José Antonio Bustamante reivindica la base popular de los festejos taurinos; verdad documentada con las fotografías del padre del torero. Sucedió hace dos semanas en un pintoresco poblado ubicado en el corazón de los Andes a apenas una docena de kilómetros de distancia de la ciudad de Ambato; es que en este año como desde hace siglos las fiestas de San Pablo se celebran como Dios manda, por todo lo alto, con procesiones, ferias, música, danza, pirotecnia, comida y, claro está, corridas de toros.
El homenaje al santo patrono es la razón de ser de esta emocionante efeméride en la que la fe de los parroquianos es expresada en solemnes actos litúrgicos cargados de devoción. El recorrido de la venerada imagen por las calles del pueblo sobrecoge a propios y extraños que marcan en sus rostros fervor y esperanza. Se trata de exaltar sus milagros e interponer, una vez más, oraciones y súplicas a lo largo de la parsimoniosa peregrinación que formaliza el inicio de las festividades.
En San Pablo tras "rezar vísperas" el entusiasmo del gentío se desborda al participar en una secuencia de eventos que culminan en una plaza de toros montada para la ocasión, en ella se escenifican el festejo popular, las mujeres toreras y la corrida formal: El zigzagueante galopar de las reses y los consecuentes sustos de los aficionados son la gracia de los toros de pueblo. La actuación de la cuadrilla femenina y su valor para enfrentar a los novillos causa asombro a unos y a otros; en tanto que la destreza del torero profesional deja boquiabiertos a miles de personas que se amontonan en los improvisados graderíos.
El matador de toros José Antonio Bustamante fue el actor estelar del espectáculo central de las famosas fiestas, toreó con arte y categoría a un ejemplar de Huagrahuasi al punto que sus alardes en el polvoriento ruedo causaron un verdadero alboroto en el tendido. El torero explica a continuación la sin par experiencia.
"En San Pablo pude sentir lo que significa la verdadera afición a los toros y la realidad de nuestras tradiciones expresadas en este pequeño pueblo reunido en una plaza de madera. La auténtica base taurina del Ecuador encuentra sus raíces en estos pueblos en los que las corridas de toros son parte de su cultura, pueblos en la que la gente pugna por entrar a la plaza sin importar quien actué solo con la idea de disfrutar de una corrida", comenta con incredulidad José Antonio al repasar la inolvidable jornada que, precisa, debe ser entendida como una muestra de lo que repite en centenares de poblados del país.
“Me fue difícil creer que en un lugar así podía llegar a interesar una corrida de toros seria con los tres tercios, pues sabemos que en la zona rural predominan los toros populares; sin embargo, pude evidenciar que existe conocimiento y gusto por el toreo bien hecho. Como toreros y aficionados debemos reconocer y destacar que en estos sitios lo importante no es el cartel o la ganadería, sino la verdadera esencia de una corrida de toros. Me llevo los mejores sentimientos al salir por la puerta grande de San Pablo, reciban mi agradecimiento por su acogida y todo su cariño", dijo.
Palabras sentidas de un torero que junto a sus compañeros de profesión, semana a semana recorren ciudades, pueblos y caseríos manteniendo vigente a la fiesta de los toros. No en vano en el país se celebran cada año quinientos espectáculos taurinos a los que asisten más de un millón de personas; no en vano las corridas de toros forma parte de la cultura popular del Ecuador.