El comentario de Juan Antonio de Labra (texto)
Jueves, 17 Sep 2015
Zacatecas, Zac.
Juan Antonio de Labra | Opinión
Sobre la cuota de sangre como una reivindicación del toreo
La temporada española 2015 ha dejado una estela de sangre detrás de distintos toreros –incluidas algunas figuras– como una reivindicación del riesgo tan grande que entraña el toro de lidia, ese animal mítico que de esta manera afianza la trascendencia de una historia milenaria.
Y la inmediatez de la información, que corre vertiginosamente a través de las redes sociales y los portales taurinos, nos permite ser testigos, casi en tiempo real, de estos hechos de sangre que nunca dejan de impactarnos.
A la dramática cornada de Jiménez Fortes en la boca, la segunda en unos cuantos meses después de la de Madrid, pasando por la grave cogida de López Simón o la reciente de Miguel Ángel Perera, se suman otras de novilleros y toreros de plata, algunos más o menos conocidos de la afición mexicana, pero igualmente significativas.
La coincidencia más elocuente han sido estas tres cornadas porque sucedieron cuando intentaban torear a la verónica de rodillas, una suerte que ya a mediados de los años veinte había causado sensación cuando la ejecutó Marcial Lalanda con aquel toro cinqueño, nervioso y bronco de su época.
Y hoy, cuando parece que el cuatreño de nuestros días tiene mayor fijeza, humillación y recorrido, también se ha convertido en un animal más atlético, ágil y certero, que no ha perdonado la osadía.
Porque se trata de un afán de ir a más, de rivalizar, de llevar el toreo al límite, y demostrar que ellos también pueden torear como les venga en gana y desafiar esas normas taurinas que a veces caminan tambaleantes sobre un delgado alambre con vista al precipicio.
Y mientras los toreros convalecen de sus heridas, con ganas de pararse pronto de la cama para volver a torear antes de que concluya la campaña, la ola antitaurina sigue provocando marejadas que despiertan una mayor controversia al respecto de la Fiesta, que intenta sobreponerse a los embates de esta paranoia animalista que busca avasallarnos.
La cuota de sangre que los toreros pagan cada año, sobre todo en los meses del verano, representa una verdad tangible que se exhibe ante los ojos de todo mundo, en una profesión donde el toro se erige en ese ser provocativo y místico cuyo instinto agresivo ha permitido la magia del toreo.
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