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Anecdotario de "Giraldés": "El gordo"

Viernes, 14 Jul 2017    Tijuana, B.C.    Valeriano Salceda "Giraldés" | Opinión   
Los triunfos de Belmonte en su reaparición fueron de clamor
En la temporada española de 1934, Juan Belmonte, con un historial extraordinario, y una gran fortuna acumulada, volvió a vestirse de luces después de haber estado alejado de los ruedos durante siete años. En ese entonces, contaba con 42 años de edad, pues había nacido en 1892.

En esa época lo apoderaba Eduardo Pagés, que le firmó una exclusiva que, en cuanto a dinero, superaba todo lo que hasta entonces se había pagado en España a los toreros.

Belmonte, conociendo su gran responsabilidad, cuidó todos los detalles de esa reaparición. El entrenamiento fue completísimo; mató muchos toros en el campo vestido de luces para volverá a acostumbrarse al peso y rigidez de la ropa de torear.

Se formó una cuadrilla integrada por toreros de gran prestigio, entre los que se encontraban Bernabé Álvarez "Catalino" y Pucherete, así como los banderilleros Rosalito de Valencia, José Pérez "El Nili" y Fernando Gago, que tenían el toreo en la cabeza y lo verdaderamente en un subalterno: que lidiaban muy bien a los toros.

Los triunfos de Belmonte en su reaparición fueron de clamor. En aquellos años las faenas eran más cortas que las de hoy. En sus grandes faenas, Belmonte daba pocos muletazos… ¡pero qué muletazos! Cada pase era una obra de arte digna de un pintor. Actuaba con toros de las mejores ganaderías que había en España. Lógico, las figuras del toreo de ayer, hoy y siempre, han exigido las ganaderías de mayor garantía.

En Valencia se anunció un cartelazo: Juan Belmonte, Domingo Ortega y Victoriano de la Serna, con toros de la viuda de Concha y Sierra.

Los toros reseñados en el campo eran parejos en presentación, finos. Hubo uno al que fue imposible hacer llegar al embarcadero y después de muchos intentos, completaron la corrida con otro de más de seis años, que era muy basto.

Evidentemente, al ver ese toro en los corrales de la plaza, Eduardo Pagés exclamó, disgustado: "¿A quién se le ocurrió mandar este toro?"

A la hora del sorteo, ninguno de los banderilleros de la cuadrilla de Belmonte quiso meter la mano entre los sombreros. Entonces, le dieron coba al mozo de espadas, Antonio Gómez Conde. Y ¡claro!, como siempre sucede en estos casos… ¡se llevó el toro que nadie quería!

Una vez entorilada la corrida, los banderilleros fueron al hotel para informar al matador el resultado del sorteo. Nadie quería decirle a Belmonte lo que les había tocado.

El Nili, inteligente y muy hábil, se ofreció para hacerlo: "Mire usted,  maestro, se nos ha dado muy bien porque en un sorteo se trata de llevarse el gordo, y nos ha tocado".

Así que Belmonte ya estaba informado sobre el toro que nadie quería. Con su habitual tartamudeo, Belmonte contestó a su banderillero: "Mira tú, que gra gracioso”.


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