Banners
Banners
Banners

Remembranza de aquel 5 de de febrero de 1946

Lunes, 07 Feb 2022    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
La tarde en que El Soldado, Procuna y Manolete, abrieron La México
"¿Y ésos a qué han venío?", dicen que dijo Manolete, con la mano en visera y la vista puesta en el abigarramiento humano de las alturas de sol general, cuando la puerta de cuadrillas de la Plaza México se abrió por primera vez. Menos de un año atrás, aquello era el socavón de una ladrillera; este 5 de febrero –aniversario 29 de la Constitución Política de la república, la fecha sugerida por el presidente Manuel Ávila Camacho para inaugurar el nuevo coso–, la capital amaneció sobreexcitada, y una densa multitud ha serpenteado desde temprano sobre la Avenida de los Insurgentes, dejando atrás las últimas calles asfaltadas para internarse en el camino a Mixcoac en busca de su nueva plaza de toros.

La corrida empezó con veinte minutos de retraso, pues a las dificultades del largo traslado se sumó la confusión de espectadores y acomodadores, tan desorientados unos como otros en su desconocimiento del inmenso graderío, levantado casi en despoblado por una feliz iniciativa de Neguib Simón, un empresario yucateco-libanés, según diseño del arquitecto de origen francés Modesto Rolland.

Hay que desmentir la falsa versión de que la construcción del monumental coso lo impulsó la enorme expectación despertada en México por la presencia de Manolete, falacia muy recurrente, por ignorancia o por malicia, entre taurinos y escritores hispanos, pero fácilmente rebatible si uno repara en que tanto el proyecto original como el inicio de la obra fueron bastante anteriores a la fecha en que Antonio Algara concretó la contratación del Monstruo de Córdoba para su debut en "El Toreo".

Agravio y desagravio de Manolete

Precisamente, en este festejo inaugural se desataría la primera bronca seria dirigida en México contra Manolete. La provocó la prevención del cordobés y su cuadrilla ante la catadura y el comportamiento de "Peregrino", el quinto ejemplar de San Mateo, que de salida se emplazó, desafiante, en los medios, y luego regateó ante los capotes y arrolló en la primera vara, de la que se escupió con violencia, antes de recargar con fuerza en la segunda. Inhibido completamente el matador y empeñada su gente de a pie y de a caballo en exhibir al bicho como ilidiable, la autoridad –representada por Carlos "El Chato" Zamora como juez y Rosendo Béjar como asesor– mordió el anzuelo y ordenó la devolución "por manso" del peligroso animal.

Y allí ardió Troya, porque gran parte del público se percató del engaño y levantó un coro de denuestos contra el célebre cordobés. Duraría los dos primeros tercios del reserva –un "Monterillo" menos aparente aunque muy bien armado–, y solamente se abrió un compás de espera cuando Manuel Rodríguez se dirigió al grupo más hostil para brindarles la muerte del toro.

Lo que a continuación vino reconciliaría plenamente a la estrella del cartel con la ululante multitud, al bordar Manolete, en los adentros, una de sus más insignes faenas de muleta, que alcanzó niveles de asombro cuando empezó a ligarle a "Monterillo" naturales de mano baja y temple inmaculado, rematando incluso alguna de sus mejores tandas con el pase de pecho izquierdista, algo inusual en él. Setenta y cinco años después sigue siendo ésa una faena de perfiles contemporáneos –como la de "Platino" en "El Toreo" o la de "Espinoso" en el segundo festejo de La México, cuajadas todas en el apretado curso de doce días de aquel febrero del 46–.

Manolete pinchó varias veces a "Monterillo" y reanudaba el muleteo en redondo luego de cada punzadura: aun así, a la muerte del bravo ejemplar de San Mateo lo hicieron dar tres vueltas al anillo. Aunque ya le había cortado a "Fresnillo" la primera oreja otorgada en el flamante coso, tal gesta palideció al lado del faenón a "Monterillo".

Pero el borrón de "Peregrino" allí quedó. Inclusive el cronista Carlos Septién García, su más rendido panegirista por estas tierras, hubo de reconocerlo: "… con todo, era visible el empeño de la cuadrilla de Manolete por rechazar al toro, y el disgusto del cordobés… Cayeron cojines, estalló la bronca –primera bronca en la Plaza México–." (El Universal, 6 de febrero de 1946).

Oreja a Procuna

Al lado del Monstruo brilló el arrojo y el sello personalísimo de Luis Procuna, que tuvo el lote menos propicio pero se jugó la piel sin miramientos. Suyas fueron las intervenciones más brillantes de la tarde durante el primer tercio –tanto en salerosos lances de recibo como en quites por chicuelinas, faroles invertidos y apretadas gaoneras–.

La emoción y estética de su faena inicial le valió la oreja de "Gavioto", un buen mozo, como lo sería también, aunque con más picante en su codiciosa embestida, el cierraplaza "Limonero"; tanto aguantó Luis sus descompuestas oleadas que por dos veces el de San Mateo le levantó los pies del suelo sin conseguir arredrarlo. No mató bien pero se marchó entre aclamaciones, compartidas por Manolete, no así por El Soldado, que abría cartel.

Mala tarde de Luis Castro

El primer bovino que pisó el ruedo de la México fue "Jardinero", un toro fino, negro entrepelado y con una rara mancha blancuzca en la cara. Se encontró con un Luis Castro en horas bajas. Incapaz de aprovechar su pastueña condición, El Soldado fue pitado discretamente a la muerte tanto de este primero como del cuarto, "Gallito", bastante toreable también aunque con menos bríos que el anterior.

A beneficio de inventario

El primer capotazo, por el pitón izquierdo de "Jardinero", lo dio Román "El Chato" Guzmán, a cargo también del primer par de banderillas; previamente, había marrado con la vara José Amezola, de modo que el primer puyazo en regla –seguido del primer tumbo– fue de José Noriega "Cubano". Tres varas tomó el bicho, y El Soldado empleó una estocada corta y dos descabellos para despacharlo.

Luis Castro Sandoval (de rosa y oro), salió con los picadores José Amezola, José Noriega "El Cubano" y José Larios "El Indio" –tres Pepes–, y los banderilleros Román Guzmán, Carlos Encinas y Antonio Casillas. La cuadrilla de Manuel Rodríguez Sánchez (de tabaco y oro) la componían, a caballo, Luis Vallejo Barajas "Pimpi", Felipe Mota y Manuel Pérez "Andaluz", y a pie Alfredo David, Jesús "El Güero" Merino y Ricardo Aguilar "Chicopollo". Y a las órdenes de Luis Procuna Montes (de celeste y oro) actuaron los picadores Juan Aguirre "Conejo Chico", José Meza y Manuel Domínguez "Berrinches", y los peones de a pie Fernando López, David Siqueiros "Tabaquito" y Francisco Balderas.

A propósito de la corrida de San Mateo –brava y noble en general– escribió José Alameda: "Formidable estuvo don Antonio Llaguno mandando una corrida de toros ¡De toros! Pareció mentira, después del largo desfile de becerros que estaban empobreciendo la fiesta". (Últimas Noticias de Excélsior –vespertino–, 6 de febrero de 1946). Tal comparación alude claramente la general insignificancia de los encierros pasaportados por Manolete en "El Toreo" de la colonia Condesa, que tenía sus días contados tras haber sido el escenario principal de la época de oro del toreo en México.


Comparte la noticia