Cada matador de toros tiene su tauromaquia; su manera muy personal de ejecutar las distintas suertes, aun cuando en todos los casos siguiendo las normas, sabemos que se torea con una técnica determinada que depende del comportamiento que presenta cada toro.

La mayoría de los toreros se preocupan por dominar tanto la técnica como los recursos del toreo; eso los hace sentirse seguros delante de la cara de los toros y estar convencidos de poder resolver los problemas que se puedan presentar a lo largo de la lidia.
  
Algunos toreros, en ciertas ocasiones, han querido dar la impresión de que para ellos el dominio de la técnica no tiene tanta importancia. Se ha comentado que a Rafael de Paula, torero de calidad excepcional, al preguntarle su opinión sobre la técnica del toreo, se atrevió a contestar: "¿La técnica?... Eso es algo que necesitan saber muy bien quienes se dedican a componer refrigeradores". Un torero de raza gitana como es Rafael de Paula, no podía dar una respuesta distinta, me queda claro.

El día que Juan Belmonte vio torear al Paula se convirtió en su mayor partidario. Belmonte aseguraba que Rafael era uno de los dos o tres mejores toreros que había visto en su vida.

Con frecuencia, Belmonte ordenaba que encerraran dos vacas en su finca y mandaba a su chofer, desde su ganadería de Gómez Cardeña, en Utrera, hasta Jerez para que fuera a traer al Paula para verlo torear, porque disfrutaba mucho con su expresión.

Un día en cuanto apareció en el ruedo de la placita de tientas la primera vaca, Rafael le dio tres o cuatro capotazos y se dirigió a Belmonte con las siguientes palabras: "Maestro, no me tome en cuenta lo que haga. No me siento con deseos de torear".

Y aunque todo estaba preparado para llevar a cabo la faena, Belmonte le contestó: "Si no tienes deseos, ni lo intentes. El toreo, cuando no se disfruta y no se siente, no puede salir bien y yo deseo verte hacerlo como tú sabes hacerlo".