La "revolución" mexicana. Sí, eso es exactamente lo que se vive en Madrid, pues la más importante plaza de oros del mundo como es la de Las Ventas, ha servido de escenario para que la tropa de lidiadores aztecas que desembarcaron en la Feria de San Isidro primero y en el vigente ciclo del Arte y la Cultura Taurina, sacuda el ambiente, cope los espacios de información especializados y sobre todo y ante todo, devuelva el respeto y la consideración a la torería mexicana.
Durante el largo lapso isidril Diego Silveti, primero, y Arturo Saldívar, después, lograron cortar una oreja cada uno producto de estupendas y valientes faenas; en tanto que en la tarde de este martes, Joselito Adame obtuvo un trofeo y dio una vuelta al ruedo tras pinchar un notable trasteo, el caso es que Adame rozó la puerta grande y convalidó la categoría de los coletas del otro lado del Atlántico.
Los triunfos de Silveti, Saldívar y Adame reivindican a toda una generación de toreros que a base de dedicación, entrega, capacidad y honestidad, han luchado sin cesar por abrirse paso en los complejos circuitos taurinos internacionales. Hace un año un importante número de espadas fue incluido en las combinaciones de la feria más trascendente del orbe, sin embargo, el saldo final fue modesto, al cabo de un año los diestros que fueron anunciados una vez más, han salido como perros de presa a buscar el triunfo, dejando la piel en la arena y evidencia una solvencia profesional incontestable.
La labor de Diego en la tarde aquella de la granizada fue inolvidable, se mantuvo incólumne en el barrizal pasándose muy cerca a un oponente que reclamó firmeza e inteligencia; Saldívar no se quedó atrás y ejecutó un trasteo emocionante que caló en el tendido y, finalmente, Joselito mostró una dimensión insospechada al lidiar con valor y seriedad a dos toros de aquellos que echan en Madrid.
Lo cierto es que Las Ventas se encuentran "mexicanizadas al cabo de cada una de estas tardes de gloria, la satisfacción ilumina el rostro de periodistas, ganaderos, toreros, apoderados y aficionados que llegaron del otro lado del mundo para exigir que al fin se justiprecie la valía de los toreros aztecas desde su solvencia profesional hasta su entrega sin límite. En Madrid se vive entonces la revolución taurina mexicana.