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Ruedo: El mago de la inventiva

Miércoles, 01 Dic 2010    México, D.F.    Heriberto Murrieta | Récord   
La columna de este miércoles

¿Que si nos gustó Talavante?, ¡Cómo no, si despedazó la monotonía y los cartabones establecidos con una gran expresión! Enemigo del toreo reciclable y el toreo utilitario, amo de la espontaneidad, el todavía muy joven torero badajocense estaba de vena. Con fuerte presencia de ánimo. En estado de gracia.

Lúcido, la mente despejada y el corazón a punto, dejó volar la imaginación y realizó una faena muy original que causó asombro entre los diletantes que nos encontrábamos gozando el domingo pasado en la Plaza México y quienes seguían su despliegue artístico a través de la televisión. ¿Se puede llegar a disfrutar tanto como el ejecutante de una faena?

Por momentos, en plena genialidad creadora, se le miró con dejadez, ingrávido, con los brazos flotando dentro de una espuma etérea. Alejandro Talavante derrochó creatividad en una actuación sorprendente que se recordará por mucho tiempo. Navegaba sin rumbo fijo, caprichosamente, a donde lo llevaba el viento. Conforme se amalgamaba con el buen toro de Julián Hamdan, fluían los detalles pintureros y las florituras de otros tiempos. Es toreo retro, dice bien David Liceaga. En plena fantasía, los duendes le dictaban el toreo.

Personal y novedosa es la interpretación de este lidiador efervescente. Ya nadie se atreverá a decir que imita a José Tomás, por mucho que desde sus inicios se haya espejeado en el inmenso torero de Galapagar, de cuya fuente abrevó. Novedosa fue también su forma de ejecutar la arrucina, con el compás abierto y dejando caer la muleta por detrás del cuerpo, como si fuera un pase del desdén por la espalda, recortando la embestida.

En algún momento durante su segunda faena, en la que también brotó la  inspiración, Talavante realizó la fedayina que Jesús Solórzano estrenó en la Plaza México en enero de 1974 con un toro de Torrecilla, sólo que con una variante: antes de ejecutar el pase cambiado a media altura, giró la muñeca para embarcar la embestida con el reverso de la muleta.

Si recordamos que también hizo un quite por saltilleras, patentado por Fermín Espinosa "Armillita", podemos decir que se trató de un homenaje al amplio repertorio del toreo mexicano. Y si en palabras de Néstor Luján, Silverio Pérez fue "la estilización de la congoja", Talavante es la estilización de la cuerda eterna y al mismo tiempo el cisma del toreo esquematizado que convence en el momento, pero luego no se recuerda.   

Entre los diestros españoles existe una marcada uniformidad de estilos que hace que las faenas resulten técnicas y poderosas, pero parecidas entre sí. Por eso, resulta refrescante ver a Morante, a Conde, a Talavante, porque a ellos los acompaña un aire diferente y porque saben improvisar, dando a su toreo un toque distintivo.  
 
Talavante se cuece aparte. Qué importa que no haya cortado las orejas. Lo valioso es que entendió el toreo como un ejercicio del espíritu y dejó huella. Ya estamos deseando volverlo a disfrutar.  

El mejor Humberto

También aquí hace aire, pareció decir Humberto Flores, quien muleteó con gusto y lentitud a otro excelente toro del sobrino de José Chafik.

El torero basto se transformó en un artista de soberbio temple, rodeado por el halo que se trajo desde Italia. Hasta allá viajó hace unos días para seguir nutriendo su acervo torero y su faceta, cada vez más desarrollada, de pintor y escultor.


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