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Viñeta: El precio del arte

Martes, 05 Ago 2025    Cali, Col.    Jorge Arturo Díaz Reyes | Cronicatoro   
"...Imposible subastar una faena, comprarla, guardarla..."
Diez grandes galerías de Londres son estafadas simultáneamente vendiéndoles, "a muy buen precio", falsificaciones de cuadros con firmas cotizadas. Medio millón de libras esterlinas. Los falsificadores, pintores marginados, más que lucrarse, han querido ridiculizar el mercado y los mercaderes de arte.
 
Charles Lampeth, propietario de una de las galerías víctimas, reflexiona después con su gerente Willow.
 
–Ahora, el público piensa que somos unos farsantes, incapaces de distinguir una obra maestra de una tarjeta postal… Han demostrado que los grandes precios pagados por las obras de arte reflejan, no apreciación artística sino esnobismo.

–Eso ya lo sabíamos –contesta el experto Willow cínicamente.
 
Es "El escándalo Modigliani", del galés Ken Follet. Novelista traducido a 33 idiomas, con más de 170 millones de libros vendidos en al menos 80 países… "La novela es la historia privada de las naciones" (Balzac).
 
El hecho artístico, en esencia comunión creador-creación-sujeto, experiencia psicoemocional íntima de los implicados, cada cual con sus condicionamientos y circunstancias, es una cosa. El precio de la obra (objeto), hecho económico, es otra cosa, externa, resultado de variables colectivas, sociales, culturales, transaccionales. Oferta y demanda. Quién da más. Cualquier caballo vale un millón, más las ganas, decía mi padre (agrónomo). Lo que se paga es el deseo, la posesión; la utilidad, el prestigio, el poder y el placer que comporta.
 
¿En el arte de torear, cual es la obra? No la suerte, la tanda, el tercio. No, la faena completa, unidad estética. Como el cuadro, la escultura, el poema… pero que, a diferencia y siendo interpretativa, es fugaz. Tan pronto es, no es. Pese a que otras artes; música, pintura, poesía, cine… intenten perpetuar la original.
 
Imposible subastar una faena, comprarla, guardarla, coleccionarla y esgrimir su propiedad. Se vende antes de su existencia, en cartel, a futuro. Sin embargo, su impermanencia, ni antes ni después, no la hace inmune el utilitarismo, la codicia, al fetichismo.
 
La de Lagartijo a "Hortelano"; la de Joselito a "Cantinero"; la de Belmonte a "Barbero", la de Manolete a "Ratón"… igual que todas, fueron únicas, jamás volverán. No las vimos. Nos las han contado. ¿Fueron así? ¿Obras maestras? ¿Cómo probarlo? No se pueden tener. Sin embargo, su intangible e improbable espíritu, está en el mercado. Tácita, legendariamente. Las venden y pagan, todos los días sin sentirlo, indirectamente, empresarios, ganaderos, toreros, periodistas, espectadores, aficionados… La fiesta vive de ellas, la sustentan.
 
¿De qué están hechas? De lo mismo que todo precio en el arte… "de lo que están hechos los sueños". Como dice Humphrey Bogart al final de la película "El Halcón Maltés", sosteniendo la codiciada y trágica estatuilla.


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