Salvo lo que suceda en su encerrona del domingo en Saltillo, Arturo Macías seguramente guardará en un lugar especial de su carrera este fin de semana: Triunfo en el festival de un compañero herido el viernes, triunfo y disfrute el sábado en una corrida de feria, y el ánimo por las nubes para afrontar su encerrona del domingo.
Recibió las orejas del tercero de la tarde como justo premio a una faena medida, con pulso, imaginación y entendiendo a cabalidad el fondo de nobleza que tuvo el de Los Cués, a pesar de su justa fuerza. Y justo en ello radicó la virtud del trasteo, ya que a pesar de tal condición toreó con variedad y dando el tiempo y distancia precisas para que nunca se perdiera el interés en el tendido.
Desde el capote toreó bien a la verónica y quitó por saltilleras, para después con la muleta aprovechar hasta la última embestida a pesar de las más veces en que el toro perdió las manos. Con la gente entregada terminó la faena por bernardinas, que antecedieron a un estoconazo que hizo rodar sin puntilla al noble garfeño, que hizo que el tendido se convirtiera en un palomar de entusiasmo. Dos orejas merecidas y arrastre lento al toro.
No pudo repetir color en el que cerró plaza, que no tuvo las buenas condiciones del otro de su lote, y que desde el capote midió las embestidas y cortó el viaje. Hizo el intento a pesar de las deslucidas condiciones del toro y aunque falló con la espada y tuvo que hacer uso del descabello se retiró entre aplausos primero para después ser sacado a hombros de la plaza.
Federico Pizarro fue silenciado en el que abrió plaza, otro toro noble aunque muy medido de fuerzas que dio la impresión de salir acalambrado del cajón y con el que estuvo empeñoso. En cambio el segundo toro de su lote, salido en cuarto lugar, resultó ser el de más movilidad del festejo, y aunque Federico dio muchos pases, nunca terminó de acoplarse y menos transmitir al tendido. El toro si acaso era un poco más brusco que el del triunfo de Macías, pero no fue aprovechado a cabalidad y también pasó de noche para la autoridad.
Por otras circunstancias, quién sabe qué tan imputables al torero, pero Ignacio Garibay se perdió la oportunidad de dejar ver al quinto del festejo, que tuvo una salida esperanzadora, la mejor del encierro, con fuerza, calidad en la embestida y fijeza. Lamentablemente su picador lo masacró en varas e incluso dio la impresión de lastimar el apoyo de la mano izquierda del de Los Cués.
Claro, después de ello el toro lastimeramente perdió las manos, se dolió, y aunque Ignacio quiso, el toro no pudo más.
Con su primero, noble, buscó el lucimiento y fue aplaudido tras escuchar un aviso.
Plaza de la Feria. Primera corrida de feria. Media plaza en tarde agradable y con ligeras ráfagas de viento. 6 toros de Los Cués, de presencia y hechuras desiguales, manejables en su conjunto, de los que sobresarlieron 3o., de arrastre lento, y el 4o. Pesos: 480, 469, 463, 467, 472 y 485 kilos. Federico Pizarro (azul marino y oro): Silencio y palmas. Ignacio Garibay (carmesí y oro): Palmas tras aviso y silencio. Arturo Macías (verde manzana y oro): Dos orejas y palmas.