Banners
Banners
Banners

Desde el barrio: Bailleres, y el cambio de ciclo

Miércoles, 31 Dic 2014    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de los martes, por el día de hoy en miércoles
Los signos son tan claros y evidentes que no cabe sino aceptar que el negocio taurino en España está viviendo un radical cambio de ciclo en sus estructuras de poder. Y se manifestará definitivamente en toda su dimensión en la temporada del año que mañana comienza.

La sostenida crisis económica que ha sufrido el país desde 2007, el último año de las "vacas gordas", ha ido forzando hacia este giro sustancial, que afecta sobre todo en el campo empresarial. O, mejor dicho, en el terreno de las grandes empresas, esas que, sólo aparentemente, estaban sufriendo menos que otros sectores los efectos de la que en su día cínicamente los políticos llamaron "desaceleración" económica.

Pero ha sido precisamente esa crisis la que ha dejado al descubierto las profundas carencias de un sector empresarial acostumbrado a manejar grandes beneficios sin mayor esfuerzo que el de mantener sus exclusivos derechos de pernada en los principales cosos. Aunque, como ha quedado demostrado, no basara el "éxito" de sus gestiones en unos parámetros adaptados a los tiempos, sino en unos usos caducos y alejados de la modernidad y de la lógica.

Del mismo modo que, por la crisis y la corrupción, España vive el fin del bipartidismo político tras tres largas décadas de alternancia de gobiernos del PSOE y del PP, el toreo hispano está a punto de atestiguar la caída definitiva de los grandes grupos empresariales, el final de una oligarquía familiar, que con pocas incorporaciones externas ha dominado el mercado también desde los tiempos de la transición política.

Para comprobarlo basta con enumerar los testimoniales cosos a los que se ha reducido, por ejemplo, el antaño inmenso imperio Chopera, incluso en sus bifurcaciones, o las dificultades por las que, una vez desaparecida del mapa taurino la poderosa sombra de la casa Balañá, atraviesa el holding Matilla para seguir acaparando el mercado de los cosos menores.

Como también es una señal inequívoca de esa pérdida de hegemonía empresarial el hecho de que los antaño poderosos gestores tengan ahora que asociarse en grupo para poder presentarse a esos concursos de arrendamiento todavía inflados y que, por altamente exigentes, no hace tanto les servían para alejar cualquier tipo de competencia en su dominio de las plazas más rentables.

Y es así como, sin capacidad de reacción, sin ideas, sin voluntad de trabajar para el futuro, las clásicas empresas taurinas españolas han ido perdiendo casi todo su poder de tantos años a lo largo de esta crisis que amenaza con llevarse por delante no sólo muchas de las clásicas normas de funcionamiento del sector sino el propio espectáculo en sí, sobre el que oscila tenebrosa la espada de Damocles del antitaurinismo llevado a la política.

Por eso la figura del omnipotente empresario mexicano Alberto Bailleres se ha convertido para muchos en la ansiada tabla de salvación en pleno naufragio. Que a nadie extrañe, pues, el paulatino y ya franco desembarco de ETMSA en España porque lo han propiciado muchos de esos grandes empresarios que, casi desesperadamente, no han dejado de ofrecer al capital azteca muchas de sus plazas, cuando no la compra de sus dilatadas deudas en forma de pagarés y talones itinerantes.

La figura de Bailleres y su equipo, cuya punta de lanza es el infatigable sevillano-catalán Antonio Barrera, se antoja para el toreo español como la de los famosos jeques del petróleo, o la de los magnates rusos del gas, que se han adueñado de los grandes equipos de fútbol europeos, dominando y disparando el mercado de fichajes.

Así que el apoderamiento de Morante de la Puebla (y ¿el de Talavante?), la compra de la ganadería de Zalduendo y la gestión de la plaza de Córdoba, son sólo las primeras de las que se suponen, y algunos temen, numerosas acciones que llevará a cabo el grupo Bailleres en el mercado taurino español, aprovechando ese vacío de poder y de capacidad de gestión que deja una elite empresarial en franca decadencia.

A expensas de conocer los resultados de este inequívoco giro de timón, sólo nos queda esperar que la empresa que va a tomar el poder sepa entender las delicadas circunstancias por las que atraviesa la tauromaquia en España y se adapte a unas formas de gestión que en nada se parecen a las que rigen en México. Y que, por el bien de todos, no tengamos que presenciar durante su égida la extinción definitiva de esa especie en peligro que es el apoderado independiente.


Comparte la noticia