Liber taurus: El rejoneo como razón de vivir
Viernes, 06 Sep 2013
Quito, Ecuador
Santiago Aguilar | Opinión
La columna de este viernes
El patio de cuadrillas de la Plaza de Toros Quito vivía aquella tarde de diciembre el ambiente usual en los minutos previos de la realización de la corrida, caracterizado por el ir y venir de decenas de variopintos personajes que, entre atareados y tensos, aguardaban la hora meridiana y con ella el clarinazo inicial de la corrida.
Entre los rostros preocupados de los lidiadores, llamaba la atención un niño que luciendo un vistoso traje campero andaluz, pugnaba por aproximarse a Julián López "El Juli", su ídolo, para lograr de él un autógrafo en el diminuto capote que llevaba en sus manos.
El gesto del torero no se hizo esperar: tomó en sus brazos al pequeño y luego de la inolvidable fotografía, la firma del maestro quedó estampada en el capotillo. La felicidad iluminó los ojos del chico, que desde aquel momento ató su alma a la fiesta de los toros.
Con el paso del tiempo, aquel crío fue afirmando su afición a la que se sumó su amor al caballo, la fusión de sus dos pasiones determinaron que decida convertirse en rejoneador y emprendiera una sacrificada andadura en la que buscó equilibrar sus obligaciones estudiantiles con las largas jornadas de entrenamiento indispensables para adquirir la seguridad sobre las cabalgaduras y aproximarse a la compleja técnica del toreo a la jineta.
El caso es que Sebastián Peñaherrera, el joven de nuestra historia, con apenas 16 años de edad, está a punto de alcanzar un sueño pues el 4 de diciembre Pablo Hermoso de Mendoza, el mejor rejoneador del mundo, le otorgará la alternativa convirtiéndolo en matador de toros a caballo; hecho, sin duda, inusual y trascendente para la tauromaquia ecuatoriana.
Peñaherrera llegará al doctorado con una veintena de festejos toreados en plazas de nuestro país, en las que, tarde a tarde, ha sabido demostrar su constante progresión manifestada en triunfos que han tenido lugar especialmente en los ruedos de Latacunga, Machachi y Mocha. Esos logros son el resultado del "querer ser", producto de una férrea disciplina reflejo de su vocación expresada en cinco horas diarias de prácticas y decenas de vacas y novillos lidiados a puerta cerrada.
El quinto año de secundaria que cursa, obliga a que su perfeccionamiento se lleve a cabo en horas de la tarde, allí jornada a jornada da un paso más hacia su razón de vivir, misma que le llena de alegría poder crear arte, al tiempo de emocionar y divertir al público que acude a sus presentaciones.
Su padre, Blasco, afirma Sebastián, es su ejemplo y compañero en las largas idas y venidas que impone el mundo del toro, tanto a la ahora de aconsejar como en los tediosos viajes junto a la estupenda cuadra de corceles de la que disponen y, claro está, son la base de sus lucidas ejecutorias en la arena.
Entre el listado de jacos menciona a varios que son los que más utiliza en la plaza; "Garibaldi", dice, es una gran cabalgadura que para a los toros de frente; "Cisne" torea dando el pecho y completa los encuentros con una espectacular pirueta; destaca a "Opus" por su valor, a "Nativo" por su expresividad; a la hora de usar las banderillas subraya la calidad de "Calé", el ejemplar estelar de la cuadra, por sus marcados quiebros y su capacidad para buscar la corta distancia que facilita además, la ejecución de la suerte suprema. Del grupo de equinos cabe apuntar que en ellos predomina la sangre lusitana y que cuatro ejemplares pertenecieron a jinetes de la jerarquía de Andy Cartagena y el propio Pablo Hermoso de Mendoza.
En cuanto a sus suertes favoritas, el torero señala su preferencia por los galopes laterales y en especial el toreo de frente al momento del quiebre para prender los palitroques; su capacidad para montar y ejecutar las complejas suertes del toreo a caballo, no son consecuencia exclusiva del esfuerzo en su pequeña plaza de tientas, Sebastián tuvo la suerte de prepararse en Europa en casa del hispano Hermoso de Mendoza, como en la del portugués Rui Fernandes.
El caso es que este adolescente aun con rostro de niño deberá convertirse en hombre de un día para otro, para enfrentar una vida sacrificada, dura, muy dura, en la que la entrega, la dedicación y el valor, se premian con la gloria. Suerte torero.
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