Federico Pizarro se llevó la tarde en la plaza Jorge "El Ranchero" Aguilar de Tlaxcala, pues paseó tres orejas y salió a hombros al término del festejo, mientras que Jerónimo y el salmantino Eduardo Gallo no tuvieron suerte y se fueron de vacío.

Da la impresión que Federico ha entrado en una segunda etapa de su carrera, en la que se nota disfrutando el toreo por la madurez y experiencia adquiridas como lo demostró en su actuación de hoy; el cuarto del festejo se revolvía con codicia sobre el capote del torero que resolvió bien y posteriormente se lució girando con ritmo en las navarras.
 
Un muletazo inicial por la espalda hizo sudar las manos, al cambiar el viaje del toro a cortísima distancia arriesgando en serio, como serio era el animal por sus hechuras y su comportamiento que no permitía errores; Pizarro, con disposición, estructuró su faena hilvando muletazos de aguante y mando que culminaron con un estocadón en la yema que hizo morder el polvo al de Tenexac, se le concedió una oreja añadiéndose la segunda por insistente petición.
 
Con seguridad lanceó al abreplaza rematándolo pintureramente, luego le vimos chicuelinas y mandiles de lenta ejecución que le valieron fuertes palmas; el toro tuvo calidad y también debilidad. No obstante, Federico midió las facultades sacándole mayor partido del que se presumía lo que influyó en la respuesta del público, pues pese a la estocada caída pidieron la oreja que se llevó en la espuerta.
 
El matrimonio y la llegada de su primogénito le ha sentado a Jerónimo, pues aunado al sabor con el que interpreta el toreo también se nota con firmeza, y si esta tarde no tocó pelo fue a causa de sus fallos con la tizona; sin embargo ahí quedaron esas bellas verónicas al cardenito que hizo segundo y jamás abrió el hocico, mientras el diestro se recreaba en muletazos por ambos lados clásicamente rematados, conjuntando un trasteo para el gusto de los asistentes que le sonaron las palmas.
 
Echó las rodillas a la arena frente al quinto para una larga afarolada y de pie lanceó aseadamente; en los albores del trasteo, unos molestos alcoholizados distraían a la concurrencia, pero Jerónimo pudo centrar nuevamente la atención en lo que hacía, como los sentidos naturales y las trincherillas, lamentablemente un pinchazo enfrió a la gente que al final le tributó fuerte ovación.
 
Se presentó en esta plaza el español Eduardo Gallo dejando ver su calidad desde que se abrió de capa ante el tercero, así como su técnica y oficio al muletear presentando el engaño bien cuadrado; destacaron los naturales largos y tersos que fueron lo mejor de su faena, misma que se redujo a una vuelta al ruedo tras haber pinchado.
 
El sexto fue débil y además desarrolló sentido, los lances de recibo fueron simple trámite; dichas condiciones del burel se acentuaron en el tercio mortal, donde vimos al torero exponiendo con firmeza ya que el toro se quedaba y lo buscaba, logró extraerle meritorios muletazos que malogró con el pincho sonando un aviso antes de las fuertes palmas al doblar la res.