Sin la rotundidad de otras tardes, El Juli cortó una oreja a cada uno de sus toros. En el primero de su lote estuvo muy dispuesto como siempre ante un toro con poca clase ante el que apenas pudo dibujar dos verónicas con calidad a pie junto.
Muy aplaudido el quite por chicuelinas. La faena llegó con fuerza al tendido que tiene especial devoción por El Juli, a pesar de que verdadera calidad tuvieron solamente los naturales promediando la faena, inmenso el tercero de ellos y una serie rotunda con la derecha. Patrocinador del lucimiento fueron el paso cansino y la blandura del toro. La oreja llegó después de un pinchazo y una estocada muy trasera.
El quinto fue un toro tardo que se fue quedando y que obligó a Julián a acudir a los toques fuertes. Sin la consistencia de otras tardes tuvo momentos de buen trazo con la derecha y largo brazo izquierdo. El premio a un espadazo antecedido por un pinchazo fue otra oreja que abria la puerta grande.
Una puerta grande abierta con poco. La comunión con una plaza y el fervor de una afición por una figura no siempre son buen aliciente para hacer de una tarde memorable, y esta tarde es un buen ejemplo de ello, pues poco se recordará la salida a hombros de El Juli en el cierre de temporada colombiana 2011-2012.
Alejandro Talavante no estuvo afortunado con su lote, problemático y con poca clase, especialmente el tercero, reservón y sin claridad al embestir. Presagiaron faena importante los vibrantes estatuarios del inicio de faena, pero pasado el alboroto, al toro le costó mucho y a la faena le faltó ligazón. El esfuerzo y valentia de Talavante hubieran tenido premio si no hubiera estado impreciso con la espada.
Y si en el tercero faltó ligazón, en el sexto faltó temple ante un toro que embestia sin ritmo. El ritmo trató de ponerlo el torero en una serie con la izquierda sin apuro. Buen comienzo y mal final. El público seguió la faena con intensidad, quizás con el mismo apuro con el que Talavante deseó llevar la faena a algún punto.
La cara y la cruz esta tarde las vió el colombiano Pepe Manrique, que en el primero cortó una oreja a base de disposición y firmeza en el comienzo de faena, poco mando pero algunos recursos en el final cuando el toro buscó refugio al tedio en tablas.
El cuarto escuchó los tres avisos del palco y provocó los pitos del público como respuesta al mal oficio de Manrique con los aceros y a su desesperado criterio en el manejo de los tiempos. Antes, la faena, que no terminó de convencer a la plaza, tuvo pasajes con temple y buen ritmo. También y en honor a la verdad hay que decir que el temple y el empaque lo puso Manrique en una buena serie de naturales a media altura que no fue acompañada por la chispa del toro. Sustituyó el mando por el reposo, el mismo que le faltó con el descabello en la mano.