Desde el barrio: Algo se mueve
Martes, 23 Dic 2014
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Parece que el toreo empieza a dar los primeros pasos hacia la actualización. De momento, son pasos titubeantes, torpes, sin firmeza y a punto de la caída, como los del niño que comienza a caminar sin apenas fuerzas para sostenerse. Pero aun así, a falta de que se defina de una vez la ruta que los distintos estamentos toman hacia el urgente camino de la regeneración, habrá que darles un voto de confianza.
La Convocatoria por la Tauromaquia celebrada la pasada semana en la sevillana Venta de Antequera, al menos, hizo moverse a unos cuantos. Y les estimuló a pensar en lo que querían y tenían que decir acerca de la delicada situación que atraviesa el espectáculo taurino en España.
Pero más allá de las generalidades del informe publicado a posteriori con las conclusiones del acto, la reunión convocada por la Unión de Criadores de Toros de Lidia sirvió, sobre todo, para saber quiénes están, y quiénes no, por la labor de ponerse a trabajar, aunque no sepan aún ni con qué herramientas ni con qué compañeros de fatigas.
Mientras las grandes empresas, que fueron las grandes ausentes de la convocatoria, siguen llorando la reducción de sus ganancias, pero sin admitir ni reconocer por soberbia su evidente declive, los jóvenes emprendedores se topan de frente no sólo con la problemática más dura en el básico mercado de las plazas menores sino también con el freno que las familias tradicionales imponen a su desarrollo de futuro.
El empresariado es así quien, a pesar de las apariencias, muestra más claramente los síntomas de la desunión, en tanto los intereses y los problemas de grandes y pequeños organizadores son radicalmente distintos, cuando no contrarios. Y en esa falta de unanimidad en su mensaje puede estar una de las mayores trabas para esa necesaria y anhelada creación de un ente aglutinador de las inquietudes del toreo.
En cambio, como también parece que sucede con los ganaderos, las cuadrillas, agrupadas mayoritariamente en torno a la Unión de Picadores y Banderilleros, son las que siguen manteniendo la cohesión, la misma que demostraron también la semana pasada en un acto que ensalzó el orgullo de su profesión, y que, como ya es norma con esta organización, fue silenciado por la mayoría de los medios especializados.
Será porque los del capote y puya, los más afectados por la crisis pero paradójicamente también los más denostados en su larga lucha, saben que una defensa de sus derechos y de su dignidad es también una defensa de la calidad del espectáculo. Y que la crisis no se resolverá, precisamente, por una reducción de sus puestos de trabajo, que al fin y al cabo son solo una escueta parte de los gastos generales de organización de los festejos.
Quizá, como aseguró en ese acto de las cuadrillas Agustín Díaz Yanes, explicando por experiencia la manera en que se resolvieron los problemas del cine, muchas de las soluciones del toreo pasarían por saber las cifras exactas en las que nos movemos, esas que describan el panorama económico del toreo mediante unos tornos que, como en las salas cinematográficas, establezcan ese control de taquillas que tanto incomoda a las empresas.
Entre tanto, en Francia nos siguen marcando con el ejemplo el camino de las acciones legales y políticas en defensa de la Fiesta sin que aún en España nadie se quiera dar por enterado, más pendientes como andamos de si Canorea y Valencia han pedido unas tibias disculpas a los toreros del G-5 (seguro que las escasas ganancias de los maestrantes en 2014 han tenido mucho que ver en ello) o de cantar las aún inexplicables excelencias de ese extraño “programa de promoción de toreros” que Taurodelta se ha sacado de la chistera.
No me digan que no es raro, cuando menos, que la empresa de Las Ventas se dedique a "asesorar y promocionar" individualmente a varios toreros, que nos quieren vender como un acto con visión de futuro, en vez de potenciar a nivel general la temporada de la primera plaza del mundo, esas enormes posibilidades de promoción para el conjunto del espectáculo que ofrece el mejor escaparate del toreo.
Porque, a estas alturas del año, y por poner sólo una "absurda" ocurrencia, mejor sería que los veedores de Taurodelta hubieran visto ya cinco o seis novilladas de lujo y con auténticas garantías de embestir para anunciar con ellas, entre marzo y abril, a esa decena larga de noveles que tienen esperanzado al aficionado. Lo mismo, dos o tres salían a hombros y ayudaban a generar de nuevo esa ilusión de futuro que es la mejor manera de promocionar esta historia.
Y como esa, aún se antojan cinco o seis ideas parecidas, y fáciles de llevar a cabo, para una plaza que tiene que servir para algo más que para darle a la empresa un porcentaje del ya de por sí mínimo sueldo de un par de toreros y novilleros, sino para dar ejemplos y argumentos imaginativos en estos momentos de sequía intelectual.
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