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Desde el barrio: Cuadrillas

Martes, 16 Sep 2014    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Al tiempo que el banderillero Héctor Rojas peleaba por salir adelante de la cornada que le reventó las entrañas en Zacatecas, en España arrancaban las ferias que algún relamido de la palabra bautizó "de la vendimia y el cereal". O sea, los abonos de septiembre, que conviven con los específicos de novilladas que los aspirantes llevan esperando, lamentablemente, durante seis largos meses de escasa actividad.

Porque, desde que Tauromex se gastó un auténtico dineral, ni agradecido ni pagado, en organizar aquellos Encuentros Internacionales de Novilleros de febrero y marzo, nadie ha vuelto a hacer el esfuerzo de poner en el escaparate a los mejores novilleros del año antes de que llegue San Isidro.

Claro que septiembre también sirve últimamente para salvar la profesionalidad de otro tipo de toreros, esas cuadrillas de picadores y banderilleros que están acusando mucho más que cualquier otro colectivo la crisis económica que sacude a la Fiesta en España. Es gracias a esa gran concentración de novilladas como muchos profesionales que conservan aún a duras penas su dignidad pueden sumar en septiembre un puñado de  festejos que salven sus cotizaciones a la Seguridad Social y alivien sus economías familiares.

Pero después de ver a muchos de ellos sentados en el tendido cada domingo del verano venteño, mientras en el ruedo otros cometen una larga serie de tropelías por un puñado de higos, septiembre nos está dejando ver en toda su dimensión las enormes diferencias que existen en la lidia cuando la protagonizan verdaderos y buenos profesionales.

En Valladolid, sin ir más lejos, la empresa Matilla y Gallego tuvo a bien, dentro de una rutinaria cartelería, incluir dos novilladas, con y sin picadores, en una decisión digna de elogio tal y como están los tiempos. Y el aficionado que supiera apreciarlo, que me temo no serían muchos, pudo disfrutar en ambas de la soberbia actuación de un puñado de toreros de a pie y a caballo que hicieron más fáciles las cosas a los aspirantes que acertaron en alistarlos, como sucedió con Ricardo Maldonado, la nueva revelación vallisoletana.

En el que, por cierto, era sólo su cuarto paseíllo del año, en la sin caballos se pudo ver la solvencia del magro madrileño Jesús Delgado, un torero de la vieja época de la Escuela de Madrid. Pero también ese día, entre barreras, esos otros profesionales determinantes que son los mozos de espadas tuvieron la representación de grandes como Juan Vicente de la Calle y El Gongo, cuya forma de trabajar merece estar al servicio de los toreros de ferias.

Un día después, ya con los utreros, la tarde fue un auténtico recital de bien hacer, de eficacia, de temple, de valor, de conocimientos y de perfecta estrategia taurina a cargo, entre otros, de soberbios picadores como Pedro Iturralde y Aitor Sánchez y de banderilleros como Joselito Rus, Agustín Serrano –que cinco capotazos tan magistrales, sin correr para atrás, sin perder la verticalidad, toreando y no esquivando al novillo, Miguel Cubero, Santi Acevedo, Félix Navas o Javier Gómez Pascual.

No hace tanto, cuando la profesionalidad y la experiencia eran todavía un grado en el toreo, estos "picadores de toros" y "banderilleros de toros", título máximo entre los subalternos, estaban anunciados con las primeras figuras o estaban rifados entre el resto del escalafón en caso de que se manejaran por libre.

Pero hoy, cuando el torpe taurinismo, y los torpes toreros, valoran más el servilismo que la maestría y el pago por el túnel que la categoría profesional de quienes les han de ayudar a resolver o incluso a salvarles la vida ante los mismos pitones, la gran mayoría de toreros de esta categoría se ven relegados a las novilladas y a los festejos menores. A malvivir de las migajas de una tarta que se ha ido pudriendo por el efecto de una absoluta falta de respeto al propio toreo.

Zarandeados por quienes creen que sus sueldos son el único lastre de una economía plagada de mangantes y depredadores, este tipo de picadores y banderilleros, que todavía saben lo que significa y representa su trabajo, han sido incluso acusados recientemente de insolidarios por una comisión taurina que quiere hacerse promoción a costa de su esfuerzo y regalándole prácticamente los derechos de su feria a una televisión de pago que busca su negocio particular.

Tanto estorban estos buenos y dignos profesionales a los especuladores que, también en septiembre, muchos golfos, incluidos alcaldes de plazas "toristas", se han buscado la argucia de prescindir de ellos encubriendo como clases prácticas lo que son auténticas novilladas sin caballos con erales de destartalado trapío.

Y es así como, en vez de banderilleros profesionales, son los mismos e inocentes alumnos de las escuelas taurinas quienes en muchos casos ejercen de "ayudantes" de sus compañeros en labores de brega, lo que, por aquello de "ayudar" a las bases, está permitido por la legislación… siempre y cuando no se cobre la entrada.

Pero qué va: hasta quince y diez euros valen los billetes de algunos de estos festejos que sólo promocionan el negocio de esos "honestos" y "sacrificados" empresarios. Al revés que los banderilleros que "abusan" de ella jugándose el pellejo por 250 cochinos euros, sólo son ellos, estos desprendidos héroes de los despachos, quienes trabajan por el futuro de la fiesta… que se pegan después en algún bar de luces rojas.


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