Desde el barrio: La "guerrilla" de Talavante
Martes, 09 Sep 2014
Valladolid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
En un calentón por twitter, ese nuevo altavoz que, en sólo 140 caracteres, no hace más que dar problemas a los toreros, Alejandro Talavante aseguró a primeros de agosto que estaba metido en una temporada "bélica". O sea, que andaba en la guerra.
Pero no parece que "Ale" haya empuñado su fusil para liarse a tiros ni con los toros ni con los compañeros, sino que el belicismo del extremeño se centra en una guerra fría con esos despachos en los que está pagando las consecuencias de haber retomado el camino de la independencia en una temporada tan compleja como esta que ya llega a su recta final.
Más que guerra, en lo que parece que anda metido Talavante es en una especie de guerrilla como aquella que a finales de los años sesenta del pasado siglo emprendieron de la mano El Cordobés y Palomo Linares para hacer valer sus cachés ante un empresariado que ya por entonces empezaba a querer recortar las alas de las primeras figuras.
Aquellos dos greñudos, con la ayuda de los entonces "rebeldes" y ahora tan conservadores hermanos Lozano, se dieron una vuelta a España abarrotando plazas menores y esa portátil que llamaron "La guerrillera" y que les valió para llegar a lugares donde nunca antes había pisado una figura del toreo.
Talavante, es cierto, no torea en portátiles, pero su situación actual viene a ser muy similar en tanto que su "bélica" temporada del 2014 no ha recalado, salvo en Madrid y Pamplona, en las principales plazas, en los centros donde se juega la gran partida de cada año, justo cuando todos coinciden en señalar que atraviesa por el mejor momento de su carrera.
Es así como las razones de esa paradójica ausencia del "Tala" de las plazas con palcos hay que buscarlas únicamente en los despachos, en el pulso que Curro Vázquez y el propio torero le han echado a las empresas que, a costa de unos honorarios "asequibles", antes habían sumido al extremeño en una lánguida comodidad que en nada beneficiaba el proyecto de gran figura que realmente representa.
El cambio de apoderamiento, saltando al peligroso palenque de la independencia desde la torre de vigilancia de las grandes casas, al tiempo que los líderes que le alentaron a entrar en el G-5 miran para otro lado, ha llevado a Talavante a una situación paradójica y complicada pero que, finalmente, acabará por darle la razón.
Más que nada porque, junto con Morante y José Tomás, que ya juegan en otra liga, Alejandro está haciendo tarde a tarde uno de los toreos más puros y sutiles de cuantos puede mostrar el vulgarizado escalafón que promueve el sistema empresarial. Y aunque se haya quedado fuera de los "grand slam" del año taurino, Talavante se reivindica en los "Masters 1000" con un concepto de máxima calidad.
Ya en San Isidro, por mucho que haya quedado sospechosamente tapada en muchos balances, su faena de la primera tarde, aun malograda con la espada, fue una de las de más nivel del abono madrileño, con el añadido de que mostró claramente con ella el refrescado y reposado concepto con que ahora intenta retomar la escalada al trono que arrancó con Antonio Corbacho y que aplazó durante años por cuestiones enrevesadas de analizar.
Ha sido ahora el propio torero quien, con la ayuda diríamos que "filosófica" de Curro Vázquez, ha decidido volver a la senda de la que se desvió hace varias temporadas para convertirse en el torero, mejorado y aumentado, que de verdad es: un auténtico privilegiado del temple y de la sutileza de brazos y muñecas, pero con más poso y un halo de añejo clasicismo como envoltorio general.
Cada vez más hondo y más puro, quedándose sólo con algunos pocos elementos de esa imaginativa variedad con la que disfrutó antes de las múltiples caras de su personalidad, Talavante se ha reencontrado con aquel novillero que salió de Las Ventas lanzado al estrellato sin cortar ni una sola oreja. Sólo que ahora, después de ahondar en los secretos de capotes y muletas con Curro Vázquez como cicerone, es aún mejor torero.
Y, lo que sigue siendo fundamental para su imagen, a pesar de tantos bandazos, de tantas idas y venidas, de tantas dudas y cambios, sin haber perdido ni un solo kilate de ese especial carisma que ha sido, sobre cualquier otro aspecto, lo que le ha sostenido arriba durante toda esa larga etapa de indefinición y desidia.
Le queda ahora a Alejandro pasar por Zaragoza, por esa feria del Pilar donde hace ya tres años cuajó soberbiamente a un toro jabonero de Núñez del Cuvillo, para afrontar la última batalla de esta temporada que él ha dado en considerar "bélica". Pero la gane o no, que se vaya olvidando ya de la guerra, porque lo suyo con los toros nada tiene que ver con la violencia.
El temple, dentro y fuera de la plaza, no vence por fuerza sino que convence por suavidad. Y ese tipo de toreo, visto lo visto, se hace cada vez más imprescindible en estos tiempos revueltos. El año que viene, apuesten lo que quieran, Talavante ya no tendrá que tirar de las pinturas de guerra. Y, como El Cordobés y Palomo, volverá por derecho a los grandes escenarios, que son el sitio natural de su concepto del toreo.
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