Desde el barrio: Un desafío... a la lógica
Martes, 24 Sep 2013
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Para el pasado sábado se anunciaba en el coso logroñés de La Ribera un festejo que dieron en llamar pomposamente "Desafío Santa Coloma-Albaserrada". La fórmula, en principio ilusionante y atrayente para el aficionado, consistió en la lidia de seis toros de otras tantas divisas de esta rama ganadera, a cargo de seis "modestos" espadas. En apariencia, todo un cántico a la variedad colgado por las paredes de la capital riojana.
Claro que, como casi siempre, una cosa es lo anunciado y otra lo verificado en el ruedo, donde a posteriori el festejo ofreció una lectura muy distinta a la prometida: más que un desafío ganadero, la corrida se pareció mucho a lo que no hace tanto, y sobre todo en estas fechas de final de temporada, se conocía como limpieza de corrales, o de cercados.
En general, los seis "santacolomas" –aunque en la estricta genética sólo hubo tres que pudieran llamarse así– fueron animales de escaso cuajo, de poco remate. Algunos de los más vareados se "taparon" detrás de dos serios pitones, como el "victorino" de Adolfo Martín, y varios evidenciaron en su físico que estaban a punto de cumplir los seis años en apenas días o semanas. Lidiados, pues, in extremis.
De esos toros viejunos, el de Ana Romero, badanudo y embastecido, se asemejaba más a un gastado semental que a un toro de plaza prototípico de su brava sangre, mientras que el “ibarreño” de Juan Luis Fraile parecía haberse pasado varias semanas haciendo dieta vegetariana por el campo charro.
Y de aquellos polvos, claro, estos lodos: salvo la encastada movilidad –sin entrega– del "albaserrada" de José Escolar, los otros cinco toros de este escaparate del "todo a ciensantacolomeño" dieron muy pobre juego, ayunos de raza y de fuerzas, sin apenas voluntad de embestir, defendiéndose por arriba o por abajo y sin tomar los engaños con un mínimo de entrega.
Tanto fue así que el resultado final del "desafío" bien se puede clasificar también como una antología de los defectos de la versión descastada de esta estirpe, tal que los de ese toro de La Quinta que descolgaba medianamente la cabeza una décima de segundo, y no para embestir sino para intentar quitarse de la cara una muleta –la del valiente y más que digno Paco Ureña– que más que incitarle le molestaba ante la vista.
Y es que puestos a ser verdaderamente "toristas", este desafío no fue un canto ni un apoyo a una sangre a reivindicar y rescatar del ostracismo. Fue un agravio más al encaste Santa Coloma, tan necesitado de ayudas y tan necesario en el cada vez más plano panorama ganadero español.
"Vendida" siempre como la excepción que no debería ser, incomprendida incluso por quienes la defienden con vehemencia y repudiada por una nueva generación de toreros que desconoce sus claves, la estirpe que creara esta familia catalana cruzando sangre de Ibarra con Saltillo se debate actualmente en una peligrosa y desordenada marginalidad a veces provocada, con festejos como este, por sus mismos responsables.
De poco sirven las quejas de los ganaderos que se esfuerzan en mantenerla si se siguen prestando a este tipo de enjuagues sin respetarse a sí mismos ni a su legado, sin tomarse en serio todas sus reivindicaciones. Flaco favor se le hace a la gloriosa historia de su estirpe si en vez de presentar a estas citas toros verdaderamente en tipo y de reatas contrastadas se embarca lo último que queda por los cercados para darle argumentos a quienes la consideran una sangre desfasada.
Porque fue así, sacando provecho de la candidez de los "toristas" con un presupuesto low cost, como el desafío de Santa Coloma de Logroño se convirtió realmente en un desafío a la lógica y a la inteligencia ganadera.
Por el bien y por el futuro de Santa Coloma, habrá que tomarse lo de Logroño sólo como un lapsus aislado. Corramos un tupido velo sobre este fiasco y quedémonos este año con "Golosino", el indultado de La Quinta en Istres; con la completísima corrida de Ana Romero de El Puerto; con esos toros enclasados que Adolfo Martín lidió en Valencia y en Valladolid, y varios de los de San Isidro; con la fiereza de varios "escolares" de Francia; o con la soberbia camada de novillos y erales de Flor de Jara.
Sólo sobre esa base fiel a su propia historia podrá Santa Coloma afrontar el que sí que es un auténtico desafío: mantenerse vigente como verdadera alternativa frente al pensamiento único ganadero que domina esta época del toreo.
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