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Opinión: Un recuerdo espeluznante (fotos)

Viernes, 21 May 2010    México, D.F.    Juan Antonio de Labra | Foto: Editorial Grijalbo     
Así se lo llevaron a la enfermería, con el gesto de angustia dibujado en su rostro
La grave y dramática cornada de Julio Aparicio, trae a la memoria un percance similar sufrido por Antonio Velázquez en la desaparecida plaza El Toreo de Cuatro Caminos, cuando el toro "Escultor", de Zapatepec, estuvo a punto de arrebatarle la vida.

La tragedia del valeroso leonés tuvo lugar el 30 de marzo de 1958, en una tarde donde compartía cartel con Humberto Moro y José Ramón Tirado.

En el famoso libro "Crónica de Sangre", del maestro José Alameda, publicado por Editorial Grijalbo en 1981, se refiere el pasaje de la siguiente manera:

"El cuarto de la tarde, 'Escultor' de nombre, es un toro fuerte. Antonio lo aguanta en un quite por saltilleras. Pero al tercio final 'Escultor' llega poco castigado y derrotando peligrosamente. Menos peligroso hubiera sido para un torero capaz de salir del paso sin atormentarse por la falta de éxito. Pero Velázquez no es de esos. Velázquez se arrima. De modo que el peligro está en su carácter, tantoo o más que en el del toro. Antonio lo desafía con la muleta en la izquierda. Y 'Escultor' le da una cornada tremenda. Una de las más graves que registra la historia. El pitón penetra por el lado derecho del cuello, perforándole la lengua y la bóveda palatina, fracturándole el maxilar inferir y la base del cráneo".

La imagen de Juilio Aparicio con todo el pitón del toro atravesándole el cuello, y apareciendo por su boca es de un sobrecogimiento brutal. Así debió haberse vivido la cornada de Velázquez en El Toreo, hace más de medio siglo.

En esta sangrienta Feria de San Isidro, que muchísimos aficionados han podido seguir en México a través de SKY, lo que ha significado un gran acierto al haberse caído, hace tiempo, las gratísimas tranmisiones de Televisón Española Internacional que tanto tirón tuvieron en la época de Fernando Fernández Román, nos devuelven la emoción del toreo en todo su esplendor.

Ahora, con la apabullante producción de Digital Plus, hasta mirando las corridas por televisión se pasa miedo, y eso que la pantalla suele minimizar la grandeza de un espectáculo cargado de esta bizarra manera de entender la vida.

Hoy, un torero, un hombre, ha caído herido de forma terrible en Las Ventas. Y el drama de la Fiesta cobra otra vez vigencia con todo el esplendor de una filosofía de vida donde el hombre, en medio del coro, trata de imponerse con gallardía y pundonor a la fuerza bruta de la naturaleza encarnada por el toro de lidia, ese maravilloso animal dotado de reminiscencias mitológicas.

En estas horas de zozobra, cargadas de incertidumbre, el corazón de Julio Aparicio late a la par de su expresión. Porque ser torero es romper con el orden establecido, y de saltarse las trancas de lo políticamente correcto.

Y Julio volverá a vestirse de luces como lo hará también José Tomás; como lo seguirán haciendo estos hombres que forman parte de una raza en peligro de extinción; seres de otra galaxia que merecen un absoluto respeto, porque cuando sale el toro y se juegan la vida sin ningún miramiento, esta profesión -destinada sólo a algunos cuantos-, cobra una enorme relevancia. Y todo en aras de sentir y epresar un sentimiento que trascienda el tiempo: el misterioso arte del toreo.


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