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Espectro Taurino: La grandeza del toro bravo

Sábado, 01 Ago 2015    México, D.F.    Jorge Raúl Nacif | Foto: Archivo   
La columna de todos los sábados

A propósito de la declaración de Palma de Mallorca como ciudad antitaurina, por mayoría de votos en el ayuntamiento, se han retomado una serie de comentarios en el debate público acerca de diversos tópicos en pro o en contra de la tauromaquia, y entre éstos destaca el tema del toro bravo.

Más allá de los evidentes motivos políticos, una gran mayoría de las posturas contrarias a la Fiesta se generan desde la perspectiva de proteger al toro bravo. Estos comentarios, respetables por supuesto, afirman que la tauromaquia es un atentado contra esta especie, a la cual hay que defender a toda costa.

Sin embargo, y como los taurinos recalcamos generalmente, es precisamente gracias al toreo que se cuida a la especie, la cual está totalmente protegida. Y en lo particular, cada uno de los ejemplares lleva una vida que es mucho más digna que la inmensa mayoría de las reses.

Además, es visto como el rey de la Fiesta, y desde siempre se le ha guardado una admiración suprema. No se trata de una lucha desigual, pues el toro tiene siempre la oportunidad de pelear y su muerte está dotada de un sentido que jamás tendrá la fría oscuridad de un matadero.

El toro de lidia, como especie criada y protegida por los ganaderos de bravo, tiene en su esencia el instinto de pelea. Desde tiempos antiguos, cuyos registros se remontan a la Isla de Creta, el hombre se dio cuenta de esta bravura y la aprovechó para llevar a cabo los peligrosos juegos con los toros, mismos que evolucionaron en una danza… que se convirtió en arte.

Cuando en realmente bravo, tiene el toro en el ruedo un comportamiento ofensivo, no defensivo.  No embiste para defenderse, sino que acude a los cites movido por su sangre brava y está, siempre, en disposición de arrebatarle la vida al torero.

Ver a un toro pelear en el ruedo, siendo fiel a su objeto de crianza y a los atributos propios de su existencia, es algo que también inunda el alma de los aficionados. Y por supuesto, el toro es un animal que muere con grandeza, pues luchando entrega su vida en pos de una creación.

Por supuesto que las sociedades actuales, impregnadas de un pragmático materialismo y la pérdida del sentido simbólico de la existencia, ya no comprenden ni comprenderán estos conceptos. Vamos, que tampoco pregonamos una vedad absoluta y todos somos libres de disfrutar lo que nos plazca, pero jamás debe perderse el respeto a la libertad.

Dicho lo anterior, recalcamos que el toro bravo cuenta con una grandeza digna de destacar, tanto en su vida como en su muerte. Único dentro del inmenso espectro de la fauna, el toro de lidia tiene la oportunidad también de pasar a la historia y ser recordado a través del paso de los años.

En realidad, y complementando lo que hemos expuesto en este texto, el toro bravo no existiría si las corridas desparecieran. No solamente se extinguiría un espectáculo milenario y con una gran cantidad de aristas, sino que dejaría de existir en nuestro mundo una especie maravillosa.


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