El español Iván Fandiño y el local Juan Solanilla cortaron una oreja por coleta en la corrida celebrada este domingo en la plaza "Santamaría" de Bogotá, Colombia, tras brindar una buena actuación, mientras que Diego Urdiales se fue de vacío.
Una tarde amarga para Diego Urdiales y de cara y cruz para Fandiño y Solanilla, que cortaron cada uno una oreja.
Iván Fandiño debió esperar hasta el sobrero de regalo para tocar pelo, porque la simpatía de la plaza ya la había ganado desde el prólogo de la corrida en la confirmación de su alternativa en La Santamaría.
En el de la confirmación perdió las orejas y escuchó un aviso porque empleó seis golpes de descabello para pasaportar al toro después de un pinchazo hondo. Antes la faena había sido maciza, con mando en las series de derecha por donde el toro humillaba y permitía vaciar los muletazos muy atrás. Fandiño corrió la mano con temple y profundidad. Los naturales no fueron tan rotundos, pero dos de ellos ayudaron a componer la buena obra.
El quinto fue un toro bronco y con peligro, para el que el público pedía la muerte con prontitud, pero delante tenía un confirmante que quería comprar su tiquete de regreso a la "Santamaría", por lo que batalló tercamente en los medios. Una serie con la derecha, meritoria y poco más que su valor y entrega.
En el de regalo de nuevo hubo firmeza, y aunque sin la rotundidad del primero, Fandiño planteó una faena técnica y de buen pulso iniciada con dos cambiados sin mover las zapatillas antes de hacerse con la embestida irregular y defensiva del toro. Al hilo de las tablas y con el toro rajado, la faena perdió intensidad. Allí recibió el espadazo que de no haber quedado un poco caído hubiera hecho mayor su comunión con la plaza.
Juan Solanilla recibió todo el cariño de la afición bogotana que le quiere y le respeta, a pesar de algunos yerros en las dos faenas. La del tercero careció de mando y de los toques precisos. Le perdió la cara al toro y lo sentenció a tablas. La elección de las distancias no fue lo que el toro pedía. Cuando toreó más cruzado para ganarle pasos al toro, logró una serie más ligada y de calidad. Siempre en Solanilla queda clara su clase de torero bueno. El poder y lo recursos llegarán con el paso de las corridas. Una oreja cariñosa le concedieron.
El originalmente último de la corrida le propinó una cogida sin consecuencias a Solanilla que se vio embarullado en la faena por la misma razón que en el tercero, la distancia y las decisiones que lo descolocaron. Con la izquierda recortó distancia y consiguió ligazón. Aquello no fue suficiente para imponerse. Palmas de estimulo al talento del torero bogotano.
Diego Urdiales, el gran torero español que a donde llega deja huella, aquel de las gestas con Victorinos y las duras de la cabaña española, pasó trabajos esta tarde en la "Santamaría" por cuenta de la espada en primer término y de un manso imposible después.
Ante el segundo estuvo dubitativo con el capote y la faena de muleta la dedicó a perseguir al toro de los medios a las tablas. Ese fue el terreno que eligió el toro para impedir que la faena tomara vuelo. Lo que siguió fueron cinco minutos y cuarenta y cinco segundos de tensión y sorpresa por lo que estaba sucediendo. Incontables fallos con el verduguillo y los clarines controlando la emoción de Urdiales que a segundos estuvo de ver entrar vivo al complicadito de Santa Bárbara.
En el cuarto, y con la plaza en contra las cosas se pusieron aún más cuesta arriba, porque cuando se supone vendría la reivindicación, por la puerta de toriles salió el peor del encierro. Mala suerte la nuestra también que nos quedamos sin ver a Urdiales en su esplendor. Los hechos eran evidentes y la plaza vio como el riojano se batió en el ruedo con el manso ante el que nada tuvo por hacer. Las palmas reconocieron el esfuerzo.