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Desde el barrio: La gota fría

Martes, 29 Ene 2013    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes

En el levante español se da a menudo un fenómeno climático que se conoce como la "gota fría".
Consiste, según la dichosa Wikipedia, en la subida hacia la atmósfera de una gran burbuja de aire caliente y húmedo, habitual en las zonas costeras del Mediterráneo, que al llegar a las capas más frías provoca intensas y duraderas lluvias. O algo así.

Ya se que este no es un portal de meteorología, sino de toros. Pero esta gota fría, que cada año provoca tantos daños en esa misma zona, nos viene al pelo como socorrida metáfora de la confección de los carteles de las próximas ferias de Castellón y Valencia.

Porque la "gota fría" taurina de primeros de temporada se formó con el ambiente caliente y artificial de varias semanas en las redes sociales y las webs taurinas, tan pendientes de cada uno de los movimientos de las empresas y perfectos altavoces, conscientes o no, de los intencionados globos sonda de los apoderados.

Pero el cotarro, esa movida tertulia electrónica en la que los deseos de los aficionados eran más pasionales que las intenciones de los empresarios, se ha caldeado tanto y tan sin sentido que, al llegar a los niveles de la fría realidad, ha derivado en una torrencial lluvia de decepciones al comprobar cómo son los carteles definitivos de ambos ciclos.

Con El Juli voluntariamente fuera de las dos ferias, ante la imposición televisiva en Valencia y frente a la cruda situación económica en tierras de La Plana, los abonos que han diseñado los amigos Casas y Patón obedecen al triste pragmatismo a que les obligan las circunstancias.

En Castellón, como ha confesado indirectamente el mismo empresario, el presupuesto ya no da para las alegrías de antaño. Arrastrado por la del ladrillo, la caída en picado del azulejo –la industria que hace años tuvo a la comarca en niveles de paro cero– no permite atender las exigencias económicas de las figuras del toreo, sobre todo cuando antes que ninguna otra están las de la propiedad del coso del paseo de Ribalta.

A la Magdalena, con tanto cartel sin "química", le queda sólo el atractivo forzoso del "duelo de encastes" que Patón se sacó de la manga ya en 2012 y que no sabemos lo que este año también podría llevar de luto en su definición.

Por su parte, un Simón Casas con más imaginación que posibilidades, ha intentado darle colorido a unas Fallas grisáceas, demasiado condicionadas por el pulso de fuerzas que siempre se plantea en la primera gran feria de la temporada española. Y ha usado para ello las recurrentes pinturas de las clasificaciones, dividiendo en tramos temáticos –feria de los novilleros, de los encastes y de las figuras– un abono de escasos atractivos sobre el papel.

Pero tal clasificación se antoja demasiado simplista, e injusta en algunos casos, teniendo en cuenta que dentro de los carteles de figuras están incluidos varios toreros que no lo son o que están dejando de serlo, y en los de los encastes los hay que interesan más por la casta que puedan sacar los toreros que los toros.

Así es como están las cosas en el levante taurino, esperando a que un milagro haga que escampe en marzo y la gota fría que mezcla desinterés y crisis no arrase las taquillas.

Entre tanto, padeciendo la ciclogénesis explosiva de las polémicas de este duro invierno mesetario, a Taurodelta se le han caído los palos del sombrajo, como decimos en España. Es decir, que a la empresa realquilada se le ha derrumbado sobre la blanquecina arena del ruedo la cubierta que, con retraso administrativo, se estaba instalando sobre los tendidos altos para el uso de Las Ventas durante lo poco que queda de invierno y los primeros festejos de la temporada.

En Madrid, y en Internet, en los periódicos y hasta en las televisiones, lo que ha llovido es tinta acerca de una novedad que divide a apocalípticos e integrados, que diría Umberto Eco. A los partidarios de modernizar la fiesta de los toros y sus estructuras y a los defensores de las tradiciones. Un bizantino debate que también contribuye al retraso en la toma de decisiones y la búsqueda de soluciones para el futuro del espectáculo.

Y mientras sigue el frío y el toreo tiembla en su madriguera, sólo nos cabe esperar que en Sevilla, por abril, la primavera estalle de una vez con carteles más floridos e ilusionantes.


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