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Sergio Rodríguez y el quite de oro

Sábado, 02 Ago 2025    CDMX    Antonio Casanueva | Foto: Archivo   
"...Surgió del instinto y la urgencia de resolver sobre la marcha..."
La Copa Chenel es un certamen promovido por la Fundación Toro de Lidia con el propósito de abrir paso a matadores poco conocidos. Lo más significativo en su edición de 2025 fue la irrupción de Sergio Rodríguez.

Nacido en diciembre de 2000 en Las Navas del Marqués —una villa abulense de menos de diez mil habitantes—, Rodríguez torea con temple, mando y una estética cuidada. Se dio a conocer al llegar a las finales de los circuitos de novilladas de Castilla y León (2021) y de la Comunidad de Madrid (2022), en los que dejó grata impresión. 

El 27 de abril de 2024 tomó la alternativa en Ávila, apadrinado por Miguel Ángel Perera y con Daniel Luque como testigo, ante toros de Monte la Ermita.

Fue avanzando en la Copa Chenel con actuaciones de creciente solidez: en San Agustín del Guadalix cortó una oreja, y en Algete salió a hombros tras desorejar a un lote de José Cruz y Martín Lorca. En la semifinal de Moralzarzal, cortó una oreja a un ejemplar encastado de José Enrique Fraile de Valdefresno. Ya en la final de Valdetorres, ante un toro exigente de Victoriano del Río, firmó una faena de técnica depurada y entrega emocional, hilvanando series por ambos pitones, con ajuste, temple y coraje tras ser volteado, rubricando con una estocada certera.

Pero lo que quisiera subrayar es que, en la semifinal, ejecutó con notable plasticidad el quite de oro, creación del maestro mexicano Pepe Ortiz. Lo hizo con tal naturalidad y acierto, que sorprendió a muchos de los presentes en Moralzarzal, incluidos periodistas y toreros españoles que, al parecer, desconocían el origen y la historia de esa suerte singular. En la propia cuenta de X (Twitter) de la Copa Chenel lo nombraron como "el galleo del Bu", error que revela el olvido en que ha caído una de las invenciones más depuradas y complejas del toreo de capa.

El quite de oro fue concebido y realizado por primera vez el 28 de enero de 1934 por el torero tapatío Pepe Ortiz, en la Plaza México, durante una corrida en la que lidió a Periodista, de la ganadería de La Laguna. Surgió del instinto y la urgencia de resolver sobre la marcha ante lo imprevisto. Tras colocar el capote a la espalda con la intención de ejecutar una suerte conocida, la repentina arrancada del toro lo obligó a reaccionar con intuición. Se quedó casi de costado, dejó pasar al animal, giró sobre sí mismo, volvió a colocarse del otro lado —manteniendo el percal en la espalda— y repitió la secuencia. A la tercera vez, había nacido una suerte inédita por su estética, dificultad y ritmo.

El propio Ortiz la definió como una de las suertes más hermosas del toreo y confesó que solo pudo reproducirla tres veces en toda su carrera: en la Ciudad de México, en Granada y en Guadalajara.

José Luis Ramón en "El toreo fundamental: Historia, técnica y estética de las suertes del toreo" (Edicions Bellaterra, 2015) afirma que  "el quite de oro, de Pepe Ortiz, similar en todo a una navarra pero con el capote a la espalda, y que es el auténtico lance de frente por detrás".

En esencia, la suerte consiste en ofrecer el costado al toro, permitir que arranque y, cuando mete la cara, el torero gira sobre su eje en la dirección de la embestida, pasándose al animal por la espalda, con el capote siempre en movimiento. La secuencia completa forma una coreografía armónica y arriesgada, donde cada giro representa una victoria sobre el peligro.

La creación fue tan deslumbrante que no solo le valió a Pepe Ortiz la "Oreja de Oro" —y de ahí el nombre del quite—, sino que marcó un antes y un después en el toreo de capa. 

En la semifinal de la Copa Chenel 2025, Sergio Rodríguez bordó con temple y expresión esa misma suerte legendaria. Rescatarla no es solo un tributo técnico: es un guiño a la historia, un acto de reverencia por la invención, y un recordatorio de que el arte taurino sigue siendo, cuando se funda en la verdad, una forma de eternidad.

Es lamentable que los toreros mexicanos, empeñados en imitar a los españoles, hayan relegado las suertes de Pepe Ortiz. 

La belleza del toreo reside en la variedad, en la expresión singular de cada artista y en el contraste. Ahora que Roca Rey ha impuesto la moda de la quietud, los jóvenes espadas pueden contraponer un toreo en movimiento, andándole al toro. A un quite arriesgado por saltilleras, por ejemplo, bien se le puede oponer una réplica con tapatías, orticinas o guadalupanas. 

Desde luego, ejecutar las suertes ideadas por el Orfebre Tapatío no es empresa sencilla; de ahí el mérito de Sergio Rodríguez. Lo he visto en videos ensayando el quite de oro en tentaderos, con seriedad y constancia. Su hazaña en la semifinal no fue fruto de la casualidad, sino resultado de la preparación y la firmeza. Y al hacerlo, nos recordó que el arte taurino no evoluciona solo por ruptura, sino también por regreso: volver a las raíces, volver al riesgo, volver al oro.


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