir ahondar el estoque, un hecho ventajoso que no gustó nada a la gente, sobre todo al sector más duro de la plaza que, como es habitual, se metió con los toreros en varios momentos de la tarde.

El trasteo al peligroso quinto fue un portento de aguante, y Manzanares se impuso con entrega en cada muletazos, pues la voltereta estaba cantada. Esta faceta de valiente no correspondía con su forma concebir el toreo, pero en un festejo de tanta responsabilidad.

Alejandro Talavante se gustó mucho al torear de capote al sexto, al que hizo un magnífico quite combinado que se compuso de dos mandiles, una chicuelina casi frente, con el compás abierto, y una hermosa media verónica.

La gente lo estaba esperando tras el triunfazo del año pasado, cuando realizó la mejor faena de la feria, y se toparon con ese torero sincero y de tanta expresividad, que tuvo que sobreponerse anímicamente a la reciente pérdida de su abuelo materno, al que brindó uno de sus toros al cielo.

La faena dejó pinceladas de su abigarrado estilo, y el público de Las Ventas vibró con varios muletazos que estuvieron preñados de inspiración, como un cambio de mano que fue portentoso. El errático uso de la espada lo marginó de tocar pelo, pero dejó constancia de su inconfundible tauromaquia.

Con el tercero poco pudo hacer, pues el toro llegó sin fuerza y deslucido a la muleta. La faena se diluyó en medio de la valentía y las ganas de agradar, consciente de que en Madrid hay que remar siempre contracorriente.

Ficha
Las Ventas de Madrid, España. Octavo festejo de la Feria de San Isidro. Lleno. Cinco toros de Victoriano del Río, desiguales en presentación y hechuras, de los que destacó el 2o., y uno de Toros de Cortés (3o). Pesos: 533, 545, 542, 570, 543 y 570 kilos. Sebastián Castella (lila y oro): Oreja tras aviso y silencio tras aviso. José Mari Manzanares (azul pastel y oro): Ovación tras leve petición y ovación. Alejandro Talavante (negro y plata): Palmas y ovación tras aviso. El parte médico de Castella es el siguiente: "Herida por asta de toro en el tercio superior de la cara interna del muslo derecho. Trayectoria de 10 centímetros hacia dentro que alcanza el pubis. Pronóstico reservado". El percance no le impidió continuar la lidia. Destacaron en banderillas Curro Javier y Juan José Trujillo, que saludaron.

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