El aficionado y reconocido publicista Carlos Quintana escribió un clarificador artículo donde expone los valores culturales de la Fiesta y cuestiona sobre las consecuencias en torno a las arbitrarias decisiones de la clase política, un texto que se hace del conocimiento público, el cual íntegro publicamos a continuación.
El texto dice lo siguiente:
"En los últimos días, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, ha presentado una propuesta que busca imponer una "fiesta de toros sin sangre". Aunque lo disfrazan como una medida de bienestar animal, la realidad es que se trata de un intento más por prohibir la tauromaquia en nuestro país. Y lo que pocos quieren decir es que esta decisión no sólo afecta a la tradición, sino que pone en riesgo el sustento de miles de familias trabajadoras.
La Fiesta Brava no es solo un espectáculo; es una industria que mueve la economía de más de mil 50 ciudades en México. Desde los ganaderos que crían al toro bravo hasta los vendedores ambulantes que trabajan en cada corrida, pasando por hoteleros, restauranteros, artesanos y miles de empleados directos e indirectos, la tauromaquia es un pilar económico en muchas comunidades. Si la prohíben, ¿quién va a dar empleo a toda esa gente?
Nos dicen que esto es progreso, pero la realidad es que es un golpe directo a quienes menos tienen. En un país donde el desempleo sigue siendo un problema, cerrar una fuente de trabajo estable y legítima no tiene sentido. La tauromaquia no es sólo de los toreros y ganaderos, es del pueblo que ha crecido con esta tradición y que depende de ella para llevar comida a su mesa.
Además, esta decisión no solo afectará la economía, sino también el medio ambiente. El toro de lidia no existiría sin la Fiesta Brava. Su crianza mantiene ecosistemas enteros, conservando tierras que, sin la tauromaquia, serían destinadas a otros usos menos sostenibles. La desaparición de la tauromaquia significaría también la desaparición de estos animales y de los espacios naturales que hoy los albergan.
Es preocupante ver cómo las decisiones políticas pueden estar siendo influenciadas por discursos que desconocen la complejidad del tema. La tauromaquia es una expresión cultural que, aunque no a todos les guste, es parte de nuestra identidad y de nuestra historia. Respetar la diversidad también significa permitir que las comunidades sigan practicando sus tradiciones sin que se les imponga una visión única.
La lucha no es sólo por la Fiesta Brava, sino por el derecho de miles de personas a seguir viviendo de su trabajo. Si nos quedamos callados, mañana serán otras industrias y otras tradiciones las que estarán en la mira. La pregunta es: ¿hasta dónde vamos a permitir que nos arrebaten lo que es nuestro?
Debemos seguir firmes en la defensa de esta tradición y en la búsqueda de soluciones que modernicen la tauromaquia sin destruirla. Porque la tauromaquia no es solo una fiesta, es una forma de vida. Y defenderla es defender a quienes viven de ella.