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Ernesto Belmont: 40 años de alternativa

Lunes, 24 Jul 2023    CDMX    Redacción | Infografía: LM   
Se doctoró en La México el 24 de julio de 1983, de manos de Bernadó
El 24 de julio de 1983, Ernesto Belmont tomó la alternativa como matador de toros precedido de una estela de triunfos importantes en plazas de la república y nueve salidas a hombros de la Plaza México. Su nombre se recuerda, junto a los de Manolo Mejía y Valente Arellano, como la brillante etapa de los tres últimos novilleros mexicanos que han causado impacto y furor, llenado el coso de Insurgentes hasta el reloj cuando se presentaban.

Es por eso que esa efeméride tan importante, hoy hace 40 años, su padrino de alternativa, Joaquín Bernadó, fue el primero en sorprenderse y reconocer cómo la afición capitalina había asistido para acompañar a la joven promesa de la colonia Guadalupe Tepeyac, a tan importante paso en su carrera.

Belmont, llamado también "El torero de la eterna sonrisa", tuvo la suerte de coincidir en su tempo con esos grandes compañeros, quizá entonces aún faltos de técnica, pero que revolucionaron "las fuerzas básicas del toreo azteca" donde figuraban en el escalafón mayor, las últimas figuras que han llenado las plazas hasta nuestros días.

Su paso por los ruedos fue triunfal, lleno de logros personales y obtención de codiciados trofeos por todas partes, habiendo actuado en todas las plazas y con todas las figuras de su tiempo.

Lamentablemente, por azares del destino, un toro de la ganadería de Santo Domingo, en la Feria de León, Guanajuato, le dio su bautizo de sangre el 13 de enero de 1985, partiéndole la vena safena que le ocasionó múltiples complicaciones al paso de los años y, que al final, sería la causa de su retiro, cuando aún tenía mucho qué dar.

"Cuando decidí retirarme en noviembre de 1993, ya llevaba 30 corridas en el año, habiendo estado acostumbrado a torear arriba de 70. Pero esos diez años como matador ya quedaron en el registro de mi cabeza hasta nuestros días puesto que, haber toreado 120 novillas, tomar la alternativa en la Plaza México, torear 480 corridas como matador de toros y alternar con todas las figuras del toreo, eso no me lo quita nadie".

Una vida llena de anécdotas

Belmont tenía el carisma y la sensibilidad artística del toreo, para llevar a los tendidos en cada una de sus actuaciones, disfrazados e de incognitos, con sombreros y lentes oscuros, a figurones de la música como José José y Marco Antonio Muñiz, el primero declarado "fan" del torero.

De su etapa como novillero recuerda que el doctor Gaona siempre quiso que los tres toreros tomaran la alternativa en La México. "Ni Valente ni Mejía quisieron tomarla en la México. Les pesaba un poquito el compromiso, pero yo dije: ‘si lo que soñamos los toreros es tomar la alternativa en la plaza más importante, pues para adelante".

Pero Pepe Chafik, apoderado de Mejía, se apresuró y en menos de un mes le consiguió la alternativa el 22 de febrero de 1983, en León, mientras que Valente y él continuaron ganando dinero como novilleros hasta antes de sus respectivas alternativas, Ernesto en julio y Valente, el 3 de agosto del mismo año en Monterrey.

"La idea era que tomara la alternativa Valente en Monterrey, yo en México y que después en la Temporada Grande yo le confirmara la alternativa a Mejía y que en esa misma corrida, retomando su antigüedad, Manolo le confirmara la alternativa a Valente".

El toreo y el artista

Conocido es que el papá de Ernesto Belmont era propietario de un conocido restaurante que era frecuentado por muchos artistas, de ahí su cercanía con el mundo del espectáculo. La tarde de su alternativa, por ofrecimiento del gerente del Hotel Del Prado, que era muy aficionado taurino y había asistido a la temporada de novilladas, le regaló la estancia a Ernesto para que de ahí saliera vestido de luces a la plaza.

"Acepté. Llegué al hotel y él mismo me recibió. ¡Me dio la suite presidencial!. Era de dos pisos con unos ventanales que daban de frente a la Alameda Central, con vista panorámica. En el piso de abajo, muy amplio, había un piano de cola, sala, comedor, cantina, y en la parte de arriba las habitaciones muy elegantes y un jacuzzi en el que me relajé muy a gusto el domingo por la mañana.

Cuando me estaba vistiendo, a las dos de la tarde, empezó a tocar la música y pensé que alguien habría puesto el radio en el piso de abajo. ¡Era Ray Coniff! su orquesta y sus coros, tocando en vivo ahí enfrente, ya que el gobierno del entonces Distrito Federal lo había traído para dar un concierto en la Alameda.

Mi tío le dijo al mozo de espadas que se cruzara la avenida y le dijera que ahí enfrente un torero se estaba vistiendo de luces para ir a la plaza. En eso Ray comenzó a tocar pasos dobles y así fue como me vestí escuchando su música".

Su ídolo fue Curro Rivera

Cuenta Ernesto que cuando el doctor Gaona le dio la noticia de su alternativa, también le dijo que escogiera a su padrino. Belmont tenía especial predilección por Curro Rivera, quien era su ídolo y así se lo pidió al torero potosino.

Sin embargo, por otras circunstancias Curro tuvo que agradecer la invitación y ceder su lugar a otro maestro. Fue así como se anunció a Joaquín Bernadó, entonces director de la Escuela de Madrid, y que en esa tarde se despediría de México donde había figurado en los años 70.

El toro de la alternativa se llamó "Príncipe" y peso 570 kilos, el más grande del encierro. Era un toro muy alto, basto, con un morrillo muy grande, al que su papá lo había dejado para ser lidiado en sexto sitio.

"Quiero la cabeza de ese toro, por mi alternativa. Si me voy a zumbar a un toro que sea uno grande. A esa hora le habló a los jueces de plaza y le autorizaron el cambio para lidiarlo en primer lugar. El toro se paró pronto, no tuvo mucho recorrido, era cinqueño, grande, se dejó con el capote y me dejó estar. Con las banderillas bien, pero se apagó con eso. La gente todo me lo agradeció, lo maté de media estocada y tomé la alternativa con mucha fuerza".

Todavía recuerda Ernesto las palabras de su maestro, en presencia de César Pastor, al momento que le cedió los trastos:

"A la hora de la ceremonia me dijo: "oiga matador Ernesto, yo sabía que la gente te quería, que cree mucho en ti, pero veo que está llena la plaza, no los vayas a defraudar, respóndeles, porque no esperaba tanto".

Esa tarde, toda la responsabilidad cayó sobre el nuevo matador de toros.

Y después comenzó la guerra…

A la semana siguiente comenzó la guerra con las figuras que no iban a aceptar que un jovencito triunfador, como Ernesto, les hiciera sombra.

"El primero que me dio la bienvenida fue Antonio Lomelín en, Teziutlán, Puebla a los ocho días, completando el cartel Mariano Ramos.

Llego a la puerta de cuadrillas y le quiero dar la mano. "Maestro, mucha suerte, un honor… voltea y me dice: "¡cuidado y te me atravieses en un quite hijo de .. porque te voy a romper la madre, abusado, nada de manitas ni nada, siga para adelante!". Me quedé todo chiveado.

Y luego voy con Mariano y le digo: "Maestro, mucha suerte… y me dice: ‘ah sí, sí…", pero tampoco me quiso dar la mano.

A la hora de partir plaza y enfilarnos, le hago el saludo y deseo suerte a Antonio, pero en eso se volteó para el otro lado, y lo mismo Mariano, pero este hizo con las zapatillas como cuando un caballo rasca la arena, con tanta fuerza que me aventó arena a la cara y me cayó en el ojo, así que partí plaza con un ojo cerrado.

Al llegar a cambiar de capote, me llamó mi papá que estaba en la barrera y me dijo: "a partir de ahorita así va a ser la guerra. No te van a dar la bienvenida ni te van a dar un abrazo, vienen por lo suyo y vas a tener que respetarlos, pero te vas a tener qué juagar la vida". Y sí es cierto, todos por primera vez me decían: "ni te me vayas atravesar en quites, ni te vayas a hacer gracioso en invitarme a banderillear porque no te voy a hacer el juego".

Esa primera tarde en Teziutlán, corté cuatro orejas y salí en hombros. Ese triunfo me sirvió para torear 10 años seguidos sen la feria".

Guerra también en el callejón…

Pocas semanas después de su alternativa, Belmont figura en el cartel por la disputa del Escapulario de Plata en la Feria de Zacatecas, al lado de Eloy Cavazos, Curro Rivera, Jorge Gutiérrez, Sánchez y César Rincón que actuaba por primera vez en México.

"Ese día habíamos sorteado los seis toros de la corrida y a mí me había tocado el toro que no le gustaba a nadie. El apoderado de Eloy, Rafael Báez, le dijo a mi papá: "te llevaste el chunguito de la corrida"..

El toro había hecho cosas feas en el corral y pegaba brincos muy feos, como si fuera gato.

En la corrida Eloy había cortado dos orejas, Curro dos, Jorge una, Ricardo una y así iba la cosa muy pareja. César no se acomodó y lo pinchó. Y yo, al sexto que nadie quería ¡que lo voy indultando! Salió enorme el toro y a la hora que lo estaba toreando y la gente pidiendo el indulto, voy por la espada y el apoderado de Eloy me decía: "tírate a matar, córtale el rabo", claro, poniéndome nervioso. A la hora que me voy a tirar a matar, ya perfilado, veo que uno de los banderilleros de Eloy me toca el toro sacando casi todo el capote por el burladero. Veo que se empieza a reír Eloy desde el burladero. Querían que pinchara el toro, pero entonces decidí darle otra tanda de derechazos de rodillas y ahí el juez lo indultó.

Al ir a enjuagarme, Eloy y me dijo: "enhorabuena, Ernesto", pero luego ya no quiso saber nada de mi. Tuve que ir al hotel a disculparme y decirle que yo no lo quería indultar y me dijo: "sí, sí, ya sé…. Para la otra ya sé".

No me sacó de los carteles, pero para la siguiente que era ahí mismo en Zacatecas, Rafael Báez le dijo a mi papá: "Voy a quitar a Ernesto del cartel para la Feria de Zacatecas porque me lo está picando mucho. Eloy ya se retira y tu hijo está haciendo que se pegue un arrimón de más, no vaya a ser que lo lastime un toro", y así quedó".

Después de alternar juntos en varias plazas, todas estas figuras terminaron siendo amigos y dando consejos al "Torero de la eterna sonrisa".

"Curro me daba consejos, pero al final me decía: "que incómodo eres". Jorge me decía: "hay ca.. que pila traes, vienes muy revolucionado, bájale a tus pilas".

Antonio me decía: "me recuerdas mucho cuando yo empecé, ahora tienes que hacer las faenas templadas. Trátale de ser más seriecito, no tan arrebatado, con más clase". Eloy me decía: "un día quédate sin comer, y cuando te tires a matar acuérdate que no tienes qué comer, tírate derecho y como de rayo y te vas a acordar".

Aunque todos eran rivales te daban consejos fuera de la plaza y eso me ayudó muchísimo".

Y llegó el retiro…

Aquel toro de Santo Domingo muy pronto le recordó a Ernesto que el toro da fama, fortuna, dinero, fracasos y también puede quitar la vida.

"¿Me fui satisfecho?, la verdad es que sí. Aquel toro que me partió la safena me trajo muchas complicaciones. Se me inflamaba mucho la pierna y en una ocasión me detuvieron un coagulo en el Triángulo de Scarpa que se pudo ir a los pulmones o el corazón.

Un especialista cardiovascular me puso cortisona directa a la vena y empecé a subir mucho de peso. Me empiezo a caer en la cara de los toros, los tobillos se me falseaban y entonces me dijo: "te está cobrando factura la cortisona, ya no puedes torear".

"Empecé a perder la estética, andaba de mal humor porque ya no me veía delgado. Me tuve que desparecer de México casi dos años, subí hasta 120 kilos y no me reconocía nadie. Me daba pena conmigo mismo y así me tuve que ir por causas de fuerza mayor, pero no estoy amargado, toree 10 años con las máximas figuras y eso nadie me lo quita de mi historia, ni de mi cabeza", finalizó.


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