La tarde de este sábado se llevó a cabo el festival de escuelas taurinas organizado por el director de la Escuela Hidalguense "Jorge Gutiérrez", el matador Luis Gallardo, en la plaza monumental "Vicente Segura" de la capital hidalguense, dándose cita unas doscientas personas, en tarde soleada y de agradable temperatura.
Se lidió a muerte un novillito y cuatro más de tienta, de Los Ángeles Sierra Ortega, que salvo el de rejones y el que cerró función, que desmerecieron por su extrema mansedumbre, los demás, pese a estar justos de fortaleza, tuvieron clase y nobleza y permitieron que los muchachos, con condiciones, interpretaran el toreo.
El joven rejoneador hidalguense Diego Cruz abrió función, enfrentando una res parada, sosa y mansa a la que le dejó un rejoncillo trasero. Con banderillas estuvo voluntarioso por las complicaciones, logrando dos de ejecución limpia, de frente y al estribo.
Los Forcados Amadores de Hidalgo intervinieron y lograron una pega al primer intento con Antonio Camargo a la cara. Luego de un rejonazo con el de muerte que cayó contrario, tuvo que descabellarlo, saliendo al tercio a recibir las palmas del respetable.
Jesús Sotomayor ha destacado por su serenidad, y aunque le falta experiencia, logró buenos momentos con la muleta por el lado derecho, en un trasteo largo, a un espectacular ejemplar ensabanado, dando la vuelta al final.
Pablo Vite ha mostrado avances, estuvo sereno, gustándose y corriendo con temple la mano, sobre todo por el derecho. Compartió el juego de la res con Enrique Ángeles, que pese al verdor, pegó muletazos con temple que le reconocieron, quedándose quieto. Al final dieron también una merecida vuelta al ruedo.
Por su parte, Víctor Gallardo toreó bien con el capote a la verónica y con la muleta consintió a un buen becerro, de espectacular capa ensabanada y astifino, al que le pegó con suavidad los muletazos por el pitón derecho pues pese a su fijeza tuvo poca fortaleza y se caía si se le obligaba, rematando bien las tandas con los de pecho. Su labor fue larga y tuvo la recompensa de la vuelta al ruedo.
Cerró plaza Uriel Padilla que se enfrentó al ejemplar más hecho, con cabeza y muy astifino pero que resultó complicado y muy manso, poniendo a prueba y en apuros en no pocas ocasiones, no sólo a su lidiador sino a los muchachos que sirvieron de cuadrilla. Lo intentó capotear con lucimiento pero no pudo.
Con la muleta intentó pegarle los pases, que los hubo, sueltos, sobresaliendo sobre todo la voluntad y el buen valor para solventar una papeleta que no fue fácil. También dio la vuelta al ruedo.