El nuevo año llegará la noche de mañana y las doce uvas simbolizan doce deseos que esperamos se cumplan a lo largo del inminente 2018. En materia taurina, comparto una lista muy personal y en la que sé que quizá algunos pensamientos podrían rayar en la utopía, pero creo que al menos soñar es el principio de una realidad para la Fiesta
1. Que la Fiesta realmente pueda defenderse sola, con el mejor soporte de los estamentos realmente unidos y trabajando en conjunto para su beneficio. Sí, esa unión por la que tanto se pugna, pero que, en realidad, es tan difícil de lograr.
2. Que el toro que aparezca en todos los ruedos sea bravo, que transmita hacia los tendidos y su casta no se vea rebajada por la mansedumbre manejable. Y que esas ganaderías que crían al toro auténtico aparezcan en las plazas, que haya variedad en la procedencia del ganado y, en este sentido, que los toreros “echen pa´lante” con diferentes tipos de casas ganaderas y encastes.
3. Que, asimismo, la presentación de los toros respete siempre dos principios fundamentales, los cuales otorgan relieve y verdad a lo que se hace en el ruedo: trapío y edad. Y esto no quiere decir el mastodonte de 600 kilos, sino simplemente el toro con su conformación anatómica acorde a sus cuatro años cumplidos.
4. Que todos los toreros se esfuercen por crearse un concepto propio, y serle fiel “en lo próspero y en lo adverso”, como reza esa sentencia matrimonial, alejándose de los patrones estandarizados o de copiar a los demás. En otras palabras, ser auténticos.
5. Que el circuito taurino, cada vez más cerrado, pueda ofrecer espacios de mayor variedad en cuanto a la conformación de carteles, incluyendo a aquellos toreros valiosos que han tenido pocas oportunidades, así como primeros espadas respetables y que cuentan con buena dosis de maestría.
6. Que los novilleros aprovechen, o al menos intenten aprovechar, las cada vez más escasas oportunidades que les brindan y que realmente salgan a demostrar que quieren llegar a ser.
7. Que la prensa taurina no pierda la objetividad, y que al momento de valorar lo haga siempre con argumentos, con la verdad por delante pero siempre de manera profesional y equilibrada, sin caer en el papel de jueces, pues el periodista de ninguna manera es un juez que sentencia, sino ese vínculo entre los hechos y el público, para informar o interpretar.
8. Que el público aplauda o critique donde hay que hacerlo primordialmente: en las plazas de toros. Y por supuesto que, en la medida que se ofrezca un mejor espectáculo, la gente acudirá en mayor número a un coso taurino y se meterá de lleno con el espectáculo.
9. Que esos "neotaurinos" que, a espada desenvainada cortan cabezas en las redes sociales sin ton ni son, de verdad se preocuparan por aprender del tema, por leer, documentarse, prepararse, juntarse con gente que conoce del toro y nunca dar por entendido que se tiene una verdad absoluta.
10. Que los jueces de plaza no pierdan la exigencia y que, en la medida de lo posible, cuenten con criterios coherentes para llevar las riendas de un festejo taurino y, por supuesto, en la concesión de los trofeos para los toreros, de tal forma que no haya triunfos numéricos sin fondo.
11. Que, en general, no fijarnos tanto en los números de orejas y rabos, entendiendo que más importante son las sensaciones que los toreros transmiten al público, esa huella que dejan a su andar en los ruedos, manifestación artística que emociona.
12. Simplemente, que todos los que integramos la Fiesta trabajemos con profesionalismo y sin improvisaciones. A hacer lo que debemos hacer, ni más ni menos.