Espectro Taurino: Belmonte y "Barbero"
Sábado, 20 Jun 2015
México, D.F.
Jorge Raúl Nacif | Opinión
Una efeméride, en el espacio de hoy
Mañana domingo se conmemora un aniversario más de aquella faena del maestro Juan Belmonte al toro "Barbero", de Concha y Sierra, en Madrid, considerada por algunos como uno de los episodios más relevantes en la historia del toreo y quizá el trasteo más importante del llamado Pasmo de Triana.
Aquel 21 de junio de 1917, corrida del Montepío de Toreros, Belmonte fue espoleado por los igualmente grandes Rodolfo Gaona y Joselito el Gallo, que habían dado una gran tarde e incluso del público dirigió esa famosa petición de "¡Los dos solos!", para un futuro cartel.
Lo de Belmonte con el sexto de la tarde fue, sencillamente, colosal. Por ello queremos traer a colación algunos fragmentos de la crónica que don Gregorio Corrochano publicó al día siguiente en el diario ABC, de Madrid. En la descripción de la faena, el maestro redactó lo siguiente:
"Con la mano en la izquierda giraba en un pase natural, los pies clavados, la cintura rota, y al rematar cogía al toro antes de abandonar los vuelos de la muleta y se lo pasaba al otro lado con un pase de pecho, más artístico, más valiente que el natural, y así, alternando estos dos ases admirables, base de todo el arte de torear, el torero creciéndose, superándose, mejorándose a sí mismo en cada lance, toreando hiperbólicamente, como nunca le vimos torear, hizo la faena justa, precisa, como la soñaron los grandes maestros".
Como el estupendo cronista que era, Corrochano traslada al lector al lugar mismo de los hechos, impregnando el texto de un sentimiento especial.
"Aquí fue cuando perdimos la serenidad. Nunca sentimos emoción igual. No emoción en el sentido de temer un percance, no; cuando se torea así, el primer deslumbrado y el primer sometido es el toro. Dio un gran pinchazo y media estocada superior, entrando a matar con estilo. Muérete torito, muérete ya. ¿Qué esperas? Mira que después de esto no deben admitir un pase más, que desde que hubo toros ninguno alcanzó honor igual al que acabas de alcanzar. Pero no se quiso morir y en vista de ello Belmonte lo descabelló.
"Los que antes gritaban a Gaona y Gallito, descartando a Belmonte, `los dos, los dos solos´, se echaron al ruedo y le dieron una vuelta a hombros. La gente hablaba, hablaba, hablaba, no podía ni aplaudir, ni pedir la oreja, ni nada; aquello se había salido de lo corriente y de lo corriente se salía también la forma de admiración y entusiasmo".
El remate de la crónica, con un estilo muy personal, deja en claro la grandeza de la obra que Belmonte había cuajado en el redondel madrileño:
"¡Cuánto siento tener que volver a los toros! ¡De qué buena gana me retiraría del tendido, para que otras tardes no vinieran a enturbiarme la visión que tengo de esta faena! Y cuando cruzara la calle de Alcalá a la hora de los toros, yo me acordaría de esta tarde, y cuando la gente me hablase de toreros que hicieran prodigios con la muleta, yo les contestaría maquinalmente: Ah, sí, Belmonte, ¡Juan Belmonte!".
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