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Tauromaquia: De Pavón a Bilbao

Lunes, 31 Ago 2015    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna de este lunes en La Jornada de Oriente
Una vez decretado por el congreso de Coahuila el fin de la fiesta brava, tal como desde hace un par de siglos se conoce, Carlos Hernández González (Carlos Pavón para los iniciados), novillero, ganadero de bravo, amigo dilecto y autor de numerosas obras sobre temas taurinos –la última una biografía de El Ranchero Aguilar– regresa, en un texto sin desperdicio, a la tesis que había sustentado en la primera de ellas, "Sin sangre, Pajarito".

Como introducción, reproduce los fragmentos básicos de aquellos artículos que contienen e intentan dar sustento a las leyes antitaurinas vigentes en Cataluña, Canarias y nuestro Sonora, además de citar entradas de wikipedia donde se nombra a algunos de los intelectuales y antitaurinos más connotados (como si no pudieran contracitarse otros tantos, mucho más interiorizados en el asunto, que a lo largo de más de cien años se han declarado partidarios firmes e incluso apasionados de las corridas de toros, su celebración, sus protagonistas –el toro y el torero-- y su significado).
De wikipedia, Pavón subraya este párrafo lamentable: los defensores del toreo afirman que el toro de lidia no existiría si no fuera por las corridas de toros… los antitaurinos afirman que los toros bravos no existen porque existan las corridas, sino al contrario, que las corridas existen porque los toros bravos ya existían. Tautología tan elemental mal puede servir para entablar polémica alguna: de ese jaez suelen ser los argumentos del abolicionismo.

Pero, en fin, parece que nuestro amigo se da por vencido, y entre pugnar por el respeto a la tradición que tanto amamos, y dar su brazo a torcer a los animalistas a quienes horroriza la lidia y muerte del toro bravo –los hay incluso refractarios a consumir productos que no sean exclusivamente vegetales, pero la mayoría seguro que mantiene la dieta a base de proteína animal con que todos fuimos criados, elige esa tercera vía que supondría la supervivencia de una tauromaquia sin derramamiento de sangre bovina, como la mejor manera de contentar a los dos bandos y llevar la fiesta en paz, dado que, para Carlos, los que quieren que vuelvan a celebrarse corridas tradicionales (en lugares donde han sido prohibidas) están en la posición de todo o nada, lo cual es un error pues la respuesta sería: NADA. Sepan toreros y aficionados que los ganaderos (al menos unos cuantos y yo) sí aceptaríamos lidiar nuestros toros en forma incruenta. La crianza del toro bravo seguirá pase lo que pase, a pesar de que las autoridades coarten la libertad del ciudadano.

Dada la gravedad de los ataques abolicionistas que se multiplican día con día en los países taurinos del mundo –insistiré siempre que infundados y basados en el impulso taurofóbico de moda, malamente disfrazado con razones espurias, la propuesta de Pavón es atendible, por mucho que nosotros no nos imaginemos una tauromaquia asépticamente incruenta. Si de por sí cuesta un mundo lograr que las corridas, sobre todo en México, conserven la mínima dignidad, cuesta no asociar ese toreo incruento a los patéticos ensayos del pasado en "cosos" de Houston y Las Vegas –o, para el caso, Cancún. Triste remedo del arte que tanto amamos. Arte único y sin parangón. Y cruento, pero no cruel. Bilbao 2015.

Cuando parecía que el rotundo triunfo de El Juli, el jueves, con los de Garcigrande, sería irremontable, Diego Urdiales se encontró con el toro de su vida, un Alcurrucén de hechuras impecables –castaño, muy en tipo y bravura siempre a más. El resultado, una hermosa faena de corte clásico, sólida estructura y enorme sutileza en los trazos. Y como la clausuró una estocada irreprochable, las dos orejas fueron a parar a las manos del artista de Arnedo, que ya había cobrado una de su primero y abrió la puerta grande de Vista Alegre, el pasado sábado, por única vez en las Corridas Generales de 2015.

Entre esas dos fechas –27 y 29 de agosto– se encierra lo mejor de la feria bilbaína. Lo que no significa que el encierro de Jandilla, corrido el martes 25, no haya sido el más completo del ciclo. Tanto que hsta se elucubró sobre el posible indulto del segundo de Padilla, que atemperó su toreo de combate e hizo cosas magníficas, aunque sin llegar a las alturas del extraordinario ejemplar de, "Ferretero" de nombre, premiado con la vuelta póstuma. Esa tarde, El Cid desorejó a un quinto toro muy pastueño, y José Garrido al encastadísimo tercero. Y Padilla toreó a placer al suavísimo primero. Gran tarde, pues, para la divisa de Borja Domecq.

El jueves, El Juli también se elevó al Olimpo de los más grandes. Fue con el quinto de Garcigrande, gran toro cuya casta brava había que domeñar para poder aprovechar su potente y largo recorrido. Y Julián lo hizo sin pestañear, más clarividente y templado que nunca. Y redondeó un faenón, con la mácula del espadazo trasero y algo desprendido que sirvió al juez para negar la segunda oreja, ruidosamente solicitada. La misma que el propio Matías González concedería a el sábado a Urdiales por una labor de tono muy distinto.

De los únicos dos diestros que escrituraron dos tardes este año, Ponce fue el mejor librado. Ya había exprimido al primero de un decepcionante lote de Juan Pedro, el día 26, y se llevó una oreja de “Repique”, que abría la estupenda corrida de Garcigrande. El otro, Miguel Ángel Perera, también pudo cobrar algún apéndice –lidió Garcigrande y Alcurrucén, pero sus mellados aceros lo impidieron.

En cuanto a Joselito Adame, sucedió exactamente lo que ya temíamos: los de El Puerto de San Lorenzo carecieron de clase y se agarraron pronto al piso, y su cumplidora labor quedó sin eco. De poco le valió estar muy por encima de un mal lote, alegrar la tarde en quites y cobrar una magnífica estocada que, de haber sido propinada a si primero, tal vez hubiera alcanzado premio.  La respuesta de una plaza semi vacía fue casi nula, de lo cual, por cierto, se quejaba también Juan del Álamo, que redondeó una buena faena con el único embestidor del desabrido sexteto salmantino; le dieron la oreja, pero la poca gente que había apenas lo tomó en cuenta.

Con el de Urdiales, el otro triunfo contundente fue el de Andrés Roca Rey al abrir boca y feria. Está el peruano incontenible y les cortó tres orejas a los utreros de El Parralejo el domingo 23. Con un sitio, un celo y una tauromaquia llegadora y fresca, Roca se confirmó rey de la novillería, enlazó a sus anteriores triunfos en Madrid, Sevilla y Pamplona la conquista de Bilbao y justificó la alternativa que recibirá en la feria septembrina de Nimes.

Algunos apuntes como colofón. El clan de figuras se siente más cómodo cuando alternan entre ellos –Ponce, Morante, Manzanares con juampedros; Ponce, Juli y Perera con los de Garcigrande– que cuando ceden espacio a un tercero, a riesgo de que se les vaya por delante –honra a Perera y a Castella (que anduvo muy firme y torero toda la tarde) haber aceptado a Urdiales como primer espada. Eso sí, ni un pitón para Joselito Adame, no vaya a ser que su infatigable entrega exhiba tanto apego a la comodidad. Siempre será menos expuesto hacerle un hueco a El Pana –como Morante y Talavante en Antequera, que le llega al público con sus cosas sin ponerlos en jaque taurinamente hablando. Por cierto, El Brujo de Apizaco cobró esa tarde (domingo 23) una oreja y dio en el otro la vuelta al ruedo, con torillos de Vegahermosa muy justos de presencia y pitones.

En cuanto a Morante, abroncado en Bilbao por quitarse de delante sin más trámite a dos desabridas mesas de billar, Talavante decidió imitarlo y de paso cargar con las iras del público, soliviantado por el triste aspecto y nulo juego de un sexteto de Antonio Bañuelos inexplicablemente admitido por el severo presidente bilbaíno. Al parecer, el extremeño ha tomado nota del buen resultado que le está dando al de la Puebla el número del mitin, que entre nosotros cultivó con esmero Manolo Martínez, siguiendo los buenos consejos de su padrino y paisano Lorenzo Garza:"Que hablen de ti, aunque sea mal".



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