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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 22 Nov 2018    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...los toreros maduros son los que más vivencias tienen que..
A últimas fechas varios toreros veteranos han decidido enfundarse el terno de luces de manera ocasional para volver a torear. Tal es el caso de Rafael Gil "Rafaelillo", que ha sido el más constante, si cabe; o de Raúl Ponce de León, que apenas debutó como ganadero en Tlaxcala.

En ambos casos, se trata de hombres que nunca han dejado de estar cerca del medio taurino en distintas facetas, y de pronto se animan a salirle al toro sin importar el paso de los años y la merma de facultades físicas.

Así como ellos, hay otros que se resisten a dejar la profesión, como es el caso de Guillermo Capetillo, que hace apenas un par de días cumplió 41 años de alternativa, ya que se doctoró en la plaza "El Paseo" de San Luis Potosí el 20 de noviembre de 1978, casualmente el mismo día que lo hizo David Silveti en Irapuato.

Y el hijo del inolvidable Manuel, el gran "Capeto", sigue dándole vueltas a la idea de torear varias corridas luego del gratísimo sabor de boca que dejó en el festival celebrado en Aguascalientes a la memoria de Miguel Espinosa "Armillita", en abril de este año.

En dicho festejo, que tuvo lugar en la asolerada plaza "San Marcos", Guillermo demostró estar en forma. Y no sólo eso, sino que, fiel a su artístico estilo, dejó sobre la arena varias pinceladas de su peculiar forma de concebir el toreo, en el que la verdad y el clasicismo han sido parte indiscutible de su sello.

En esa noche mágica, a la que Juan Antonio Ruiz "Espartaco" le puso nombre, quedó claro que los toreros maduros son los que más vivencias tienen que expresar, y que es el paso del tiempo una pátina extraordinaria que matiza ese regusto por estar delante de la cara del toro, más allá de cualquier otra circunstancia.

Si finalmente Guillermo Capetillo decide volver a torear vestido de luces en los próximos meses, su reaparición será todo un lujo como cabeza de cartel en distintas combinaciones.

Y seguramente que más de una de las figuras españolas querrán torear con él, pero no sólo por el caprichoso hecho de que les "abra plaza", sino para disfrutar con un torero que realizó una de las faenas más relevantes en la historia de la Plaza México. Se trata de la que cuajó a "Gallero", el bravo toro de Cerro Viejo, aquella tarde de enero de 1994.

En esos años, Guillermo venía de torear un par de exitosas temporadas en la Plaza México, por allá de 1990 y 1991, cuando fue redescubierto por la afición capitalina como un torero que no sólo era un actor famoso, sino un hombre que expresaba sus sentimientos de la manera más fidedigna a través del toreo.

A diferencia del estilo de su padre, que se caracterizó por la largueza de sus muletazos, la redondez de sus largas tandas, y esa fuerte personalidad cargada de carisma y reciedumbre, de marcado acento tan mexicano, Guillermo ha entendido el toreo a su manera.

Sin embargo, en eso también se parece a su padre: en el sentimiento que atesora, desnudo de cualquier guiño de cara a la galería; ausente de falsedad, y dotado de un sentimiento profundo y torero, muy suyo, del que nunca se ha apartado. Esa fidelidad a si mismo contiene un valor muy especial.

Ahora que el paso del tiempo ha hecho alentar ese deseo de volver a torear, Guillermo sabe que es algo que proviene de la intimidad; algo que vivió desde niño en casa, y que supo acrecentar conforme maduró con el ejemplo de un padre que sintió el toreo en lo más profundo de su ser, sobre todo en lo tocante a la emoción que entraña un arte tan vivo. Ojalá que se anime a tomar esa decisión.


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