La gente que acudió ayer a la Plaza México a celebrar el aniversario número 77 del coso, y a estampar su firma en las planillas destinadas a la colecta puesta en marcha en días pasados, seguramente experimentó una sensación un tanto extraña.
Acostumbrados a los tumultos de esa fecha tan señalada en el calendario taurino mundial, hoy la plaza lucía completamente distinta, por callada, casi mustia. El ánimo de esperanza revoloteaba en el ambiente, pero también el comentario generalizado del escaso interés que provocó, para la inmensa mayoría de los aficionados, la convocatoria lanzada para salir a manifestarse.
Y salvo la presencia de algunos miembros de distintos grupos taurinos, y diversos profesionales, mayoritariamente toreros retirados, aquello, ciertamente, se veía un tanto desangelado, pues aunque muchos acudieron a firmar y se retiraron, solamente permanecieron por ahí unas 300 personas. Si acaso la fugaz presencia de Isaac Fonseca, que toreó sabrosamente al natural de salón, fue uno de esos pequeños momentos estelares de un encuentro que, en distintas conversaciones mantenidas en corto, sigue generando una gran incertidumbre.
Porque ni siquiera consiguiendo esa cifra reto de 45 mil firmas, esta plaza va abrir pronto, por desgracia, pues el juicio de amparo que la mantiene cerrada continúa su curso y todo apunta que la revocación de la suspensión definitiva del acto reclamado no va a prosperar.
De cualquier manera, y al margen de dicha circunstancia legal, tan arbitraria e injusta, resulta imperativo que la gente siga firmando para presentar esas planillas ante el Congreso de Diputados de la Ciudad de México, y este recuento de firmas, avalado por el INE, se traduzca en un fuerte contrapeso ante la iniciativa de Ley antitaurina en el ámbito legislativo.
A lo largo de este encuentro entre aficionados, se cantaron "Las mañanitas" y se entonó el Himno Nacional. Más tarde, la caminata emprendida alrededor de la plaza, en la que se escucharon vítores y diversas consignas de libertad, fue una vuelta al ruedo que simboliza la esperanza de que vuelvan las tardes de toros a este emblemático escenario, icono de la tauromaquia mundial.
Y mientras esto ocurre, será muy importante la apertura de la Plaza Arroyo, para enviar el mensaje a la sociedad de que los toros no están prohibidos en la Ciudad de México.