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Manolete, 75 años de ser leyenda...

Lunes, 29 Ago 2022    CDMX    Juan Antonio de Labra | Infografía: LM   
Aquel "esqueleto inmutable del toreo", en versos de Pepe Alameda
A las 5 de la mañana con 7 minutos, Manuel Rodríguez "Manolete" dejó de existir aquel 29 de agosto de 1947 en en Hospital de Los Marqueses de Linares, y en ese mismo instante nació su leyenda, la que hoy, a 75 años de distancia, lo mantiene vivo en el recuerdo y la admiración inclusive de quienes ni siquiera lo vimos torear.

Y aunque aún quedan algunos supervivientes que sí tuvieron ese privilegio, la legión de los manoletistas es muy numerosa, inspirada en el genio y la inmensa personalidad del torero cordobés, que a los 30 años se marchaba de este mundo tras la cornada que le infirió el toro "Islero" de Miura.

Manolete sigue presente como un referente de honradez profesional; de entrega; de pundonor; de tantas y tantas cosas que nadie le puede negar, ni los detractores que lo increparon cuando se convirtió en la gran figura de los años cuarenta.

Y a partir del 9 de diciembre de 1945, cuando vino a confirmar su alternativa a "El Toreo" de la Condesa, se ganó el corazón de México, país donde se convirtió en un ídolo de masas al que el pueblo también lloró aquel 28 de agosto, cerca ya del filo de la medianoche, cuando a este lado del Atlántico llegó la funesta noticia de su trágica muerte.

Desde entonces, su recuerdo permanece indeleble en el tiempo, como si se hubiera incrustado en la memoria colectiva de los taurinos de ayer y de hoy, y ahí permanece siendo lo que siempre fue: un torero que revolucionó la tauromaquia. Hoy, un mito.

Por ello vale la pena recordar a Manolete con el soneto que le dedicó el maestro Pepe Alameda, que en estos breves y hermosos versos dejó constancia de aquel "esqueleto inmutable del toreo", santo y seña de una época donde su profunda huella llega hasta nuestros días:

Manuel Rodríguez "Manolete"

Estas tan fijo ya, tan alejado
que la mano de El Greco no podría
dar más profundidad, más lejanía
a tu sombra de mártir expoliado.

Te veo ante tu dios, el toro al lado,
en un ruedo sin límites, sin día,
a ti que eras una epifanía
y hoy eres un estoque abandonado.

Bajo el hueso amarillo de la frente,
tus ojos ya sin ojos, sin deseo,
radiográfico, mítico, ascendente,

fiel a ti mismo de perfil te veo,
como ya te verás eternamente,
esqueleto inmutable del toreo.


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