...Uno de los casos más significativos de una situación de esta...
En la fiesta de los toros a veces ocurren hechos que representan una inesperada oportunidad para quienes los protagonizan, alentados por la entrega de un público que suele ser sensible y espontáneo en unas apreciaciones a las que deberían de estar atentos los empresarios para actuar en consecuencia.
Uno de los casos más significativos de una situación de esta naturaleza la vivió Manuel Capetillo cuando era un desconocido; vamos, un muchacho que quería ser torero y nunca había toreado en público, hasta que llegó la tarde del 9 de noviembre de 1947 en la plaza "El Progreso" de su Guadalajara natal.
En esa fecha se había programado un mano a mano entre Luis Solano y Fernando López, con novillos de Lucas González Rubio. Y fue tanta la lata que dio Capetillo a la empresa, a los toreros y al delegado de los matadores, que acabaron poniéndolo en este festejo y le prometieron que le dejarían hacer un quite.
Los dos quites que cuajó Capeto -uno por gaoneras y el otro por fregolinas- enloquecieron al público, y don Nacho García Aceves, el sagaz empresario de "El Progreso", no desaprovechó la oportunidad de ponerlo al domingo siguiente en una tercia con novillos de Corlomé. La plaza se llenó para ver al naciente ídolo de la afición tapatía, que ese día salió a hombros de la multitud sin haber cortado ni una sola oreja.
Este recuerdo entronca, tantas décadas después, y en cierta manera, con el del magnífico quite por caleserinas que hizo el matador Paulo Campero el domingo pasado en la Plaza México, cuando el rejoneador Andrés Rozo le permitió intervenir durante la lidia del sexto toro de la tarde.
Y también lo que ocurrió en la Monumental Mérida con el novillero Roberto Gómez, homónimo del famoso "Chespirito", por cierto, al que Horacio Casas le pidió que matara al torazo de José Julián Llaguno que acababa de torear a caballo.
La magnífica estocada que ejecutó el novillero yucateco cautivó a la gente que supo reconocer aquel valiente lance, y lo obligaron a dar una aclamada vuelta al ruedo mientras él lloraba de alegría.
Ahí mismo la empresa avisó al público que Roberto se había ganado su inclusión en la corrida programada el próximo sábado, en la tendrá ocasión de enfrentar un novillo, lo que se traduce en un gran logro para una carrera forjada en esos pueblos de Yucatán donde el culto al toro reviste todo un acontecimiento en sus distintas fiestas patronales.
La nueva contratación de Diego Ventura en Mérida atiende a la enorme expectación que provocó su comparecencia del domingo anterior, y también reviste un hecho inusitado en este coso; es decir, el de abrir una nueva fecha para que más aficionados puedan acudir a verlo, y otros muchos repitan esa grata experiencia. Bien dicen que es importante atreverse.
Por otra parte, en unos cuantos días se sabrá sí Roberto Gómez está llamado a ser un torero importante, mientras que Paulo Campero deberá esperar a que alguna empresa tenga la iniciativa de animarse a anunciarlo en una corrida para que demuestre su valía. Así se presenta, por ahora, el futuro inmediato de ambos, siendo el del novillero mucho más claro y halagüeño.