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La historia de Jorge Gutiérrez en Madrid

Lunes, 07 Jul 2025    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Gustó su quehacer en aquella época taurina de los años 80
Los tempranos años 80 saludarán el auge de la generación que sucedió en México a la de Manolo Martínez y sus principales coetáneos. Así llegó a Las Ventas un Jorge Gutiérrez en celo, que no requirió de corridas previas en la península para dar un golpe de autoridad en la isidrada de 1982. Reinaba el grupo de críticos que se había impuesto por misión rescatar a la fiesta del desdoro a que la arrastró la fuerza telúrica de El Cordobés, responsable de un auge turístico que corrió en paralelo a la decadencia del toro, reducido a su mínima expresión para provecho no sólo de Manuel Benítez sino de sus restantes colegas. Producto de ese impulso hacia la recuperación del rey de la fiesta y el prestigio de la tauromaquia fue, como bien sabemos, la orden gubernamental de marcar a las reses con su año de nacimiento. Y, por lo menos en Madrid, a la escalada hacia el toro mastodóntico.

Buena confirmación y un triunfo de verdad

La confirmación de alternativa de Jorge Gutiérrez se anunció para la novena fecha isidril (22-05-82), de manos de Manolo Vázquez y con Antoñete de testigo. Dos veteranos ilustres que poco lograron. Repetiría al día siguiente, décima de abono, con Miguel Márquez y Ruiz Miguel como alternantes. Y en ambos casos con divisas de casta y temperamento acreditados, la de Celestino Cuadri y las de Alonso Moreno de la Cova y Joaquín Moreno Silva. De últimas, Jorge iba a encontrarse con un sobrero de Núñez Hermanos, reemplazante de uno de Barroso, devuelto por cojo, y que a su vez había sustituido al titular por la misma causa. Y con todos pudo.

Saber estar a la altura

Jorge Gutiérrez Argüelles (Tula, Hgo. 27-02-57) confirmó su doctorado con "Berlinés", de Cuadri, un torazo negro de 602 kilos al toreó de capa con estilo, dominó en el tercio final con suficiencia y estoqueó magníficamente para ser ovacionado. Se superaría en el sexto, cuya entrega le permitió irse relajando durante la faena de muleta, impregnada de un temple y un sabor que convencieron y gustaron a los madrileños. Por eso, tras un pinchazo y una buena estocada, lo llamaron a dar la vuelta al ruedo, que aplaudió la plaza entera –hubo lleno– antes de ganar la calle.

Todo esto pudimos apreciarlo directamente ya que, por segunda vez en la historia de la televisión mexicana, una corrida española fue transmitida vía satélite a nuestro país (la primera había sido la de la confirmación en Madrid de Manolo Martínez, 22-05-70). Y nos impresionaron numerosos detalles: el valor del puntillero, ya anciano, que casi a cuerpo limpio se empeña en atronar a un toro entero que, una vez ordenado su retiro, se negó a abandonar el redondel; un finísimo quite a la verónica del sevillano Manolo Vázquez, la suerte cargada sin exageración, bajas las manos, ceñido y puro; el desmadejamiento corporal de Antoñete, que perdió pie al estoquear a su primero tras faena con muchos enganchones y aun así premiada con la vuelta al ruedo. Y, por supuesto, la desenvoltura y decisión de Jorge Gutiérrez para hacerle frente al enorme bicho de su confirmación y muletear después con mente clara y sabroso temple al que cerraba el festejo.    

Pero aún faltaba lo mejor. Al día siguiente, domingo 23 –ya sin televisión; tuvimos que esperar a que Julio Téllez consiguiera el video para poder ver las faenas del paisano–, Jorge se sobrepuso a una fea voltereta cuando llevaba el toro al caballo, le hizo un arrebatado quite por chicuelinas antiguas y terminó bordándolo con la muleta –animal noble pero encastado– antes de atacar recto y certero con la espada: la oreja fue un premio no sólo merecido sino incluso corto, muy propio de Madrid esto de hacerle sentir su rigor al recién llegado. Un recién llegado que hubiera podido refrendar el triunfo con el de Núñez, reservón e indócil hasta que se sintió dominado y obligado a ligar embestidas. A partir de ahí la faena tomó vuelo –tensión siempre tuvo–; por desgracia, el puntillero redujo todo eso a casi nada porque levantó varias veces al agonizante burel. Sonó inclusive un aviso. Pero Madrid, ya con la noche encima, despidió a Jorge Gutiérrez con cerrada ovación.

Esa tarde, Ruiz Miguel hizo alarde de pundonor torero, cortó también una oreja y perdió otra al fallar con la espada. Y el malagueño Miguel Márquez, valiente pero falto de sitio, casi se deja vivo a su primero tras prolongar inútilmente la faena.

Elogios unánimes

Para ilustrar las opiniones de la prensa española vamos a recurrir a dos de los más reconocidos líderes de la cruzada antes comentada en pro de la pureza y en contra de la degradación de la fiesta, Vicente Zabala y Joaquín Vidal, cronistas titulares de ABC y El País respectivamente. Aquí su visto bueno al torero de Hidalgo:

Corrida del 22 de mayo

Para Vicente Zabala: "El mexicano Jorge Gutiérrez no es el manito que viene a España a ver si pesca algo. No me extraña que sea figura en su país (…) Le falta adaptarse al toro español, con el de la alternativa no se acopló. Pero en el sexto, ya más suelto, más distendido, toreó con soltura y conocimiento de la profesión al buen toro de Cuadri. Tiene valor y no sólo se queda quieto. Anda bien con los toros. Mañana repite en Las Ventas (…) Habrá que verle de nuevo porque no ha dejado mal sabor de boca ni mucho menos. Dio vuelta al ruedo a la muerte del sexto. Mató a su primero con buen estilo de estoqueador." (ABC, 23 de mayo de 1982).

Por su parte, Joaquín Vidal comentó así la labor del debutante: "La presentación de Jorge Gutiérrez fue más que decorosa. Constituyó una grata sorpresa su forma de torear, dentro de la más estricta ortodoxia, que no es habitual entre mexicanos (ni entre españoles, por cierto). Sacó el partido que tenía su primer toro, el cual tomaba sin codicia el engaño. Respondió a la casta del sexto con una faena entonada y valentona, cuya emoción subió de punto cuando sufrió un serio revolcón, que no tuvo consecuencias. Hoy repite el mexicano y tendremos ocasión de comprobar hasta dónde llegan sus posibilidades". (El País, ídem).

En relación con el ganado hay discrepancias de juicio entre ellos: para Zabala "La verdad es que ya no nos acordábamos de lo que era una corrida encastada (…) Y la corrida de Celestino Cuadri ha sacado casta, para bien de la emoción (…) y para mal de la comodidad de los toreros (…) porque los toros encastados cogen (…) Los borregos, no."; en cambio, Vidal vio otra cosa: " La corrida de Cuadri, hermosísima, cornalona y astifina, salió muy corta de casta y además excesivamente blanda. El segundo, que fue rechazado, era un toro encampanado y valiente que buscaba pelea, y pues no hubo forma de devolverlo al corral, lo apuntilló Agapito desde la boca del burladero, con evidente riesgo. El veterano cachetero se creyó con derecho a dar la vuelta al ruedo por esta proeza",

Corrida del 23: elogios unánimes

El marcado contraste entre el estilo de los dos toreros triunfadores –el gaditano Ruiz Miguel y el mexicano Gutiérrez– está presente en las crónicas. Sobre el primero, Vicente Zabala comenta: "Ruiz Miguel ha estado al borde del triunfo de clamor. Ha cortado una oreja que pudieron haber sido tres si la gente no fuera tan simple en la valoración de algo que carece de trascendencia como es la suerte del descabello. Pero dio dos vueltas al ruedo clamorosas entre gritos de ¡Torero! ¡Torero! Yo, que confieso mi escasa admiración estética ante diestros de ese corte, uno mi sincero aplauso al de la afición madrileña (…) ha sido, más que sus faenas de muleta y la calidad de las mismas, una lección de vergüenza torera." (ABC, 25 de mayo de 1982)

"Un mexicano con temple"

Evidentemente, los elogios del propio Vicente Zabala a Jorge Gutiérrez tienen otro tono: "Ya dijimos ayer que el mexicano Jorge Gutiérrez había demostrado en Las Ventas por qué es figura del toreo en México. El azteca tiene sentido del temple, corre la mano con parsimonia y un formidable juego de cintura. Ya casi nadie juega la cintura. No hablo de retorcimientos sino de acompañar los muletazos con un lento y flexible juego de cintura. Jorge Gutiérrez no se deja enganchar los engaños.

Muy bien en su primero, con una primorosa faena justamente premiada con oreja. Y pudo cortarle otra al gordo sobrero de Núñez si no llega a pillar a la gente agotada, porque en ese afán de encontrar cojos había devuelto dos antes de que saliera este último cuando ya llevábamos dos horas y media de corrida. No se le tomó en cuenta cómo metió en el engaño al parado toro de Núñez, tirando de él con un temple portentoso. Agapito le levantó al toro y hasta oyó un aviso, pero fue despedido con una gran ovación, que compartió con el valeroso Ruiz Miguel." (íbid).

Vidal no se queda atrás

"Ruiz Miguel es para Madrid símbolo del valor, la honradez y la torería frente al toro de casta y trapío. Ese toro estuvo ayer en Las Ventas y ofreció espectáculo. Los cárdenos Saltillo, armados y serios, requerían lidia inteligente y pocos pases. El error de Miguel Márquez fue prolongar la faena a su primero (…) el trasteo se hizo desordenado y peligroso, y a la hora de matar el animal se defendía. Faltó muy poco para que se lo echaran al corral.

"Jorge Gutiérrez debió de tomar buena nota de lo sucedido con Márquez y a su Saltillo le hizo una faena en la que no hubo ni un pase de más. Toreó al natural y en redondo cargando la suerte, se echó todo el toro por delante en los de pecho, que marcaba al hombro contrario, y cuando le pidió la muerte, entró a volapié neto y dejó una estocada en lo alto que por sí sola valía la oreja. Al mexicano se le saltaban las lágrimas durante la vuelta al ruedo y besó un puñado de albero, en gesto de agradecimiento al premio que le concedía la capitalidad del mundo taurino. En efecto, tiene un gran valor pues sale de Las Ventas con su cartel en alza, y sin duda lo merece." (El País, 25 de mayo de 1982).

¿Mejor que Martínez? 

Todavía más: al comentar una actuación de Jorge en Pamplona durante su magnífica campaña española de ese año, Vicente Zabala afirmaría que "Jorge Gutiérrez es sin duda el torero más sobrio, más profesional que ha llegado a España en los últimos años de allende los mares. El famoso Manolo Martínez no le llega a las rodillas." (ABC, 9 de julio de 1982)
 
¿Qué sucedió después? Pues que el torero de Tula hizo 25 paseíllos en plazas españolas esa temporada –lo paró en seco una cornada en El Espinar, cuando ya su nombre estaba colgado de los carteles de la feria de otoño en Madrid al lado nada menos que de Paco Ojeda, que ese año había armado la revolución–. Y después, nada. Nada cuando Manolo Chopera volvió a contar con él para el siguiente San Isidro –tuvo dos tardes para el olvido– y menos aún a su retorno a Las Ventas en 1992, justo cuando atravesaba por un bache y participó en un par de corridas para segundones durante la feria. Punto final.

Tampoco tuvieron fortuna en España sus dos más destacados compañeros de generación –David Silveti y Miguel Espinosa–, aunque el hijo menor del gran Armilla haya partido plaza en Las Ventas hasta en 12 ocasiones, 11 de ellas en diversos San Isidros sin conseguir ni una modesta salida al tercio. Toda una marca. 


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