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José Gutiérrez Solana: catafalco y oro

Viernes, 27 Sep 2019    Morelia, Mich.    Quetzal Rodríguez | Infografía: LM   
"…En su hora de la pintura de toros, tiende a inmortalizar los..."
El pintor José Gutiérrez Solana aúna, por un lado, la pervivencia de la tradición y, por otro, una personalísima visión del mundo que le llevará a no participar del Regeracionismo, y a romper con los principios de la academia. Su tratamiento del color, de la perspectiva, sus deformaciones y la linealidad en la representación de las figuras generan una sensación de inquietud puesto que no puede distinguirse lo real de lo irreal.

El arte de Solana, arrancará intencionalmente, de las pinturas negras de Goya, lo que describiría Ramón Gómez de la Serna –defensor siempre de Solana y autor de una de las biografías del pintor– "Después de Goya, el pintor que ha acogido la realidad inconsciente en toda su herejía es Solana".

Escritor y permanente difusor también del mismo estilo negro y desgarrado al igual que su plástica, así en una de sus primeras pinturas taurinas: "El Picador (suerte de varas)" del año 1904, reproduce casi exactamente la escena principal de "Corrida en un pueblo", de la Academia de San Fernando de Goya.

Solana en sus pinturas de toros, por lo regular recogerá las escenas más duras y menos heroicas prescindiendo de los ambientes luminosos y soleados, frente a las vistosas y grandes fiestas de toros y los retratos de famosos diestros que no hizo nunca el pintor, eligió otro camino que Gómez de la Serna traduce como:

"En su hora de la pintura de toros, tiende a inmortalizar los toreros de pueblo (…) conmovido por el trabajo de éstos toreros anónimos y extasiado ante la fuerte armonía de las piedras doradas por los siglos y el oro viejo de sus trajes de torero, que se juegan la vida por el puñal que hiere envainado, con vaina de cuerno".

La considerada obra maestra del género será su retrato: "El diestro montañés Isidoro Carmona "El Lechuga", (imagen de la presente nota) es una visión del torero ante un paisaje de pueblo, efigie verdadera de este fallido diestro de oficio zapatero que consiguió su sueño de oficiar en una corrida  con tan poca fortuna que no hizo más que abrir la capa y el animal lo enganchó por la faja, paseándole por todo el ruedo.

Por otra parte, fuera de lo taurino, el tema de lo inquietante estará presente en sus primeras obras: "Autómatas" y "Las vitrinas", donde trata un tema que, posteriormente, Sigmund Freud señalará como una de las principales causas de extrañamiento: figuras de cera, maniquíes y autómatas. 

Así, en la exposición de artistas ibéricos de 1925 presentará una serie de cuadros como "El visitante y las vitrinas", en el que jugará con esa sutil frontera entre lo animado y lo inanimado; en "Los desechados", mostrará la marginalidad y la enfermedad; y finalmente, en "Los chulos", repetirá y trasmutará varias veces el mismo rostro, consiguiendo una sensación inquietante en el espectador.

De regreso a lo taurino, fundamental será la obra: "Señoritas toreras", se trata de cinco retratos duros de mujeres flamencas que atraían al artista y que las pintó en repetidas ocasiones tanto como coristas de cafés cantantes o simplemente como mujeres de la vida del arrabal.

Solana plasmó numerosas escenas, más o menos literales, de las corridas especialmente durante el periodo comprendido entre el comienzo de siglo y el inicio de la guerra civil española "El desolladero" y "La Plaza de Las Ventas", la primera será el resumen final de la fiesta, entre caballos famélicos vivos, heridos o muertos.

En conclusión, el caso del madrileño José Gutiérrez Solana es un ejemplo más que avanza mirando hacia atrás que representará visiones locales y elementos identitarios y al mismo tiempo descubre condiciones vitales que son universales: miseria, trabajo, esparcimiento, espiritualidad, donde el toreo y su entorno abyecto jugó un papel preponderante dentro de su obra.

Bibliografía:

Gómez de la Serna, Ramón. "José Gutiérrez Solana". Editorial Poseidón. Buenos Aires. 1944.


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