Arturo Macías cuajó una entonada faena al primero de su lote en la cuarta corrida de la Feria de Texcoco, pero perdió las orejas por fallar con el acero, algo que le volvió a ocurrir con el sexto, mientras que Garibay dejó importantes destellos y Ortega no tuvo suerte.

Este ejemplar de Espíritu Santo, que saltó al ruedo en tercer lugar, tuvo nobleza y recorrido, metiendo la cabeza con clase y permitiéndole a Macías bordar un trasteo que tuvo variedad como principal cualidad, además de gusto y mucha transmisión de cara a los tendidos de la "Silverio Pérez".

Recargado en la barrera, en una estampa de torero antiguo, comenzó a torear por alto, para luego endilgar series con la diestra en las que embarcó perfectamente las embestidas del burel y se recreó templando, combinando detalles de inspiración como muletazos de rodillas y otros mirando hacia el tendido, mientras las notas de la "Pelea de Gallos" resonaban como himno de batalla.

Y aunque el pitón izquierdo no era el mejor del toro, el hidrocálido regaló naturales de limpio trazo y largueza, impregnados con el carisma de este torero al que la afición texcocana quiere y admira. Embriagado de torear, quizá se pasó un poquito de faena y el toro ya no le ayudó en la suerte suprema, perdiendo las dos orejas y poniéndose pesado con la toledana.

Estoico fue el quite por gaoneras que regaló delante del sexto de la corrida, otro toro que, sin la calidad de su primero, se rpestó para el lucimiento. Y aunque tardó un poco en encontrarle el son, Macías terminó por estructurar una faena vibrante y un tanto eléctrica que tuco eco en la afición.

Y cuando tenía ganada por lo menos una oreja, la más de emdia estoicada no fue suficiente para que doblará el ejemplar, teniendo que recurrir a la espada de descabellar. Y así, tras un aviso, saludó una fuerte ovación desde el tercio.

Por momentos pudo Ignacio Garibay dejar constancia de la clase que atesora y de un empaque muy especial, aunque no pudo redondear el triunfo en su actuación de hoy. El primero de su lote fue un cárdeno que tenía transmisión y acudía con fuerza, aunque no lo hacía en más de cuatro muletazos por serie.

Nacho le fue paciente y aprovechó su fuelle, logrando recios muletazos y otros tantos con mucha calidad. Como el toro vino a menos, el torero supo inteligentemente cortar a tiempo la faena y, si no tocó pelo, fue por no estar certero con los aceros.

Con clase comenzó embistiendo a la muleta de Garibay el quinto de la tarde, permitiendo que el inicio del trasteo fuera bellísimo, pues Nacho dibujó momentos de elegante acabado, ligando y gustándose mucho en esas primeras series.

Fueron tres tandas que hacían presagiar una faena de las grandes, de esas llenas de arte, pero el toro vino a menos y terminó apagándose en un instante. Si ya por naturales no tragó, tampoco lo hizo cuando Garibay volvió a citarlo por derecha, una verdadera pena. Pero los instantes logrados bien valían un trofeo, posibilidad que se esfumó gracias a la espada.

Rafael Ortega tuvo una actuación esforzada, pero no hubo tela de donde cortar y pasó fatigas hasta para poner banderillas; eso sí, no escatimó esfuerzos para complacer a la gente. Es cierto, el primero de la tarde tenía nobleza a raudales, pero era tardito y terminaba deslucido, así que solamente pudo dejar destellos el tlaxcalteca.

Su segundo fue un marmolillo que no tuvo un pase; Rafa lo intentó, tanto de capote, banderillas y muleta. Ya en la faena, al ver que los esfuerzos eran inútiles, lo toreó por la cara y abrevió.