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Desde el barrio: Crece el espíritu de Las Azores

Martes, 28 Ene 2014    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
En otro intenso fin de semana, como cada dos años, un par de cientos de personas inquietas han vuelto a reflexionar sobre el toreo en mitad del océano Atlántico. El Fórum Mundial de la Cultura Taurina, que desde 2010 viene organizando la activa Tertulia Tauromáquica Terceirense, ha le ha dado nuevas alas al que alguien dio en llamar "espíritu de las Azores".
Puede que esta edición del Fórum haya sido la más intensa y densa en contenidos de las tres que van celebradas. Si el afán de la primera fue hermanar las pasiones de gentes de catorce países y alentar a defender la cultura taurina con orgullo y sin complejos, el de la segunda fue reflexionar sobre las nuevas vías y los mejores modos de la comunicación para asimilarlos a la difusión del espectáculo.

Pero en esta tercera edición el interés de la organización era el de resaltar los valores intrínsecos del rito y de sus protagonistas, así como poner de manifiesto que la tauromaquia, en todas sus variantes, no sólo sigue manteniendo referentes esenciales para la sociedad sino que sus cualidades morales y éticas son un perfecto modelo de comportamiento en estos tiempos confusos.


En Isla Terceira, la capital taurina del Atlántico, historiadores, biólogos y expertos en medio ambiente de estas mágicas islas Azores nos contaron cómo la cría del toro bravo sirvió en su día para aplacar las fuerzas de la naturaleza en un terreno por conquistar y ayuda hoy en día a mantener un ecosistema único en el mundo.


Fernando Gil Cabrera nos ilustró en la evolución cultural de la bravura, demostrándonos desde una base científica salpicada de amor por el toro, cómo los ganaderos han pasado de convertir la agresividad en embestida. Y Santiago Aguilar, Víctor Duisabá y Juan Antonio de Labra nos contagiaron de la pasión taurina de América, asimilada desde hace cinco siglos por las comunidades indígenas de los Andes, integrada en la vida diaria de los colombianos y traducida en el singular sentimiento de los mexicanos.

Pero también los franceses –Jacques Boyer, Richard Milian y Zocato echaron la capa para relatarnos la lucha de los toreros galos de los años setenta, aquellos que dieron el primer paso para convertir su sueño imposible en la boyante realidad taurina nacional que se disfruta actualmente al otro lado de los Pirineos.

Y hubo más, porque el profesor Juan Medina expuso en Terceira, con una apabullante claridad de ideas, el más lúcido y completo informe que se haya podido hacer de la situación económica de la Fiesta en España, y con conclusiones tan elocuentes que llegan a ser hasta subversivas.

El gran escritor portugués Sousa Tavares, el siempre culto y peculiar profesor Pizarroso, el combativo activista Helder Milheiro y Marco Gomes, que está integrando el toreo en las escuelas del Alentejo, nos hicieron ver cómo la Fiesta de los toros sigue latente en la conciencia de una sociedad que sólo necesita que se lo recuerden con naturalidad.

Forcados de varias épocas hicieron un canto al compañerismo y a la solidaridad de los hombres ante el toro y ante la adversidad, desde la humildad de quienes se sienten miembros de un grupo de héroes que está por encima de cualquier individualidad. Y tras ellos, José Luis Bote, El Fundi y Cristina Sánchez nos hablaron de cómo los valores del toreo les forjaron como personas hasta el punto de considerarse a sí mismos como unos seres afortunados por haber entregado su vida a un ideal.

Como remate, en una honda y templada media verónica dialéctica, el doctor Rogelio Pérez, la catedrática Araceli Guillaume y el filósofo Francis Wolff se fijaron en José Tomás para resumir en su figura, dentro y fuera de la plaza, casi todos los valores que se trataron durante horas en ese retiro espiritual del toreo que son las Islas Azores.

Cuando Wolff terminó de leer las conclusiones de un Fórum marcado por la hermandad, desbordado de bellas e inteligentes palabras, fascinado por hermosas imágenes, acunado por dulces sonidos de distintos sentimientos y envuelto en la absoluta calidez de los anfitriones isleños, todos los que allí estuvimos habíamos cargado el alma de argumentos para acudir a vanguardia con nueva munición. El espíritu de las Azores sigue creciendo.


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