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Liber taurus: El rito eterno

Viernes, 21 Jun 2013    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Opnión   
La columna de este viernes

"Sobrepasan los tres mil años según José Ortega y Gasset, el tiempo transcurrido desde que el primer celtíbero alumbró la Tauromaquia quebrando a cuerpo limpio  la embestida de una fiera por tierras de Castilla. Nuestros antepasados que necesitaban sus pieles para cubrirse y sus carnes para alimentarse, se percataron de que solo requerían sangre fría y valor suficientes para esperar y, con un oportuno quiebro, burlar la feroz acometida de la res"... 


En el libro de reciente publicación La Tauromaquia, compendio de las bellas artes, así explica Federico Sánchez Aguilar el posible origen de los juegos de toros que más tarde experimentarían una serie constante de cambios y transformaciones a través de los siglos hasta derivar en las corridas modernas; sin embargo, para mejor entender la trascendencia histórica de las funciones taurinas vale la pena repasar lo señalado por el Ministro de Cultura de España José Ignacio Wert cuando, hace algunos meses lanzó la esperanzadora frase: "uno de los objetivos de su ministerio será la puesta en valor de la tauromaquia" al intervenir en el Congreso de los diputados y abundar señalando que "el toro es la riqueza poética y cultural de España"; frase muy parecida a la del inmenso Federico García Lorca quien sentenciara décadas atrás: "El toreo es la riqueza poética y vital mayor de España"…


Retomando el texto de Sánchez Aguilar encontramos un interesante apunte documentado hasta la saciedad: "Cabe recordar que desde la era paleolítica hasta nuestros días, el toro ha estado presente en todas las manifestaciones artísticas, culturales, religiosas y sociales. El toro, el tótem, animal sagrado de los iberos. Y lo era porque, frente al macho cabrío de la mitología griega, que simboliza la lascivia, el Toro Ibérico representaba la bravura, la fertilidad y el vigor sexual"…


Si bien el autor precisa en más de tres mil años el primer enfrentamiento entre un toro y el hombre en aquel quimérico quiebre a cuerpo limpio; debemos sin duda referirnos a  muy antiguas pistas históricas de la presencia del magno animal, en las Cuevas de Altamira se registran imágenes de toros que datan de hace 22 mil años, en otra caverna en Hellín se reconoce a otro astado pintado, se estima hace 15 mil años. De lo que hablamos entonces es de la existencia de un animal extraordinario que supo sobrevivir, existir y evolucionar por su valor religioso y su utilidad para combatir con el hombre.


El hombre y el toro y su inmemorial enfrentamiento determinaran que esta manifestación se propague junto al proceso de intervención española en el nuevo mundo, de allí que las actividades taurinas en nuestros países se remontan a cinco siglos atrás.


Continuando en la idea de cifrar el origen de las corridas de toros encontramos un dato confirmatorio a la tesis de José Ortega y Gasset, el libro Ritos y Juegos del Toro, publicado por Ángel Álvarez Miranda en 1961 anota y aproxima que: "Los arqueólogos y sus historiadores usan el término español corrida y sus equivalentes lingüísticos para nombrar el conocido juego practicado en Creta en el segundo milenio antes de Cristo, cuyos protagonistas eran el toro y jóvenes de ambos sexos"… 


Los juegos cretenses están ricamente graficados en frescos, necrópolis y diversos objetos.


En este contexto es clave citar al gran escritor y periodista Paco Aguado que en el libro "Diálogo con Navegante", presentado hace pocos días, en el que comparte páginas con Mario Vargas Llosa y José  Tomás, entre otras sobresalientes personalidades, describe con la magia de su pluma los significados y contenidos del eterno  rito:


"…Desde que el primer hombre se vio frente a frente con el primer toro, para cazarlo para obtener de él proteínas físicas y espirituales, comenzó a forjarse un hondo ritual de vida y muerte, un ancestral juego de sangre en el que la temible naturaleza ponía a prueba la inteligencia y el coraje de la tribus y sus héroes.  La bravura primitiva, la esencia violenta del animal, convirtió la epopeya diaria de la subsistencia en sacrificio religioso, en un reto y una ofrenda a los dioses menores, en la búsqueda de una eternidad efímera a través del dominio sobre la fiera" (…)


"Solos cara a cara toro y torero, aislados de la multitud sobre el candente ruedo, cada tarde de corrida vuelve a escenificarse aquel original desafío del hombre y el Dios…"


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