...Cuando el periodismo se hace con responsabilidad y respeto...
La fiesta de los toros se encuentra en constante peligro. Sería estúpido negarlo. Y no sólo por la corriente antitaurina que se ha desatado con tanta fuerza desde hace varios años, y cada vez cobra más intensidad, alentada por la perversa ideología del animalismo, sino también debido a la tozudez de distintos personajes que integran el espectáculo.
Ante esta persistente amenaza, a los taurinos sólo nos queda unirnos y conformar un frente común, al margen de que los problemas internos, tocados muchas veces de desencuentros de diversa índole, se resuelvan de la menor manera posible por el bien de los involucrados.
Aunque tampoco se equivocan del todo aquellos que piensan que el enemigo duerme en casa, más aún cuando algunos de los que se dicen "profesionales" no hacen bien su trabajo, ya sea por negligencia, desconocimiento, o simplemente porque quieren sacar ventaja sobre los demás. Casi siempre es por esto último.
Si a ello sumamos el afán protagónico de ciertos personajes, la autocrítica se esfuma y en su lugar se adoptan actitudes autoritarias, insufladas por la vanidad del poder. Se trata de posturas que sólo reflejan inmadurez y torpeza.
El periodismo, en su labor social, fomenta tres funciones muy específicas: informar, orientar y entretener, y nadie tiene derecho a coartar la libertad de expresión que se establece en el artículo sexto de la Constitución.
Cuando el periodismo se hace con responsabilidad y respeto, esgrimiendo argumentos sólidos, el único objetivo es el de persuadir a los protagonistas de la Fiesta para que se conduzcan con ética, y nunca con el afán de causarles un perjuicio, una molestia.
Pero muchas veces eso no lo entienden determinados taurinos. Al contario. Ven fantasmas donde no los hay y consideran que se trata de algo personal. Para nada. Uno escribe por el público y para el público, y en ningún momento con la inquietud de quedar bien o mal con ellos. Estaríamos fritos si así fuera.
Y en vez de que se concentren en hacer bien su trabajo, se distraen en estos detalles antes ponerse a mejorar lo que está mal hecho, pensando en satisfacer siempre al aficionado que, al comprar un boleto, mantiene la esperanza de recibir algo digno a cambio.
A la prensa le corresponde señalar los errores que se cometen en distintos rubros, y que son susceptibles de ser enmendados si los infractores tuvieran autocrítica. Hacer un examen de conciencia es una labor difícil en un medio donde los hechos generan un amplio espectro de interpretaciones. Pero sí es posible.
Sin embargo, sí que es posible saber qué es lo que está mal; dónde se encuentra el error… y en qué se puede mejorar. Y eso siempre será más interesante de observar que nublarse por la vanidad y asumir que todo cuanto se haga está bien hecho. Así nada más. Porque lo dicen ellos.