El comentario de Juan Antonio de Labra (audio)
Jueves, 12 May 2016
México, D.F.
Juan Antonio de Labra | Opinión
Sobre el futuro incierto de El Pana y el fin de su carrera taurina
A doce días del fatal accidente de Rodolfo Rodríguez "El Pana" en la plaza de Ciudad Lerdo, el torero aún se debate entre la vida y la muerte, ahora en el Hospital Civil de Guadalajara, donde se encuentra muy bien atendido por el gran equipo de Paco Preciado, que es un médico con alma de torero.
Y en estas horas de desesperante incertidumbre, la única certeza es que El Pana no volverá a ponerse en pie. Se trata de un hecho sumamente dramático para un hombre que se quería morir vestido de luces, según había manifestado en más de alguna ocasión. Aquella muerte gloriosa de la que hablaba Juncal, que prefería cambiarla por "una puta angina de pecho".
En estos días en que se ha escrito tanto sobre El Pana, hecho que remarca la singularidad del personaje, sólo el destino sabe qué ocurrirá con su existencia, la de un hombre que vivió intensamente, que superó las sangrientas cornadas que le dieron los toros… y la más chunga de todas: la amarga cornada de la injusticia.
Hasta que vino aquella tarde irrepetible de la resurrección, con el toro "Rey Mago", de Garfias, El Pana vivía en el ostracismo, luchando a diario con su otro yo, Rodolfo, el alcohólico procaz, un ser humano errante y bruto, sin futuro.
Y a partir de esa tarde del 7 de enero de 2007, hace casi una década, El Pana consiguió echarle candela a Rodolfo y encendió la fulgurante llama de la emoción, dejando entrever que el toreo también puede ser un fascinante espectáculo capaz de provocar lágrimas.
Quizá ya pocos recuerden que El Pana dio siete vueltas al ruedo en La México durante aquella tarde del milagro. Sí, siete, el número mágico; el de la perfección, ahí donde los tres elementos de lo sagrado y los cuatro de lo terrenal se suman para arrojar una cifra rotunda y equilibrada.
La pregunta duele: ¿Por qué tuvo que acabar así El Pana? Sólo el destino lo sabe; ese destino sabio que nos tiene anotados en su agenda personal, ahí donde no hay cabida a tachaduras, ni cambios de planes, y en el que Rodolfo ahora espera su desenlace.
Porque El Pana ya puso punto final a la historia de un romántico de los ruedos; de un torero talentoso que no supo encauzar su éxito para haber escalado peldaños más trascendentes, y que se conformó con ser un artista anecdótico y efímero, como bien lo decía el propio Rodolfo con cínico conformismo: "El Pana es un torero de un día, de un toro, de una faena…"
El domingo 1 de mayo terminó todo. Así, de un solo golpe. De forma instantánea y cruel. Y este ejercicio espiritual que es el toreo tuvo su última oportunidad de expresarse en ese crepúsculo mortecino del instante fugaz en que la brujería de El Pana se precipitó al vacío.
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