Tauromaquia: Entre Josés anda el juego
Lunes, 03 Feb 2014
Puebla, Pue.
Horacio Reiba | Opinión
La columna de este lunes en La Jornada de Oriente
El otro domingo, al quitar del caballo a "Atrevido" previa vara convenientemente simulada, Joselito Adame tomó distancia, se echó el capote a la espalda, dio el pecho al de Montecristo y lo desafió toreramente. El bicho acudió sin tardanza, y a mitad de su recorrido el diestro dio media vuelta ofreciéndole la espalda y la cara amarilla del percal para girar con suavidad acompañando el viaje del astado; cuando "Atrevido" repitió sobre la tela, Adame ligó al primer lance otro de factura simular, por el pitón opuesto, y enseguida otro y otro más, hasta que dejó de girar a favor del viaje para aguantarlo de perfil en una especie de chicuelina invertida con el capote atrás, que engarzó a una revolera y ésta a dos lances al modo de derechazos con medio capote, y, como remate, una larga acordobesada –la original se engendra tal cual, pero con el engaño posado en la arena a toda su extensión; en cambio, José no mostró la tela desplegada sino recogida, lo cual hizo más ceñida su larga pero también menos amplia y elegante.
Como sea, el alboroto estaba ya formado y los nueve olés sucesivos se prolongaron en una ovación clamorosa mientras el torero se alejaba lentamente del toro con la capa al hombro. Habíamos contemplado el quite de la temporada, culminación de los gallardos lances de recibo y el torerísimo galleo por chicuelinas para llevar al toro al picador. Todo tan ligado, tan toreado y tan bello que daban ganas de salirse de la plaza. Por fortuna nadie se atrevió a hacerlo, pues nos esperaban un faenón consagratorio y una estocada monumental en la suerte de recibir. Para que la cosa fuera de rabo –y bien pudo Chucho Morales mostrar el pañuelo verde sin que nadie protestara– faltó quizá ese toreo al natural que la corta embestida de "Atrevido" por ese pitón frustró irremediablemente.
Habíamos contemplado, como escapado del túnel del tiempo, nada menos que el quite de oro, legendaria creación de Pepe Ortiz. Aficionados de la generación anterior alguna vez lo habrán entrevisto con Valente Arellano, en un salto de casi medio siglo. Y después, nunca más.
El Orfebre Tapatío
José Ortiz Puga (Guadalajara, 1902-México DF, 1975) fue un prodigio toreando de capa. En una época de artistas inmortales del primer tercio, varios de los cuales sobresalieron en el perfeccionamiento técnico y estético de la verónica, Pepe Ortiz consagró su arte al desarrollo de un tercio de quites basado en la suavidad, la precisión y el ritmo; suertes que acreditan su incomparable vena creativa son la tapatía, la orticina, el galleo por mandiles, el quite por las afueras y, entre otros que su inventiva y originalidad le iba sugiriendo sobre la marcha, el famoso quite de oro, del que Joselito Adame acaba de ofrecernos una bravía versión. Que las cotas artísticas más altas las lograra Ortiz moviéndose en perfecta armonía con el toro hasta producir una sensación como de ballet, lejos de demeritar su arte lo singularizó como algo absolutamente nuevo. Y muy suyo. Fue Pepe, además, quien rescató a la afición mexicana de la desolación y el marasmo en que la había hundido la retirada de Rodolfo Gaona.
José Ortiz, que precisamente fungió como sobresaliente la tarde del adiós del Indio Grande (12-04-25), recibió la alternativa en El Toreo de manos de Chicuelo con el toro "Garlopo" de Atenco (02-11-25), y se la confirmaron Juan Belmonte en Barcelona (20-06-26) y José Roger "Valencia I" en Madrid (10-07-27). Si en España toreó poco, en México fue ídolo, hasta donde lo permitieron primero las cornadas –varias de ellas en el primer tercio, al chocar su irrenunciable tendencia a la exquisitez con la bronquedad de aquellos toracos recién salidos del chiquero–, y a partir de los años 30 el arribo de las grandes figuras de la edad de oro del toreo mexicano, que revolucionaron el último tercio y fueron relegando al Orfebre. Aún así, bastaba la belleza soberana de un quite o una larga cordobesa para quitarles años a los orticistas de siempre y encandilar a los jóvenes, que contribuyeron con sus ovaciones a su conmovedora despedida, en un mano a mano con Lorenzo Garza (14-03-43) y con "Espía" de La Laguna como el último astado de su hermosa trayectoria.
El quite de oro
¿Por qué se conoce así al lance fugazmente revivido el domingo pasado por Joselito Adame? Sencillamente porque le permitió a Pepe Ortiz obtener la Oreja de Oro de 1934, en pugna con alternantes de la talla de Armillita, Domingo Ortega, Chucho Solórzano, Alberto Balderas y Luis Freg. No salieron fáciles los de La Laguna ni se cortaron apéndices esa tarde (28-01-34), pero los sutiles trazos del Orfebre Tapatío llevando el capote a la espalda para dibujar aquellos lances nunca vistos provocaron tal conmoción que el público de El Toreo no sólo le obligó de inmediato a dar la vuelta al ruedo entre un diluvio de prendas –mismo homenaje que se reiteraría a la muerte de "Periodista", tras aseada faena de muleta–, sino que, al finalizar la corrida, suya fue, por aclamación unánime, la presea áurea. De ahí la denominación de quite de oro con que enseguida se bautizaron aquellos lances de milagrería.
Parece ser, sin embargo, que no era la primera vez que su autor lo practicaba. Robert Ryan, el matador estadounidense, que precisamente hizo sus pininos como torero al amparo de Ortiz en la ganadería guanajuatense que tuvo Pepe, ha publicado una fotografía del legendario maestro ejecutando el mismo lance en la plaza de Granada, hacia 1931. Pero después de aquella tarde gloriosa de la Oreja de Oro de 1934 en El Toreo, con "Periodista" de La Laguna, no se sabe que el Orfebre, que cuajó tantos toros con el capote, haya repetido su singular hallazgo.
El León de Tetela
Otro antecedente ilustre, relacionado esta vez con la seguidilla de triunfos capitalinos de Joselito Adame, es el de José Huerta Rivera (Tetela de Ocampo 1934-Mexico DF 2001), Joselito Huerta en los carteles y en la historia del toreo. Si el joven Adame ha ligado tres salidas en hombros en tres tardes consecutivas, el poblano fue constante triunfador de la México en varias temporadas distintas. Para abrir boca, en la de su de presentación como matador, fresca aún la alternativa sevillana (29-09-55, de manos de Antonio Bienvenida y con "Servilleto" de Felipe Bartolomé, al que le cortó su primera oreja).
A José lo confirmó en Insurgentes otro Antonio (Velázquez) el día de navidad del mismo año 55, y a la oreja del de la ceremonia ("Limonero", de La Punta), iba a añadir el de Tetela siete más –sin dejar de tocar pelo una sola tarde-- en sus cuatro actuaciones de esa temporada, más los rabos de "Talismán" de Piedras Negras (22-01-56) y "Motorista" de La Laguna (05-02-56). Y de ribete, en su siguiente presentación capitalina –tres años después– cobraría el rabo de otro lagunero, "Recaudero" (22-02-59), y tras la grave cornada de "Lanzador" de Coaxamaluca–cuando había cortado ya un par de apéndices (15-03-59)–, indultó a "Cantarito" de Valparaíso (10-05-59).
Otra temporada redonda de Huerta fue la de 1962-63: en tres tardes, seis orejas y petición de rabo –tras la asombrosa faena con "Macareno" de Jesús Cabrera (06-01-63)–; su gesta incluyó una tarde de tres apéndices –dos de ellos por el faenón a "Romancero" de Mimiahuápam, pese a pinchar (23-12-62)– y concluyó desorejando a "Tecolote" de La Laguna (23-02-63).
Una década después, y tras un año recuperándose de la cornada, virtualmente mortal, que le infligió "Pablito" en El Toreo (30-11-68), el León de Tetela continuaba pisando fuerte. Tanto que sellaría con corte de tres auriculares y el rabo de "Rebocero" de José Julián Llaguno su feliz reaparición en la México (31-01-71); a los ocho días desorejaba a "Alteño" de Cerro Viejo, y en su siguiente actuación se adueñaría del Estoque de Oro (24-02-71). Y cuando, ese mismo año, la rotura de un un aneurisma casi lo mata, regresó operado de Suiza para cortar otro apéndice del primero que le soltaron ("Pintor", de José Julián Llaguno: 13-02-72), no le dio cuartel a Manolo Martínez en su siguiente actuación –rabo para ambos, el de "Vagabundo" de Valparaíso para José– y terminó su temporada en cerrada pugna con el regiomontano, en un mano a mano malogrado por el viento.
Tlaxcala, de lujo
De espaldas me fui al conocer la clase de cartel programado para este domingo 9 en la Ranchero Aguilar de la hermosa capital tlaxcalteca. Un cartel digno de cualquiera de las catedrales taurinas del mundo porque no tiene derecho ni revés, es un acabado ejemplo de equilibrio, imaginación y buen gusto. Con la solera de Federico Pizarro por delante, el poderío de El Juli como eje, y, para poner a prueba el gran momento de ambos, la fuerza incontenible de Joselito Adame, en pleno ascenso hacia la cumbre más alta del toreo mexicano de este siglo.
Los toros serán de Montecristo, la vacada de Germán Mercado Lamm, vecino asimismo de Tlaxcala, el estado con mayor número de ganaderías de este país y del continente americano. De los potreros de Montecristo salió precisamente "Atrevido", al que acaba de bordar en la México Joselito Adame a favor de la calidad y el son de sus nobles y enrazadas embestidas; y, una década atrás, aquel "Trojano"indultado por El Juli como corolario de la más completa de sus numerosas grandes faenas en la monumental capitalina.
Tal cúmulo de aciertos no resulta de extrañar cuando uno se entera que la organización está a cargo de Espectáculos Taurinos del Altiplano, que es como decir José Ángel López Lima, uno de los escasos empresarios de este país que ahí por donde pasó ha dejado muestras muy claras de su acendrado amor por la fiesta, su calidad humana y las dotes de aficionado cabal que la redondez de semejante cartelazo refleja.
Como era de esperar, los boletos están volando. Los pocos que quedan se pueden conseguir marcando el teléfono 282 65 00 de la ciudad de Puebla. Para llamadas desde el D.F., basta con anteponer a este número las cifras (01222). Y apresurarse a hacerlo, so pena de perderse el cartel y la corrida del año.
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