El pasodoble de este título fue estrenado en Valencia un jueves de Corpus y había sido creado por Antonio Álvarez Alonso en Cartagena, a principios de 1902. La letra es posterior, obra de José Antonio Álvarez Cantos, sobrino del compositor, que la escribió para ser entonada por Estrellita Castro en la película Suspiros de España (1938), cuyo tema tiene que ver con el exilio. Una versión corta es interpretada por Diego El Cigala en Soldados de Salamina, de David Trueba (2003). Se trata, sin duda, de uno de los pasodobles más bellos y representativos del género. Y cuando suena en una plaza de toros, nos hace sentir y tocar la gloria.
Doble resurrección
Suspiros de España acompañó, el domingo de Resurrección, la primera faena de Espartaco en la Maestranza, a un toro de Juan Pedro Domecq coloradito y noble, que repetía con dulzura sobre la muleta del torero de Espartinas, quien había anunciado su despedida luego de muchos años sin vestir el terno. Mas se le vio tan a gusto y tan puesto como si llegara de torear cuarenta corridas. Así de intensa y seria debió ser su preparación para el suceso.
Con ese segundo y con el cuarto de la tarde, castaño girón, que duró menos pero también embestía con claridad, Juan Antonio Ruiz fue el mismo de antes, nunca un torero de aromas –aunque le brindara el primero a Curro Romero, presente en un tendido alto-- sino de poder, saber, valor y responsabilidad, puestos al servicio de un toreo templado y funcional, como comprobarían de sobra los aficionados que no alcanzaron a verlo en las décadas 80 y 90 años del siglo pasado, cuando mandó más que nadie y pudo con todo, incluidos los esquivos entendidos del 8 y del 7 en Las Ventas, que así fuera a regañadientes acabaron por aceptarlo, con ese estilo sin muchas estrecheces pero amplio y cabal que este sevillano –de pelo rubio entonces, y hoy entrecano--, imponía a las reses más remisas, a fuerza de exacta colocación y preciso pulseo. Y que hoy regresó, para decir adiós, más profundo y asolerado que nunca.
A diferencia de Madrid, Sevilla, su afición, siempre fueron suyas, por eso han saboreado como pocas veces el triunfo de su torero, que salió a oreja por toro y al final fue paseado en hombros por un nutrido grupo de coletudos entre los que sobresalían Juan José Padilla, El Tato y Salvador Cortés, apenas aspirantes o niños pequeños por los años en que Espartaco dominaba el toreo de su tiempo. Y así se lo llevaron por la Puerta del Príncipe, que se abrió para él aunque no haya sumado los tres apéndices preceptivos. Como si el arte y el sentimiento tuvieran que someterse a medida.
Oreja a Borja Jiménez
Otro torero rubio y andaluz, el joven Borja Jiménez, tomaba la alternativa la misma tarde en la Maestranza, escenario, pese a su corta edad, de sólidos triunfos novilleriles. Los refrendó con el cierraplaza, un negro mulato de seria arboladura que se rebozaba en sus embestidas sin arredrar al nuevo espada. Lo había saludado con los mejores lances de la tarde –tuvieron ritmo y sabor, aunque le faltó embraguetarse—e inició faena con un cambiado por la espalda, ceñidísimo. La faena, derechista, en tandas de no más de cuatro muletazos rematadas con el de pecho zurdo a la hombrera contraria, abundó en las cualidades señaladas. Y sin ser de clamor resulta altamente promisoria, entre otras cosas porque a la decisión mostrada por el chico hay que agregar que posee sello propio y muy buen corte de torero. Le dieron la oreja.
El hombre de negro
A José María Manzanares, que no cortó nada, le tributaron una ovación sentida y larga no bien quedó roto el paseíllo. Era en recuerdo de su padre, ese artista del toreo fallecido el año pasado que tuvo en la Maestranza una de sus plazas fuertes. También, acaso, por el gesto de reconciliación que tuvo hacia la deplorable empresa sevillana, deponiendo la huelga de trastos y estoques caídos que le decretara hace un año el extinto G-5, al que efímeramente perteneció. Mientras Morante, El Juli, Perera y Talavante mantienen el veto, Manzanares hijo cumplía la primera de cuatro tardes en la feria de abril. Lo hizo vestido enteramente de negro –catafalco y azabache, que dicen los cursis—y estuvo bien a secas. Tuvo un buen quinto toro y lo muleteó con cierta celeridad pero con ceñimiento, dominio y temple. Y no le cortó la oreja porque, raro en él, falló con la espada.
Joselito se estrena sin suerte
Joselito Adame, el único mexicano que hará este año una campaña decente en Europa, la empezó el lunes 6 toreando la última corrida de la feria del arroz en el coliseo romano de Arles. De arrogante estampa los de Baltasar Ibán, estuvo José a la altura de su excelente primero, al que dio lidia completa excepto con la espada. Por eso el aviso y la simple salida al tercio. El otro, ovacionado de salida, no podía dar paso sin caerse y hubo que abreviar.
El triunfador neto fue Juan del Álamo, que en los últimos años no ha dejado de progresar. Si redonda su faena a “Camarito”, el toro de la tarde, más torera aún su porfía ante el reservón sexto, trabajo tan interesante como intenso, cercando sin prisas al de Ibán hasta extraerle cuanto llevaba dentro. A este lo desorejó por partida doble porque la estocada tuvo la contundencia que faltó en el anterior, dejando su ganancia en un apéndice. Salió en hombros. Primer espada había sido El Cid, que se ahorró problemas tirando por la calle de en medio.
Feria de Puebla
Como cada año por estas fechas, El Relicario disimulará once meses de incuria y abandono para abrir sus puertas a unos cuantos festejos de feria. Desdichadamente, no se confirmaron las participaciones de Joselito Adame y Morante de la Puebla, aunque a última hora se agregó el nombre de Enrique Ponce, primer espada de un cartel hispanomexicano de ocho toros y cuatro alternantes: Ponce, Talavante, Saldívar y Sergio Flores. Sin duda el más redondo de la serie, aunque despierten escepticismo las reses, usualmente anémicas, de Julián Handam. Es lo que exigen los hispanos y hay que cuadrarse, no olvidar que estamos en México.
Eso será el 5 de mayo, a partir de las seis de la tarde. Antes, la noche del 25 de abril, abrirá feria Hermoso de Mendoza ante dos de Los Encinos; los cuatro que despachen Mario Aguilar y Juan Pablo Sánchez procederán de San José. La segunda, el 1 de mayo, en horario asimismo nocturno, la torean Mónica Serrano a caballo y Arturo Macías y Fermín Rivera a pie, éstos con reses de Xajay, la rejoneadora con dos de San Pablo y los Forcados de Puebla. Y el cierre se dará el 9 de mayo por la tarde, con novillos de Raúl Cervantes para los Pepes Zavala y Arregín, mexicanos, y el hispano Ginés Marín, reciente triunfador de las Fallas de Valencia.
Veremos cómo viene el ganado y qué precios fija la empresa –la que el gobierno ha decidido, sin licitación ni engorrosos guiños democráticos--. De lo primero depende que existan posibilidades de toreo auténtico. De lo segundo, que la gente se anime a acudir al coso del Cerro.