Celebramos que los magníficos toreros jóvenes mexicanos desdeñen la comodidad, tomen en serio la Fiesta de su país, acepten el reto de salirle al toro y demuestren que son capaces de llevar gente a la plaza.
El domingo pasado en la Plaza México, Juan Pablo Sánchez, Arturo Saldívar y Diego Silveti demostraron su alto nivel y la importancia de formarse en España, oportunidad que no tuvieron diestros igualmente prometedores de generaciones anteriores.
No queda más que sentirnos contentos de que al fin tenemos toreros. Sólo una queja: cabría esperar de ellos un mayor deseo de rivalizar, de competir, de tener confrontaciones más directas en el ruedo y así fomentar la pasión, provocar el surgimiento de legiones de partidarios y dar al empresario más elementos para diseñar los próximos carteles.
Que yo recuerde, no se enfrentaron en quites el primero de diciembre. Tampoco el domingo último. El ingrediente de la rivalidad puede fortalecer aún más la presencia de los nuevos valores.
Trapío sin sobrepeso
Cinco años tenían los toros de La Joya, lidiados el domingo pasado en el coso metropolitano. Fue un encierro muy bien presentado, con seriedad, cara y pitones, que incluyó un astado bueno, el primero, y dos muy buenos, los jugados en quinto y sexto lugares, que merecieron el arrastre lento.
Varios de los imponentes ejemplares de procedencia Parladé vía Domecq no llegaban a los 500 kilos pero tenían un soberbio trapío. No eran los típicos animales regordíos, engordados al vapor, sino que estaban fuertes y musculosos. Si acaso habría que reprochar su justeza de fuerza. Recibieron muy poco castigo y uno de plano se derrumbó, quedando inutilizado.
Ahora bien, sería un error esperar que cada domingo salgan a la arena toros con ese volumen y ese velamen. Hay que analizar cada encaste por separado y no menospreciar al toro mexicano por el simple hecho de tener un tamaño menor que el español.
Siempre un enigma
Increíblemente, Rodolfo Rodríguez “El Pana” se mantiene en activo siete años después de una “despedida” que se convirtió en su mágico resurgimiento. Ave Fénix del toreo, se ha levantado milagrosamente de sus cenizas para seguir provocando la polémica. Juan Charrasqueado redivivo, Rodolfo le dio vuelo a la hilacha en una vida de novela.
Tiene mérito ponerse delante de un toro a los 62 años de edad. Este Pana me hace recordar las fotografías del legendario torero español Bernardo Gaviño, que en el siglo 19 seguía toreando cuando el tiempo se le había venido encima. Achacoso y traqueteado, el polémico veterano volverá el próximo domingo a la Plaza México con la ilusión de siempre pero para nadie es un secreto que le quedan pocas facultades.
Es altamente riesgoso que el romántico personaje aún se vista de luces. Por ello, su nombre en el cartel despierta algo de morbo, combinado con la inagotable ilusión de sus partidarios. Veremos qué tanto puede acompañar con toreo su puesta en escena. ¿Petardo, desaguisado o un nuevo milagro?
Reconciliación
Morante regresa a La México después del lamentable episodio de su presentación en la campaña, donde su administración impuso un lote de ejemplares anovillados de la ganadería de Julián Hamdan, que nunca debieron salir de su dehesa hacia el embudo de Insurgentes.
El público protestó enérgicamente la pobre presencia de los animales y un sector de la asamblea se quedó resentido con el esteta sevillano. Seguramente él y su gente aprendieron la lección, y el encierro de Villa Carmela contará con el trapío que corresponde a la jerarquía del maestro y la del escenario capitalino. En este sentido, será una tarde de reconciliación.
Arrollador
Joselito Adame completa el alucinante cartel dominical. El máximo triunfador de la temporada viene como navaja después de la nueva operación a la que fue sometido en diciembre pasado en su natal Aguascalientes para retirarle la placa que le había sido colocada en el peroné izquierdo tras el percance del año pasado en Madrid.
Grande es el corazón de este Joselito arrollador, que ha cautivado al público capitalino con un derroche de técnica, valor y entrega absoluta.
Calidez bajo cero
En la gélida noche queretana del viernes pasado, Jorge Gutiérrez fue recibido con sonoras ovaciones. No se puede tratar a un torero con más cariño. Cada quien cosecha lo que siembra. La velada tenía un dejo de tristeza por la temprana ausencia de su tocayo y compadre Jorge San Román, cuya viuda e hijos liberaron palomas blancas para recordarlo.
El novillo de Carranco tenía un tamaño considerable, si tomamos en cuenta que Jorge se encuentra retirado y tenía siete años sin torear. Estupenda fue la faena del maestro hidalguense, cortador de dos orejas y a la postre triunfador del festival junto con Alejandro Talavante, quien en una faena con gusto aprovechó las bondades del ejemplar de Fernando de la Mora, cuya cornamenta gacha desmerecía, aún tratándose de un festival.