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Desde el barrio: Tenemos un año

Martes, 16 Dic 2014    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Antes de que en España se convoquen las elecciones generales de 2016, el mundo del toro tiene apenas un año para intentar frenar la amenaza de futuro más evidente y  concreta de toda su historia moderna. Nunca la continuidad de las corridas de toros ha estado tan en riesgo como lo está a mediados de esta segunda década del siglo XXI.

Y no es esta una afirmación alarmista ni a la ligera, ni siquiera un aviso demagógico para alentar a la inexistente militancia protaurina que sufrimos, sino la simple constatación de una realidad que se hace más palpable a medida que se suman los inequívocos mensajes que se lanzan desde los partidos políticos que se dicen de izquierdas.

La abolición de la fiesta de los toros, eso que hasta ahora sólo nos parecía una inquietante pero muy dilatada sospecha, se ha ido concretando en una patente evidencia frente a la que no parece haber ninguna reacción, como si el mundo del toro prefiriera mirar hacia su ruina particular que a la aún más peligrosa realidad social que le rodea.

Pero la cuestión es que, si como anuncian las encuestas, el Partido Popular perdiera su mayoría en el Parlamento en los próximos comicios generales, los taurinos nos podemos encontrar de la noche a la mañana de un lunes de primavera en una situación extremadamente crítica para garantizar el futuro del espectáculo incluso a corto plazo.

Sin entrar en valoraciones políticas más allá de los márgenes de lo taurino, tenemos ya ante nuestras narices el hecho de que, sin ambages, el ascendente partido Podemos, que a un año vista se puede decantar como tercera o incluso segunda fuerza parlamentaria, llega incluso a incluir la abolición de la tauromaquia en el ideario que formará su programa electoral.

Por su parte, y aunque sin manifestarlo con la misma claridad, Izquierda Unida se manejaría indudablemente en los mismos términos, mientras que el histórico y ahora desnortado PSOE nos viene a indicar con sus decisiones todo lo contrario de lo que asegura su líder en sus avergonzadas reuniones con las gentes del toro. En ese sentido, Pedro Sánchez, sigue la norma clásica de la política: "Ni una mala palabra, ni una buena acción".

Y para constatarlo ahí están como crudo ejemplo las dos últimas votaciones parlamentarias que podían haber afectado al mundo del toro, con un proyecto de ley sobre el maltrato animal, que no prosperó, y otra ley más sobre la defensa del patrimonio inmaterial, que salvó la mayoría del Partido Popular.

En ambas, la intención de los partidos de izquierdas en el Congreso fue una clara toma de postura en contra de la tauromaquia, en tanto en un caso se buscaba la prohibición de los festejos populares y en el otro, ahora además con el apoyo de los nacionalistas, la no inclusión de las corridas de toros entre las materias a salvaguardar como patrimonio cultural de los españoles.

Con estos claros precedentes, y pensando en una más que probable coalición de izquierdas para formar gobierno tras las próximas elecciones, en la primavera de 2016 el escenario antitaurino estaría más que instalado y presto para proceder a la definitiva desconexión legislativa del toreo.

Tenemos, pues, un año para intentar frenar este proceso; doce meses para elaborar una estrategia de defensa, para recopilar datos y cifras incontestables y contundentes con las que presentarnos en las sedes de esos partidos y hacerles saber las consecuencias de su irreflexivo, o torticero, afán abolicionista; trescientos sesenta y cinco días para buscar alianzas de otros sectores afectados por el nazismo animalista y diseñar una campaña mediática que conciencie a la distanciada sociedad…

Nos queda un año, en definitiva, para sentarnos, sin complejos ni reticencias de los taurinos más "conservadores", ante los responsables del PSOE, de Podemos y de Izquierda Unida e intentar revertir, o templar, la situación con argumentos en la mano y respaldo popular.

Pero menos tiempo nos queda aún para encargar ese trabajo a los verdaderos expertos que han de encargarse de hacerlo, mientras los distintos estamentos, donde no hay gente capacitada para ello, se siguen lamiendo las heridas de la crisis e intentan de una puñetera vez ponerse de acuerdo en la forma de salir adelante.

Tenemos un año por delante y dos trabajos hercúleos. Y el de la política se antoja mucho más urgente que el de la economía. 


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