Banners
Banners

Las lágrimas de un torero

Sábado, 22 Dic 2012    México, D.F.    Redacción | Foto: Rodrigo Urrego         
En la primera corrida de la famosa feria colombiana

José Fernando Alzate cortó la única oreja del festejo en el sexto, cuando la lupa de la exigencia ya estaba refundida. Ricardo Rivera firma una actuación seria y decidida. Ramiro Cadena dejó apuntes de la clase de su toreo. El encierro de Salento tuvo posibilidades.

Tras el arrastre del segundo de la tarde, cuando los tendidos aún estaban con sus cinco sentidos íntegros, el poco público se levantó de sus asientos y obligó a Ricardo Rivera a salir hasta los medios.

La ovación fue tan emotiva que el torero dejó escapara las lágrimas. Era el regreso a la plaza de su ciudad, después de un exilio que se extendió por casi cuatro años. Un regreso intenso, de emociones contenidas, al que solo le faltó la certificación del triunfo numérico.

Rivera había cuajado un estupendo saludo con el capote. Paró el toro a la perfección en el tercio y se lo llevó a los medios con unas verónicas de mano baja, profundas. Una media verónica, que sirvió apenas de cierre del prólogo,  tuvo hasta sonido contundente, no sólo la de exclamación del público, casi un rugido, también la del propio torero; que pareció quedar reventado con la forma como se ciñó con el capote.

El toro de Salento, de nombre "Peludo", tenía una virtud. Perseguía la muleta con su cabeza muy abajo. Y así lo hizo en la primera serie con la muleta donde el torero volvió a romperse. La mano muy abajo y la extensa longitud de esos primeros muletazos en redondo volvieron a arrancar rugidos, pero quizás el que no se notó, fue el del toro que las sintió como un castigo. E inexplicablemente empezó a buscar las tablas de forma disimulada, como para evitar la vergüenza.

Entonces, "Peludo" aceptaba los desafíos que le planteaba Rivera, pero defendiéndose y a regañadientes, e incluso buscando la oportunidad para derrotar al torero, levantándole los mulsos. Rivera no tuvo más que tragar para mantener el mismo nivel intensidad. Pero no fue posible. Estuvo a punto en una serie en la que el toro se le llevó la muleta al final de un forzado de pecho, y por eso no fue el final de la que hubiera sido la serie más rotunda. Como sí lo fueron las manoletinas en las que se pasó el toro a milímetros, cuando ambos, Rivera y "Peludo", estaban prácticamente reventados.

Las lágrimas brotaron, tal vez por esas emocionantes series, donde hubo hasta sentimiento desgarrado. Pero también por la resistencia del toro a perder ese duelo, o la simple obstinación de renunciar y caer con esa casi entera que, en muchos otros toros, hubiera sido efectiva. El descabello supuso un descontrol. Y la faena se quedó sin premio.

El quinto, que tenía un trapío que intimidaba, era un auténtico peligro. No paraba de anunciar que lo suyo era la embestida a traición. Rivera, dos veces con el capote, y James Peña, a quien le tocó arreglárselas en el segundo tercio, comprobaron los cinco anuncios que el pitón izquierdo del toro quería decirles. Rivera no se rindió y hasta ofreció más de la cuenta para convencerse de que el toro nada iba a conceder.

Pero como en el fútbol el que gana es quien hace los goles, en los toros el que triunfa es el que corta las orejas. La única del festejo la consiguió José Fernando Alzate en el sexto, a esa altura cuando la lupa de la exigencia ya se ha perdido, más aún en una tarde que se iba sin orejas y el público estaba dispuesto a cualquier concesión.

El sexto fue uno de los tres más valiosos del encierro de Salento, porque más allá de ese fondo que le faltó, su condición era la de embestir con calidad. Alzate apostó por la fórmula del toreo de rodillas, de esos circulares en los que los pies se meueven más de la cuenta, y en la eficacia para que la muleta acopmpañara los movientos del toro. Eso sí, Alzate tiene una fórmula contundente para no dejar escapar cualquier triunfo. Esas estocadas tan ortodoxas y contundentes, que lo han convertido en un auténtico cañón.

La que interpretó al tercero de la tarde fue un auténtico volapié en el que la espada quedó entera, arriba, y el toro no tenía más remedio que resignarse. No es casualidad en un torero que en tres años llevas dos puertas grandes y un total de siete orejas en Cali. En buena parte, sus estocadas han merecido tales premios.

Ramiro Cadena también apostó por el toreo de buen trazo. El primero, otro toro noble y con calidad, le permitió al torero ligar suertes con la derecha y al natural templadas y muy agradables a la vista. El toro fue a menos y se desfondo dejando la cosas a medias. El cuarto toro también desarrolló nobleza, pero le faltó esa chipa emotiva para que lo que se hacía en el ruedo trascendiera.

Ficha
Cali, Colombia.- Plaza de "Cañaveralejo". Un cuarto de entrada en tarde agradable. Toros de Salento, desiguales de presentación y juego. Destacaron por su bravura y calidad, 3o. y 6o. 1o. y 4o. tuvieron nobleza pero poco fondo. El 2o. terminó defendiéndose y el 5o. desarrolló peligro. Pesos: 454, 454, 464, 446, 498, 440 Kilos. Ramiro Cadena (grana y oro): silencio tras aviso y silencio. Ricardo Rivera (purísima y oro): saludo desde el tercio y silencio tras aviso. José Fernando Alzate (nazareno y azabache): silencio y una oreja  Magnífica lidia de Jhon Jairo Suaza al tercero. Saludaron ovaciones Emerson Pineda y Carlos Martínez tras banderillerar al segundo y Jhon Jairo Suaza al 6o.


Comparte la noticia